A desenterrar, a desenterrar

Hace un siglo

Isabel Ducca D.

¡Qué falta nos hace a los costarricenses diferenciar entre un estadista y un simple inquilino de la Casa presidencial! A don Alfredo González Flores lo deberíamos de llamar el Adelantado. Veamos cómo caracterizó al capital extranjero:

...uno de los remedios más contraproducentes ha sido atracción inconsulta de capitales extranjeros para acelerar el desarrollo económico del país. Los capitales extranjeros son, sin duda alguna, necesarios para nosotros; pero ellos por sí solos son un factor secundario en la economía nacional. (...)El empresario extranjero trae generalmente su espíritu de empresa, no siempre; pues ocurre con frecuencia que solo sea el agente financiero de los capitalistas de afuera, y, aún en la parte práctica del negocio, este suele depender, o de los mismos hijos del país o de los extranjeros aquí radicados, independientes, que ya han llegado a formar parte de la sociedad en que viven. El capital movible es casi siempre lo único que trae el buscador de concesiones, y, sin embargo, pretende por lo general que, con solo esto, sin ofrecer compensación alguna, o a cambio de compensación inadecuada o insuficiente, se le facilite desde luego la tierra que necesita. Esta tierra, las concesiones de minas, de fuerzas hidráulicas, etc., constituyen la base primaria de todo el negocio; sin ella, carece de valor cuanto oro hay en el mundo y haya podido aportar el interesado.

Ha prevalecido en muchos de estos países la idea, profundamente equivocada, a mi ver, de que conviene abrirle las puertas de par en par a toda empresa capitalista extrajera, de que no debe pedírsele nada, de que no debe imponérsele obligación alguna, para impedir que huya o se retraiga. Se ha vivido en la creencia cuasi infantil de que la sola presencia de tales empresas en el país y, con ellas el aumento en el volumen de los negocios que naturalmente provocan, bastan a mejorar la vida económica de la Nación. Preciso es confesar, con todo, que la influencia favorable determinada por el solo acto de presentarse el nuevo negocio, la traída inicial del capital en que este se apoya, el dinero que en abundancia hace circular al comenzar sus operaciones y la propicia ocasión de medro que políticos y abogados de mala ley en él suelen encontrar, todo esto, digo, ha contribuido a mantener a las gentes bajo el dominio de una sugestión ficticia, pero halagadora, con respecto a las supuestas ventajas que por sí solo aporta el contingente del capital extranjero.

Carta a un salvadoreño, 1916.

¿Cómo van a desperdiciar esa ocasión de progreso personal los políticos y los abogados de mal ley?

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    Agosto 2016 - Año XXVI # 278

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