Entrelíneas
Cita con la muerte
Maribelle Quirós J. mquiros@una.cr |
Mis creencias personales tienen una respuesta para lo sucedido en esa cita fallida con la muerte. Aún así, esta experiencia marcó mi humanidad para siempre, tanto que hoy puedo asegurar que no soy la misma persona, ni lo volveré a ser.
Muchas cosas cambiaron desde entonces, para bien y para “mal”, por decirlo de alguna manera. Si bien no tuve daño neurológico, mi cerebro tuvo que sanarse poco a poco y aprender de nuevo cosas tan básicas como caminar sin apoyo o recuperar la memoria de corto, mediano y largo plazo; algunos recuerdos nunca volvieron.
Lo más difícil ha sido acostumbrarme al cambio de hábitos, a tomar sin falta muchos medicamentos y reconocer que tengo una enfermedad cerebro vascular crónica, por la que simplemente hay riesgos que no puedo tomar y esfuerzos físicos que no puedo hacer, por ahora. Algo tan simple como subir escaleras se complica todavía; por dicha existen las rampas cuya importancia antes no valoraba.
Pero este renacer ha tenido muchas cosas buenas que valoro más que nunca. Mi fe se ha visto fortalecida y aprecio más el valor de esos detalles de la vida que, por volverse cotidianos, se pierden entre el trajín diario o damos por sentados.
La palabra amor tiene un significado nuevo, en especial el que tiene que ver con la familia, a la que hay que valorar en todo el sentido de la palabra, pues al final es lo único seguro, en las buenas y en las malas.
De igual manera, la palabra amistad se depura: descubres que algunas “amistades” al final no lo eran tanto, mientras que otras personas no tan cercanas se convirtieron en velas que te ayudaron a pasar la tormenta. Las palabras seguridad social, comunidad y cadena de oración también tienen ahora otro valor.
La mejor enseñanza de todas es entender el verdadero significado de la palabra HOY: la vida es un soplo—como me dijo un gran amigo—y hay que hacer que definitivamente valga la pena vivirla ahora, pues como reza una frase cuyo origen desconozco: ““Ayer es una historia. Mañana es un misterio. Hoy es un regalo; por eso se llama presente”.
Por eso pese a todo lo vivido, al dolor, al temor, a la impotencia, me he propuesto firmemente vivir cada día como si fuera el último, a amar, creer, perdonar, compartir y gozar sin reservas.
Solo así puedo asegurar que estaré lista cuando llegue mi próxima cita con la muerte, la definitiva.
¿Y usted, está listo?