De traductores y reactores

Bianchinetta Benavides Segura (*)
bianchinet.benavides.segura@una.cr

Con frecuencia para traducir un resumen de un artículo o ponencia, los autores suelen buscar a alguien que hable inglés que les pase el texto a dicho idioma. De allí que muchas veces nos topamos con documentos "traducidos" con un registro inapropiado para el contexto de la publicación: a veces muy informal; otras veces, sin sentido; y casi siempre con una intromisión involuntaria de los rasgos de la lengua materna de quien hizo el favor de pasar el texto.

Por supuesto, un profesional con dominio total de una segunda lengua muy probablemente podrá escribir su propio artículo o ponencia en dicha lengua. El problema surge cuando se le solicita una tarea de traducción a una persona que no es traductor. Un traductor profesional es un especialista con dominio completo de los aspectos estructurales, metatextuales y pragmáticos de al menos dos lenguas: la propia y la extranjera; además del conocimiento paralelo, -en ambas lenguas-, de la terminología propia del área del saber en el que se enmarca el texto por traducir.

Solicitarle una traducción a una persona sin formación en traductología equivale a pedirle a un economista sin formación en ingeniería económica que calcule los costos de un reactor químico que transporte hidrógeno. Si el cálculo no considera aspectos como el espesor y temperatura del hidrógeno, sino que se limita a calcular cantidades, el reactor no solo no alcanzará su función óptima, sino que además se corre un alto riesgo de que explote.

En el marco de las celebraciones del Día Internacional de la Traducción se reviste de especial importancia la contribución que hacemos los traductores a la permanencia y eventual ascenso de la institución en los ránquines mundiales, dado que estas mediciones dependen casi exclusivamente de la visibilización internacional de las publicaciones de sus académicos. Por ello, las entidades a cargo de esta visibilización deben velar por la presencia de profesionales en traductología como parte de los actores del proceso.

Los profesionales bilingües y los profesores de lenguas extranjeras son, sin duda, especialistas en sus respectivas áreas del saber. Desafortunadamente, mucha gente desconoce que un profesional en lingüística requiere dos o tres años más de formación universitaria para convertirse en traductor, de la misma forma que un médico general necesita dos o tres años más de formación para convertirse en cardiólogo. Es cierto: los dos son médicos, pero solo uno puede prescribir el uso de un marcapasos.

A menos que se cuente con una doble titulación, un traductor per se no es un especialista en enseñanza de una segunda lengua, sino un profesional con conocimientos e idoneidad para el ejercicio docente. Lo mismo ocurre a la inversa. Por eso, cada vez que necesitemos una traducción, asegurémonos de contratar a un especialista, no sea que termine explotando el reactor.

(*) Catedrática de la Escuela de Literatura y Presidenta de la Asociación de Traductores e Intérpretes Profesionales

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    Octubre 2016 - Año XXVI # 280

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