El amigo del bosque

UNA otorga mención de profesor emérito a botánico Luis Poveda.

Gerardo Zamora Bolaños / CAMPUS
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Cuentan que los árboles y plantas de Costa Rica se dividen antes y después de Luis Poveda Álvarez. Son tantos trillos, senderos, montañas recorridas "a pata" como dice Poveda, que describir su vida en pocas líneas es tan imposible como cargar un roble. Todo comenzó en su natal Turrialba, allá por la década de los 40. "De feria mamá tenía muchas plantas, y nos curaba a menudo con ellas, nos llevaba al médico sólo en caso extremo; allí comenzó mi pasión por todo esto", dice Poveda, en un tono melancólico.

El secreto del bosque

La botánica cumpliría uno a uno sus sueños. Botas de hule, cuchillo, cantimplora, linterna, brújula, tienda de campaña. No sólo sería medio siglo identificando plantas y árboles, describiendo sus características, memorizando nombres casi impronunciables; serían también 50 años arrancándole a la montaña sus secretos, esos que tienen que ver con el buen vivir: "gracias a nuestras investigaciones, la raíz de la planta que conocemos como chilillo, abundante aquí, la utiliza el Instituto Nacional contra el Cáncer, en Estados Unidos, para combatir algunos tumores; hasta del Hospital de Heredia nos mandan pacientes para que les demos", narra Poveda.

Y es que cuando Luis Poveda, "Pove" como gusta que lo llamen, está frente a un árbol, realmente no está frente a él, está con él, dentro de él, juntos forman un solo acto en una suerte de trance. De esa simbiosis, hombre-árbol, brotan conocimientos y poemas, los cuales siempre anda consigo.

Entre serpientes y armónicas

Sus investigaciones son claves para la lucha contra el cáncer.

Pero esto de la botánica, no ha sido un lecho de rosas para Pove. ¡Cómo olvidar aquella terciopelo! "Iba yo una vez por Upala, con unos troncos al hombro, cuando sentí que me mordió algo: era una terciopelo, el dolor era espantoso y la pierna se me puso terriblemente hinchada. Por dicha andaba sueros antiofídicos; de no ser así, no estaría contando la historia", relata Poveda entre risas.

Esos episodios no detienen a Pove. Como buen árbol, él extiende sus ramas y comparte sus frutos. Abona la tierra de la academia a punta de buena semilla, y lo hace desde 1976, como fundador de la Escuela de Ciencias Ambientales de la UNA, profesor, investigador, catedrático e incluso en su condición de pensionado: "Es muy satisfactorio ver a muchos de mis alumnos hoy como eminentes profesionales, desempeñando puestos de jefatura en instituciones de importancia en el país", comenta.

En el atardecer de su vida, sus ojos pícaros son los mismos de aquel chiquillo turrialbeño que corría por cafetales y bosques. Su vocación y mística sigue intacta, su capacidad de asombro está viva, aseguran quienes le conocen desde hace décadas: "en una ocasión, cuando Poveda encontró la planta que buscábamos, se puso tan feliz, que sacó su armónica y comenzó a tocarle a la planta. Fue una experiencia increíble y emocionante para él y para mí. Eso permite ver cuánto realmente ama a las plantas", describe Tony Durst, químico de la Universidad de Ottawa y amigo de Poveda.

Honor al maestro

Jubilado el año anterior, tras cuatro décadas ligado a la UNA, su trayectoria de casi medio siglo merecía ser reconocida. El pasado 20 de octubre, y por acuerdo del Consejo Universitario de la UNA, se decidió otorgarle a Luis Poveda Álvarez la mención de Profesor emérito de la UNA, por su invaluable labor como investigador y académico de las ciencias ambientales. Maestro y pionero del estudio de la flora neotropical, particularmente las plantas medicinales, impulsor de la medicina popular indígena, negra y campesina. Sus aportes son la base para cientos de investigaciones a nivel nacional e internacional, en el campo de la medicina, biología, homeopatía y ciencias afines.

El 9 de marzo anterior, le fue entregada la distinción, en el Auditorio Clodomiro Picado de la UNA. Sus allegados no se guardaron nada para Pove: "para mí la botánica en Costa Rica nace con Pove, anduvo toda Costa Rica; destruyó su carro, sus zapatos, hasta su vida, para que todos aprendiéramos de él. Es como nuestro tesoro botánico", sostiene Pablo Sánchez, uno de sus colaboradores más cercanos. "No solamente se convirtió en uno de los mejores botánicos de Costa Rica, sino que ha sido impulsor de una gran cantidad de investigaciones, dedicadas a las plantas y árboles, algunos de los cuales llevan su nombre", cuenta Quírico Jiménez, otro de sus exalumnos y amigo personal.

Amigo, científico, padre, esposo... Quienes lo conocen desde siempre, saben de sus raíces: "Luis es todo un ejemplo a seguir, por su humildad, entrega y dedicación para con los demás", confiesa doña Lidia Marcela Zumbado, su esposa.

Entre aplausos y anécdotas transcurrió su homenaje, porque en la UNA sabemos de la madera que Pove está hecho. "Estos son como nuevos aires para mí, quiero seguir trabajando, investigando, hasta donde pueda", concluyó Poveda.

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    Abril 2017 - Año XXVII # 285

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