Selma
Aquí y ahora, la pantalla es el maestro que descubre la historia y subraya sus lecciones.Gabriel González Vega (*) / para CAMPUS
gabriel.gonzalez.vega@una.cr
Con actuaciones impecables, la fotografía está a tono con los ambientes sombríos –hay un inicio poético delirante que marca el terreno de la injusticia– y un acertado cambio de tono. La música delinea el valioso acervo cristiano que alienta a las víctimas (oportuno ahora que tanta iglesia predica discriminación). El sobrio relato no usa trucos ni privilegia giros sorpresivos sobre la potencia de los hechos.
Es un filme de carretera, literalmente. No con la usual pareja, sino con manifestaciones donde el valor se hace uno en jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Luther King, recién galardonado con el Nobel de la Paz lidera, entre dudas y angustias, presiones y golpizas, una marea incontenible de rostros que combaten con el sacrificio de sus propios cuerpos, con la entrega de sus vidas en primera fila, lacerados siempre por coros de miradas despectivas. Porque la protesta pacífica desafía el (des)orden establecido y obliga a las autoridades corruptas y sus secuaces a una barbarie que hiere la conciencia pública mediante el testimonio decisivo de la prensa.
Sin desmerecer el protagonismo reticente del admirado pastor de Atlanta, no enfatiza su biografía ni lo despoja de su contradicctoria humanidad. Lo ubica- y sagazmente a Malcom X también–, como el hombre sabio que supo bregar tanto en los pasillos traicioneros de la política como en las calles cubiertas de matones, uniformados o no. Un hombre indispensable, al decir de Martí, que no es un superhéroe sino uno de nosotros que supo levantarse a la altura de las circunstancias y logró cambios sustanciales con su breve y decisivo paso por el planeta; que llevó dignidad a toda la especie.
Como educadores para la libertad, debemos revertir el despojo sistemático de la curiosidad, la admiración y la creatividad naturales que perpetra la domesticación vigente. También, hay que combatir la pobreza espiritual de la comunicación masiva, que transformó el héroe y el santo del pasado, modelos ejemplares, en las celebridades de hoy en día, cuerpos/mercancía adorados en el frenesí del consumo adictivo.
Necesitamos reconocernos en esas manifestaciones históricas y no en falsos personajes de historietas maniqueas. Es urgente comprender este mundo arrasado por la especie feroz que somos, como lo retrata de forma sublime Sebastián Salgado (La sal de la tierra) y comprometernos con la regeneración de vida que ese mismo filme anima.
Selma es un encuentro humanista con la educación que necesitamos. El arte, así como Selma, es indispensable.
(*) Académico Centro de Estudios Generales-UNA.