Venezuela: narrativas y polarización

Carlos Humberto Cascante Segura (*) para CAMPUS
carlos.cascante.segura@una.cr

Las lecturas de la crisis política en Venezuela, condicionadas por intereses y visiones ideológicas de la realidad, parecen ser insuficientes para comprender la magnitud y la velocidad con que se están produciendo los hechos en el gigante petrolero sudamericano.

Desde la izquierda, se advierte que el gobierno de Nicolás Maduro se enfrenta a un intento de golpe de estado, orquestadopor las élites económicas descontentas con los cambios sociales promulgados desde la llegada de Hugo Chávez al poder a inicios del presente siglo. Las élites son apoyadas por el juego imperialista de los Estados Unidos, junto con gobiernos afines (entre ellos el Brasil de Temer,la Argentina de Macri, México, Uruguay, Paraguay, Guatemala y Costa Rica) en asocio con el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que han intentado bloquear toda salida negociada a la conflictividad social. Esta narrativa es difundida gracias a los medios de difusión del gobierno y sus partidarios en distintas redes sociales, así como por partidarios de la revolución bolivariana.

Por otro lado, desde la derecha se plantea al gobierno de Maduro como una dictadura, que apoyada por el ejército y un aparato estatal cooptado por el chavismo ha logrado impedir un proceso de referéndum revocatorio del mandato, única salida posible según los opositores a la crisis económica, provoca por la errática política económica del partido Socialista Unido de Venezuela a lo largo de las administraciones de Chávez y Maduro.

Desde estas trincheras se reitera y se lamenta la falta de compromiso de la comunidad internacional, especialmente los Estados Unidos, así como de la OEA para ejercer una presión que obligue al gobierno venezolano a la programación del referéndum, que permita salir del conflicto. En esta línea, existe una visión de un gobierno represor y los dirigentes de la oposición son identificados como mártires de la democracia. Esta narrativa se difunde a través de los grandes medios de comunicación en América Latina.

En este panorama lograr un análisis equilibrado resulta una tarea harto complicada. Los espacios para el estudio de las causas de una crisis chocan con el compromiso con principios de justicia social o con las visiones de lo que se considera un sistema político democrático.

A pesar de ello, pueden distinguirse tres actores que condicionan el proceso: un aparato estatal dominado por las fuerzas del gobierno de Partido Socialista Unido de Venezuela, una oposición que dividida ha tendido a una radicalización de sus acciones y un ejército dispuesto a mantener su status quo.

Es claro que a lo largo de más de una década y media de gobierno, el "chavismo" logró ir creando cuadros burocráticos que ocupasen las posiciones más importantes del Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. Este clientelismo burocrático, que consiste en ampliar el botín político a través de la entrega de puestos no es propio de izquierdas o derechas, constituye un recurso político que permite consolidar lealtades y asegurar el predominio de un modelo de ejercicio del poder, más allá de los resultados electorales.En este sentido, la presencia de los cuadros chavistas en el Tribunal Constitucional y en el Consejo Nacional hacen que estas instituciones no tengan legitimidad para la oposición, para convertirse simplemente en bastiones que deben ser derribados junto con el gobierno.

Por otra parte, la oposición constituye un conglomerado carente de proyecto político más que la eliminación del chavismo. Ese elemento provoca que existan pocas alianzas seguras y una seria descoordinación en el mensaje de sus líderes. En esta línea, sus triunfos electorales han sido más el producto de la crisis económica de precios del petróleo que debilitó la acción socio electoral del gobierno venezolano, que la convicción en una verdadera opción político ideológica.El triunfo en las elecciones legislativas en diciembre de 2015 y la intransigencia de ambas partes para encontrar un acuerdo político de transición democrática, ha llevado a que en la oposición se consoliden los bandos más conservadores e intransigentes, que quedó demostrada en la elección del presidente de la Asamblea Nacional.

En esta línea la protesta social convocada por la oposición y las contramarchas organizadas por el gobierno han demostrado el espíritu de sobrevivencia del gobierno, pero también la intransigencia de la oposición, quienes pretenden a toda costa preservar sus intereses, más allá de que sea la sociedad venezolana la que sufre en carne propia la lucha de sus élites políticas.

El ejército más que apoyar a uno u otro bando está velando por sus intereses económicos, que han sido fortalecidos a lo largo de los últimos quince años. En esta línea, mientras que fue un actor fundamental para mantener el resultado electoral de diciembre de 2015, no ha dado señales claras sobre cómo reaccionará al incremento de la crisis interna y la presión internacional. Este es quizás la respuesta que se requiera para establecer la ruta de salida a la crisis política.

Además, el contexto internacional resulta igualmente complicado. Los Estados Unidos públicamente han señalado lo conflictivo que discursivamente les resulta Venezuela; no obstante, sus intereses petroleros nunca fueron puestos en duda, aunque se ha acusado a funcionarios diplomáticos y de inteligencia de los Estados Unidos de apoyar a la oposición. Como en muchas ocasiones, los escenarios internacionales representan obras teatrales que ocultan las bambalinas.

Asimismo, un grupo que ha variado de 8 a 14 países latinoamericanos están apoyando a la oposición venezolana de diversas formas. Los aliados al gobierno venezolano también han mantenido su posición en los foros internacionales, cada uno repitiendo las narrativas en cuestión. No obstante, su capacidad de incidencia parece vincularse con la esfera política. Aunque en algunos medios se ha acusado a algunos países de colaborar de múltiples formas con alguna de las partes.

Lo cierto es que todavía hoy no se vaticina el final de la crisis y mucho menos su resultado. La constituyente convocada por el presidente Maduro representa un acto más de este proceso. Lo que sí es seguro, en el mediano y largo plazo, es la existencia de una ruptura en el tejido social venezolano, que poco parece importarle a ambas partes, y que condena a esa sociedad a largos años de violencia, propio de las sociedades polarizadas.

(*) Profesor Escuela de Relaciones Internacionales-UNA

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    Junio 2017 - Año XXVII # 287

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