Castigo físico convive con familias

Silvia Monturiol F. /CAMPUS
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El Idespo y el Pani presentaron los resultados del estudio "Percepciones acerca de los patrones de crianza de la niñez y la adolescencia en Costa Rica"



El 45% de los costarricenses consultados cree necesario el castigo físico para disciplinar a las personas menores de edad, según revela el estudio "Percepciones acerca de los patrones de crianza de la niñez y la adolescencia en Costa Rica", presentado el pasado 14 de marzo por el Instituto de Estudios Sociales en Población de la Universidad Nacional (Idespo-UNA) y el Patronato Nacional de la Infancia (Pani).

La encuesta, realizada a una muestra de 800 personas en octubre de 2015, indagó sobre las circunstancias en que consideran necesario el castigo físico, ante lo cual los entrevistados, en su mayoría, respondieron "por desobediencia (no hacen caso)", "cuando es muy malcriado", o "cuando faltan el respeto".

Y eso no es todo. Casi el 40% reconoció que le han dado ganas de pegarles a los menores de edad, en el hogar, en situaciones de estrés, cansancio, prisa o enojo ante la desobediencia. Eso sí, al consultárseles sobre la frecuencia con la que eso ha ocurrido, el 78% manifiesta que nunca o casi nunca, mientras que un 17,3% dice que algunas veces y un 4%, casi siempre y siempre.

Definido por expertos, entre ellos Sauceda-García -citado por el Idespo- como la aplicación de un estímulo negativo -que produce dolor- para reducir o eliminar una conducta determinada, el castigo físico es una práctica en la crianza de los menores de edad, que se aplica sin contemplar los efectos psicológicos que conlleva. "Algunos métodos utilizados por las personas adultas tales como nalgadas, rasguños, pellizco, mordidas, lo que hacen es generar más violencia", se advierte en el estudio.

Casos extremos de castigo físico contra menores dentro de su propio hogar han sido ampliamente difundidos por los medios de comunicación nacionales, por lo que no es casual que la población encuestada, mayoritariamente (aproximadamente el 60%), señale la violencia como el principal problema que afecta a los niños entre 0 y 12 años de edad.

¿Y los derechos?

También tienen claridad, los costarricenses, que la violencia se refiere al maltrato en sus diversas formas; a saber, físico, verbal, psicológico, emocional, sexual. Sin embargo, apenas una ínfima parte de la población encuestada (4,6%) percibe la violencia como una violación de los derechos de las personas menores de edad, lo que para el sociólogo y director del Idespo, Guillermo Acuña, debe llevar al país a reflexionar sobre el hecho de que no se está considerando a los niños y adolescentes como sujetos de derechos.

Ya en la encuesta Percepciones de la ciudadanía costarricense sobre la niñez, realizada por el Instituto en 2003, cerca de un 80% de los entrevistados reconoció que se valora poco o nada la forma de pensar de niños y niñas. Entre las justificaciones que dieron para esta actitud mencionaron que "las personas adultas creen tener siempre la razón".

Y así lo confirma la reciente encuesta, ya que a pesar de que la mayoría de los consultados mencionan el diálogo, el cariño y el buen ejemplo como las principales formas que se adoptan para corregir y disciplinar a las personas de 0 a 17 años, en la práctica, los adultos son más dados a imponerse y obligan al niño a "hacer caso", en vez de dialogar o negociar, según destacó la psicóloga Ana Teresa León, presidenta ejecutiva del Pani.

Un problema cultural

León subrayó que el castigo físico es un problema cultural, ya que esta práctica de crianza afecta a los niños desde edades muy tempranas en el seno de sus familias.

Los propios encuestados confirman que se trata de un patrón de crianza muy arraigado en la cultura, al reconocer mayoritariamente (71%) que en su niñez, sus padres o algún otro adulto acostumbraban pegarle, jalarle el pelo o pellizcarle, para corregirle o llamarle la atención cuando se portaban mal.

Legislación para proteger los derechos de los menores de edad no ha faltado. Incluso, la Ley No. 8654 regula directamente el tema, al establecer que "las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a recibir orientación, educación, cuido y disciplina de su madre, padre y responsables de su guarda y crianza(. . .), sin que de modo alguno se autorice a estos el uso del castigo físico ni el trato humillante".

Además, se han promovido prácticas de crianza respetuosas de la dignidad de los menores a través de campañas, realizadas tanto por el Pani como por otras instituciones y organizaciones no gubernamentales, incluidos el Instituto Interdisciplinario de la Niñez y la Adolescencia (INEINA) de la UNA, la Defensoría de los Habitantes y Save the Children, entre otras.

Pero no es suficiente. "Es evidente que se debe trabajar muchísimo en educación", subraya la presidenta del Pani. En esa dirección se enfoca el programa "Academia de crianza", que consta de ocho sesiones e incluye temas como disciplina, seguridad emocional y física, importancia de que el niño se sienta querido y del sentido de pertenencia, entre otros.

"Niños que no se sienten queridos, difícilmente van a hacer caso", advierte León. Y es que, como explicó la vicepresidenta de la República, Ana Helena Chacón, durante la presentación de los resultados de los estudios del IDESPO, "nadie aprende desde la humillación".

¿Y qué es lo que sienten los niños a quienes se les aplica castigo físico? "Tristeza, dolor, miedo, culpa, soledad", de acuerdo con la Consulta Nacional a Niños, Niñas y Adolescentes sobre

Castigo Físico, de octubre de 2013, citada en la página electrónica del Pani.

Esos sentimientos en nada favorecen el desarrollo físico, intelectual, moral, espiritual y social de los menores de 18 años, garantizado en la legislación nacional e internacional.

Por eso, es preciso trabajar en la deconstrucción de los modelos de crianza, como propuso Chacón. La misma población consultada coincide en que lo que se requiere es educación para los padres de familia. Como todo cambio en los patrones culturales, tomará tiempo y requerirá el concurso de todos, pero se trata de lograr que las nuevas generaciones no sigan conviviendo con el castigo físico, como un invitado no deseado en sus hogares.

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    Abril 2016 - Año XXVI # 274

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