Mascaradas a la antigua en Museo de Cultura
Silvia Monturiol F. /CAMPUSsmonturi@una.cr
Los personajes, la sátira y la técnica de la práctica de las mascaradas de las primeras décadas del siglo XX puede apreciarlas el público, al arrancar esta exposición de una colección de máscaras antiguas, que se mantendrá permanentemente en esta casa de la cultura.
La colección, entregada en custodia al Museo por el Ministerio de Cultura hace más de 20 años, se compone de 38 objetos, entre cabezones y caretas, confeccionados por las familias mascareras Freer, de Cartago, y Arias, de Escazú.
Desde el diablo y la muerte y personajes de leyendas, hasta animales e incluso personajes del cine de entonces, forman parte de esta colección, que el Museo de Cultura ha preservado como una importante muestra de las tradiciones culturales del país.
Los asistentes a la exhibición tuvieron la oportunidad de observar, de primera mano, cómo ha cambiado, con el paso del tiempo, esta práctica cultural, que siempre se ha acompañado de fiesta y baile, según destacó la historiadora Mayela Solano, directora del Museo.
Fiesta popular
Aparte de apreciar la exhibición de máscaras antiguas, quienes asistieron a la celebración del XXI aniversario del Museo de Cultura Popular, pudieron disfrutar de un amplio programa impregnado de las más auténticas tradiciones ticas.
Desde las visitas guiadas a la casa de bahareque, al patio y al solar, construcciones típicas de antaño, y exhibiciones como “Volvamos a cultivar nuestros patios” y “Del adobe al bahareque”, hasta la representación de un matrimonio campesino, atraparon la atención de grandes y pequeños.
Las tradicionales mascaradas y la cimarrona pusieron a bailar a muchos niños y adultos, en tanto que otras personas disfrutaban de la música mientras saboreaban las comidas en el restaurante La Fonda.
Como es tradicional, el Museo del Cultura Popular puso a disposición del público diversidad de juegos, tanto tradicionales como de turno, con el fin de fomentar en los jóvenes la práctica de esta clase de entretenimiento, que mantenía en actividad física a las viejas generaciones. Es así como personas de todas las edades se agitaron caminando en zancos, rodando aros, saltando cuerdas y girando trompos, para luego relajarse y disponerse a participar, como es costumbre, en el evento que marca la culminación de la programación de aniversario: el tradicional rezo del niño.