A fuerza de pulmón
Laura Ortiz C. /CAMPUS
lortiz@una.cr
Los primeros días de enero, un frente frío azotaba el cantón de Talamanca; la lluvia caía inclemente mientras la crecida de los ríos amenazaba a las comunidades aledañas. El nivel de lluvia reportado el 8 de enero de 2005 es el más alto registrado—desde que se tienen datos—para esa zona por el Instituto Meteorológico Nacional (IMN), pero fue la madrugada del día siguiente, la que quedaría plasmada en los habitantes de Bambú, comunidad indígena ubicada en Bratsi dentro del territorio indígena de Talamanca.
“Fue un día muy triste, el (río) Sixaola (Telire) se desbordó y se llevó todo: las casas, la escuela, la plaza, nuestros cultivos; y desde ahí todo ha cambiado, antes octubre era de lluvia, ahora no se sabe, puede llover, puede hacer sol; nos estamos adaptando”, comentó Doris Valdéz, vecina de Bambú.
Para Nelly Rodríguez, la historia no fue diferente. “Vivíamos en la parte baja del río, aprendimos a desprendernos de lo que más queríamos, tuvimos que irnos para la loma y buscar las fuerzas para empezar de nuevo”.
“Tuvimos que buscar otros terrenos para producir, y no solo sembramos plátano, ahora también tenemos banano y más recientemente cacao. Aprendimos de esta experiencia, sabemos que el río es bueno, jamás lo vemos como un enemigo, pero ahora tomamos más precauciones”, explicó Ofelia Romero.
Las fuertes inundaciones en la zona arrasaron con viviendas, animales, plantaciones y tierra, y su impacto en las condiciones de vida colocó a esta y otras comunidades en una situación de mayor vulnerabilidad.
Las inundaciones en territorios indígenas son frecuentes, principalmente en las partes bajas de los ríos Telire, Yorkin y Sixaola, donde el IMN registra que los valores de precipitación anual han aumentado un 20% y los escenarios climáticos pronostican más aumentos a mediano y largo plazo.
Aprendizaje
El pasado 3 de setiembre, los investigadores desarrollaron un taller en la comunidad de Bambú, con la participación mayoritaria de mujeres productoras de cacao y plátano. |
Talamanca es el mayor productor de cacao del país, con un área cultivada de aproximadamente 3.800 hectáreas, que representan cerca del 80% de la producción nacional. En esta región también se produce plátano, banano y cultivos no tradicionales.
“Dentro del estudio establecimos parcelas comparativas en fincas de plátano y cacao y seleccionamos distintos indicadores como suelos, pendientes, cercanía de ríos, cobertura arbórea y otros, donde pudimos determinar que en las fincas de cacao hay una mayor diversidad de especies maderables y comestibles, se ubican en sitios más montañosos y por ende son menos vulnerables”, explicó Esteban Montero, investigador de la ECA-UNA.
Sandra Candela, consultora del Catie, fue la encargada de recopilar aspectos socioeconómicos y culturales de las comunidades. “A partir de una revisión de literatura, grupos focales de mujeres indígenas y talleres, realizamos una encuesta para determinar la resiliencia (capacidad para adaptarse a las adversidades) de las comunidades indígenas con respecto a eventos extremos climáticos, y dentro de los principales resultados, vemos que las familias ya no se dedican a un solo cultivo, sino que tienen una diversidad importante de alimentos. Lo cual les permitiría tener un mejor nivel de seguridad alimentaria”.
Para Adelson Araya, investigador de la ECA-UNA, una de las principales características de estas comunidades es su capacidad para salir adelante. “Estas personas han luchado por salir adelante, el cacao tiene una gran importancia cultural y el plátano es su principal fuente de ingreso, ellos han buscado la forma de asociarse para ser más fuertes como productores”.
Como parte del proyecto, el pasado 3 de setiembre, los investigadores desarrollaron un taller en la comunidad de Bambú, con la participación mayoritaria de mujeres productoras de cacao y plátano. Ahí se recopilaron experiencias sobre el antes y el después de las inundaciones, principalmente para documentar las vivencias y el desarrollo de las comunidades luego de estos eventos.
Los resultados de este proyecto, financiado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude), mediante el Programa Universitario para la Reducción del Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático en Centroamérica (Pridca), se darán a conocer a finales del presente año, y de acuerdo con Montero, se espera generar una amplia gama de conocimientos respecto a la concepción del clima y el riesgo derivado de los eventos hidrometeorológicos extremos al que están expuestos tanto los sistemas productivos como las comunidades del área en estudio. “Tras el análisis respectivo de la información obtenida, se conocerán los factores determinantes para aumentar el grado de resiliencia de las poblaciones indígenas en estudio y cómo el conocimiento de esta información puede permitirles ser menos vulnerables a los eventos hidrometeorológicos extremos que afectan el territorio con relativa frecuencia”.