Los retumbos del Turrialba

Eliécer Duarte para CAMPUS
eduarte@una.cr

Fue en el año de 1982 cuando por primera vez pude ver el verde vibrante del volcán Turrialba y su contraste con una caldera pedregosa y desnuda de vegetación, sin embargo llena de vida. No sabía en ese entonces que, en los próximos 30 años, podría admirar la evolución de un volcán que los vecinos llamaban "muerto". Las giras en esos primeros años, con los pioneros de la vigilancia volcánica del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica de la Universidad Nacional (Ovsicori), se tornaban en todo un reto. Tres horas con la mochila en la espalda desde La Central; o sea, una hora por kilómetro. Aguaceros, rayerías, sol intenso o frío congelante.

Años después, con mis colegas de la "U" recordaríamos muchas anécdotas en la casa de Nago, con Manuel su hijo, aferrados a un jarro de aguadulce y una tortilla de queso en preparación para la dura caminata que nos llevaría desde La Picada hasta Guápiles. Al calor de la cocina de leña, Naguito nos contaba como una de sus preocupaciones era que el Turrialba se despertara y se "jalara una torta". "No quiero ni pensarlo", decía, "yo estaba aquí mismo cuando el Irazú lanzaba piedras rojas por los aires y caían por el lado de los Robert".

El éxodo de Naguito

Años después, en el 2007, vería desfilar, con resignación, a Naguito y algunos otros vecinos hacia un destino "más seguro"; y eso tan solo después de los dos primeros enjambres sísmicos y luego de que el aire se enrareciera con gases magmáticos... aviso inequívoco de que las cosas estaban cambiando rápidamente. Para mis adentros pensaba yo "qué destino más seguro podrían encontrar en una urbe como Paraíso o Cartago". Al pie del volcán habían pasado toda su vida, casas que no conocen candados, leche y queso a granel y un paisaje con todos los verdes imaginables.

A mitad de los 90 las acciones de monitoreo volcánico aumentaron. A raíz de los enjambres sísmicos, precursores de la actual actividad, se pidió ayuda extranjera para instalar más sismómetros, y las visitas para colectar gases y documentar cambios en la cima y alrededores aumentaron.

Entre el 99 y el 2004 la formación de cárcavas, al este del cráter oeste, aceleró y quemó la sana vegetación que ahí crecía. Canales profundos unían al cráter oeste con el cráter central. El terreno comenzaba a sentirse "fofo" y, al caminar, el pie se hundía más arriba de los tobillos. No era para menos, esa es la sección que "volaría" en octubre de 2014 y que mostraba cambios anticipados. La vegetación enana y leñosa que crecía ahí se comenzaba a marchitar acompañada de un olor acre y penetrante, señal firme de que los gases magmáticos comenzaban a alcanzar la superficie por todas las porosidades.

Coyotes en fuga

Ya para mitad del 2005 se reportó la conducta errática de coyotes que deambulaban al mediodía cerca de la cima, actitud inusual, pues estábamos acostumbrados a oírlos aullar por la noche y a nunca verlos de día. Los campos fumarólicos en la cima comenzaron a cambiar, algunas fumarolas se "salieron" del cráter oeste con temperaturas de 71 grados a 100 metros de cráter oeste. Había indicación de que algo sucedía debajo del grueso sedimento que cubría el fondo del cráter y que los esfuerzos por llevar gases en abundancia hasta la superficie eran vanos, dado el peso de ese "tapón". El uso de mascarilla de boca y nariz ya se hacía indispensable. Las abundantes aves e insectos no se miraban más pululando las flores y frutos de los otrora arbustos frondosos de la cima. El paisaje se tornaba amarillento y seco.

Es el año 2007, cuando la mayoría de vecinos de La Silvia y La Picada desalojan la zona, pues el olor y la molestia de los gases en las partes bajas se tornaban inaguantables. Sí, también fue cuando Naguito y Manuel se fueron para Birrisito a buscar otra vida, al igual que la mayoría de los Coto, Meléndez y Abarca. Lo que había sido su casa, acogedora y fértil ya no era más un sitio seguro para vivir y para ver crecer a sus hijos y nietos. Por el contrario, las tareas de vigilancia volcánica se extendieron hacia esos sectores con la instalación de nuevas estaciones sísmicas, estaciones de medición de deformación volcánica y colectores de lluvia ácida y de gas radón.

Y despertó el gigante

Y como si fuera un rol ensayado: en enero del 2010 se dio la primera gran explosión. Junto al cráter oeste se abrió una enorme boca (con forma de pez) que vomitaba sedimentos, rocas, gas y vapor. El volcán aumentaba sus señales. De nuevo, y por coincidencia, otra erupción con apertura de boca ocurre a mitad de enero del 2012. Y como si dos no fueran suficientes, en mayo del 2013 otra erupción freática ocurre.

Los parámetros observados mostraron constantes cambios, hasta que al fin llegó la noche del 29 de octubre del 2014 cuando el volcán logra "volar" el "tapón" que lo bloqueaba. En ese esfuerzo se llevó consigo una gran parte de la pared este, reduciendo el área entre el cráter activo y el central. Bloques métricos quedaron desperdigados en la parte interna de la caldera volcánica y mejor que así fuera pues de haber volado este material para el oeste los efectos podrían haber sido calamitosos sobre las fincas, animales e incluso algunos de los pobladores. Los materiales finos lanzados se distribuyeron con el viento a gran parte del Valle Central. Esto fue el preámbulo para los meses siguientes que repitieron la distribución de cenizas hasta alcanzar a detener las operaciones aéreas en varias ocasiones. La constancia y sostenimiento, por horas y días, de emisión pasiva de ceniza que ocurre actualmente se vuelve día a día en rutina. Pronto tendremos a unos medios de comunicación demandando nuevos eventos o hechos extraordinarios, pues ya la molestia de la ceniza no es noticia.

Sea como sea, el privilegio de haber visto el lento despertar de este inmenso coloso deja una sensación de pequeñez y de admiración. Como todo en la vida, el Turrialba cesará, y volverán a su región y su rutina los Naguitos y los Manueles. Poco a poco, tal y como despertó, dormirá.

(*) Profesor investigador Ovsicori-UNA.

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    Agosto 2016 - Año XXVI # 278

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