El cine latinoamericano brilla: embriaguémonos con su luz

Gabriel González Vega (*) / para CAMPUS
gabriel.gonzalez.vega@una.cr

Si bien ahora hay más opciones para disfrutar buen cine, ¿cuántos las aprovechan? nuestro subcontinente, el más desigual y violento, produce audiovisuales valiosos en forma y contenido y aquí mismo hay una pequeña e interesante cosecha local pero me temo que pocos lo disfrutan. La gente que asiste a salas sigue anclada a los entretenimientos hollywoodenses, privilegiados por los exhibidores; es un círculo vicioso. Parece un fenómeno más de socialización que de apreciación artística (los "fiebres" que vamos, incluso solos, atraídos por la categoría de la peli, somos minoría). ¿Será que la gente va para que la vean y ver a los demás más que para ver la película? Los esfuerzos puntuales como el Cine Club Magaly son encomiables, mas falta ubicar nuestro 7° arte en primera fila; no es fácil, el problema es mundial y de origen. Lo que el gobierno hace aquí es exiguo -recuerdo que hace 20 años en el Centro de Cine hacíamos 400 funciones gratuitas al año por todo el país, formando público- y ahora ni siquiera hay apoyo a los creadores locales para la distribución (me consta por mi experiencia con cuatro largometrajes). En buena hora que el Cine Magaly se haya posicionado como una sala de calidad e incluso construyen una salita adicional pero ¿seguirá siendo el buen cine afecto de minorías?

En cualquier caso, un factor es la información, por lo que siempre vale recomendar obras que los interesados podrán rebuscar. Puede ser muy gratificante ver algo distinto a la enésima explosión de Michael Bay. Por cierto, recién vi The Fate of the Furious (de F. Gary Gray) en el legendario Teatro Chino de Hollywood, una delicia de sala, dorada y carmesí, confortable y elegante, con imagen y sonido impecables. Fue una linda experiencia gozar de ese espacio fabuloso, junto al Dolby Theatre de los Óscar que también recorrimos, mas el popular filme me pareció tan mediocre como toda la saga... Me fue mejor con La bella y la bestia ahí mismo, pues además de mi crush con Emma Watson (que se remonta a las Harry Potter-serie digna de atención-), el filme es atractivo (por cierto, esas obsesiones son normales en los cinéfilos, de hecho, muy satisfactorias; le dan sabor a la afición).

Magallanes es un desgarrador drama del actor (Pantaleón y las visitadoras) y ministro de cultura peruano Salvador del Solar, en su debut como director, interpretado excepcionalmente bien por dos grandes de nuestros lares, el mejicano Damián Alcázar (La ley de Herodes, La delgada línea amarilla), tan prolífico como experto, y la indígena peruana Magaly Solier (que destaca en las inquietantes La teta asustada y Extirpador de idolatrías). Trata de un militar al que el azar le otorga la oportunidad de reivindicarse de los desmanes que cometió durante la devastadora guerra del gobierno con el terrorismo. Como en El mudo, el cine peruano tiene la capacidad de revelar las profundas heridas sociales de su hermoso pero azorado país; las peculiaridades de sus pueblos trenzados en cruentas batallas por la sobrevivencia, con la pobreza ancestral y las riquezas tanto naturales como culturales al vaivén de las inequidades y abusos. Algo que también describe con su prosa magnífica Mario Vargas Llosa en Cinco esquinas (asimismo, sobre el periodismo sensacionalista el consagrado Francisco Lombardi hizo la incisiva Tinta roja).

El realizador francés Laurent Cantet es un director riguroso, radical, con filmes como Recursos humanos, que explora el conflicto de clases con hondura, y la incómoda Entre muros (ganadora de Cannes), que es unaprovocativa y desgarradora visión de la lucha étnica y cultural en el corazón de la educación francesa. Sin concesiones, su obra es despiadada pero sincera y útil. Se ve su mano en el extraordinario Regreso a Ítaca (aquí Ulises es un cubano que regresa de España y se arma la fiesta y la polémica con sus cuates de antaño). Aprovecha al máximo una sola locación -una azotea que lo mismo mira el seductor malecón que a la variopinta vecindad-, y sus coordenadas geométricas y lumínicas -aún más para los que conocemos La Habana, que es una ciudad tan abigarrada y peculiar- y se sirve de otro equipo formidable de intérpretes cubanos (son ciertamente de los mejores del mundo). Yo la vi como si leyera el libro del genial Leonardo Padura esmeradamente ilustrado; tiene una capacidad genial para hacer estallar la acción dramática en lo que parece apenas la postal de un día. Mas lo consigue con una profundidad inusual, la que trasciende los pleitos de consignas y los alineamientos serviles a favor y en contra para bucear, como diría Carlos Catania, en las profundidades del alma humana, arraigada en su realidad más concreta. Es tan esclarecedor además de bello, no bonito que es como si el filme se hubiese hecho dentro de medio siglo, ya sabiendo todo lo que había pasado.

Play the Devil es un filme de Trinidad y Tobago (país desconocido en nuestras pantallas, aunque el año pasado logramos que nuestra Presos participara en su pujante festival). El filme de María Govan explora con vigor e inclemencia la tentación homoerótica en el contexto machista de esa cultura afroamericana, en el marco propicio de un carnaval. Otro ángulo éste de las limitaciones que imponen los patrones sociales a la realización personal y de los conflictos subyacentes en los esquemas familiares.

Caso curioso es el de Inseparables, versión argentina de un sabroso filme francés (Intocables de Nakache y Toledano), que copia el original casi plano a plano y lo hace eficazmente. La historia es formidable, de un humor fino y sagaz, que depende de sus hábiles intérpretes. El magistral Óscar Martínez (de la excepcional Un ciudadano ilustre, filme indispensable) y el hábil Rodrigo de la Cerna (gran contraparte en Diarios de motocicleta el viaje iniciático del Che que interpreta Gael García Bernal salen avante con aplomo y gracia. Aun ya habiéndola visto en su versión original, fue un gusto gozar de lo que en Francia llegó a ser un fenómeno social gracias a su éxito arrollador. Es que además inspira. Nos deja alegres y motivados. Como ocurre con la hermosa Truman, gentil mirada argentino española a la amistad con un Ricardo Darín y Javier Cámara y el perro Trolio en estado de gracia. En estos tiempos que corren cine así se agradece.

(*) Académico jubilado de Estudios Generales

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    Julio 2017 - Año XXVII # 288

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