Entrelíneas
Educar con el ejemplo
Silvia Monturiol F.
"Con nuestro ejemplo, con las palabras que pronunciamos y los actos que hacemos vamos plasmando de una forma cotidiana el alma de nuestros hijos", dice Durkheim en Educación como socialización.
Este tipo de educación no formal, no escolarizada, que es transmitida tanto por los padres de familia como por los maestros, tiene gran influencia en el desarrollo del carácter, sobre todo tomando en cuenta que las bases de la personalidad del individuo se forman en la infancia.
Y es que-como sabemos-el ser humano se expone cotidianamente a este tipo de educación que se transmite en forma inconsciente. Se trata de "educar el espíritu", el cual es susceptible de "educabilidad" porque-contrario a lo biológico e instintivo-no está predeterminado ni fijado.
Para el filósofo alemán Max Scheler, el espíritu-que comprende la intuición, la razón y los actos emocionales-tiene determinadas operaciones educables: el autoconocimiento o la capacidad reflexiva, los actos emocionales o lo afectivo, los cuales pueden ser encauzados brindándole objetos dignos, y la autodecisión o libre elección.
Más que las palabras dirigidas e intencionadas, la educación ejercida de manera inconsciente contribuye a la formación de los principios.
Precisamente, "tener algún principio", es decir, "sentir por algo o alguien" es una forma de darle sentido a la vida, de acuerdo con la denominada "logoterapia", de Víctor Frankl, psiquiatra quien sobrevivió a los horrores de un campo de concentración nazi.
Basado en las experiencias vividas y sufridas, Frankl asegura que para ser verdaderos, estos principios no pueden estar alejados del mundo; más bien, deben estar apegados a este, partiendo de una visión epistemológica geocéntrica, en oposición a la antropocéntrica, que en muchos casos convierte al ser humano en un ser individualista, que menosprecia al mundo a su alrededor.
Paradójicamente, el modelo de "capitalismo salvaje" imperante en el mundo, que nos ha llevado a la competencia desencarnada, también nos ha abierto las puertas de la globalidad; es decir, nos ha mostrado la gran diversidad que existe en términos de culturas, de etnias, de creencias, de personas y preferencias de todo tipo. De esta forma, nos ha abierto los ojos en cuanto a que del respeto a otras formas de vida depende nuestra propia sobrevivencia.