¿Y su Cementazo?

Gerardo Zamora Bolaños
gzamorab@una.cr

El camino fácil frente al conocido “Cementazo” es montar un tribunal de juicio a la hora del almuerzo, ponernos las túnicas de jueces en casa, y despotricar. Lo difícil es mirarnos al espejo, ¿qué duro verdad?: la sana práctica de autoobservación (Antony de Mello), llave para entendernos mejor como seres humanos.

La primera pista de que el Cementazo nos pringa a todos, es ese silencio que se dibuja en algunos cuando se habla del tema, esa sonrisa solapada cuando algo nos suena familiar. Es probable que a más de uno, el llamado tráfico de influencias le haga click: algún favor por ahí, una metidita de hombro, una llamada telefónica en el marco del mayor respeto. ¡Claro!, más de uno dirá, “es que en mi caso fue algo pequeño, es que no había dinero de por medio, es que se trataba de mi hijo, es que no hay fondos públicos en juego”, y el desfile interminable de “es que”, sobre el cual edificamos la incorruptible autoimagen: ¡qué difícil trazar la línea entre una cosa y otra!

Esa primitiva reacción de señalar, y luego definirse a uno mismo afuera de lo juzgado, encuentra su recurso preferido en la invención de un personaje que amamos, el de la “gente”, por que nos permite conservar la pureza: “mae usted sabe cómo es la gente”, “la gente de ahora”, “¡qué gente!”. Ya Hegel lo decía “cada conciencia persigue la muerte del otro”. Cuando percibimos diferencias con el otro, el corrupto por ejemplo, se crea un sentimiento de pérdida de identidad. Por lo tanto, urgentemente corremos a descalificar, ad portas, para atracar en puerto seguro; el arsenal para lograrlo va del meme al moralismo dogmático. Estos procesos de construcción de identidad, como un fenómeno que surge en oposición a otras identidades, me parecen fascinantes. Los “antis”, diría Eduardo Galeano.

El ejercicio de reconocernos en el “Cementazo” es cruel, y sólo puede elaborarse a solas, en público jamás, por que la “Espiral del silencio” (Noelle-Neumann) lo impide: los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no. La sociedad amenaza con aislar y silenciar a los individuos que expresen posiciones contrarias a las asumidas como mayoritarias -aunque no lo sean-. Rasgarnos las vestiduras frente al “Cementazo” es parte del protocolo esperado, aunque por dentro la procesión sea otra, por que somos contradicción deambulante. En palabras de Jiménez Deredia haciendo alusión a Pablo de Tarso: “cuando hago el bien, el mal se me sienta a la par”.

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    Diciembre 2017 - Año XXVII # 293

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