¿Cómo vivir (bien) 100 años?

Proyecto de IDESPO-UNA describe claves para una larga vida.

Península de Nicoya entre las regiones con más longevidad del mundo.

Gerardo Zamora Bolaños / CAMPUS
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Con 100 años de edad, don Bonifacio Villegas, recorre todas las mañanas su natal Pochote en Quebrada Honda de Nicoya en los lomos de Corazón.

Ajusta sus espuelas, soca el pretal, toma impulso y de un solo brinco monta su bestia. Esta maniobra sería una más para cualquier caballista, a no ser que el jinete tenga 100 años de edad. Es don Bonifacio Villegas, un centenario que en los lomos de Corazón recorre todas las mañanas su natal Pochote, en Quebrada Honda de Nicoya. Como él, 43 guanacastecos superan los 100 calendarios, lo cual convierte a la Península de Nicoya una de las cinco regiones con mayor longevidad en el mundo, las conocidas “Zonas Azules”: ¿cómo se gesta este milagro demográfico?

Entre el maíz y el Padre Nuestro

El campanazo lo dio el Centro Centroamericano de Población (CCP) de la Universidad de Costa Rica (UCR) hace 15 años. Un estudio dirigido por el demógrafo Luis Rosero, daba cuenta del particular fenómeno en la Península de Nicoya, que incluye los cantones de Nicoya, Santa Cruz, Hojancha, Nandayure y Carrillo. Pronto, la comunidad científica internacional volvió su mirada hacia Costa Rica, hasta que en el año 2005, el periodista estadounidense Dan Buettner, hizo el lanzamiento mundialmente conocido de su investigación las Zonas Azules, que ocuparía la portada de la prestigiosa revista National Geographic. En ella daba a conocer las cinco regiones del planeta con mayor cantidad de habitantes longevos, estas son: la isla Cerdeña en Italia, el archipiélago japonés de Okinawa, Loma Linda en California, la isla Icaria en Grecia y la Península de Nicoya en Costa Rica.

Con el tiempo, el trabajo científico multidisciplinario, al que se sumaría el Instituto de Estudios Sociales en Población de la Universidad Nacional (Idespo), comenzó a dar sus primeros frutos al identificar algunos factores que podrían explicar el singular hallazgo poblacional: una sana alimentación basada en las carnes, las verduras y los granos, particularmente el maíz, bendita herencia chorotega, asoma como posible causa. Algunos “guayacanes” dan fe de dicha condición: “nosotros comíamos natural, nada de abonos ni insecticidas, ni esas carajadas que les ponen; todo producido en la tierra, nos comíamos lo que sembrábamos nosotros mismos”, asegura vehementemente don Estanislao Suárez, vecino de Corralillo de Nicoya, quien a sus 102 años atiende a diario su pulpería.

Pero, ¿puede una dieta de éstas explicar el éxito demográfico de la zona? Sola no, ese parece ser el criterio de los expertos. Un cierto sentido de espiritualidad se apunta como otro factor decisivo en la vida de estos longevos: “no sé si San Pedro me tendrá haciendo fila, y si esa fila es larga o corta, lo que sí sé es que Dios me ha dado esta salud, y estamos aquí hasta que Él diga. Todos los días le agradezco el milagro de la vida, mire ¿que más puedo pedirle a la vida?, vea, me baño sólo, me chaineo, camino, soy feliz en medio de un mundo que ya conozco, ya nadie me puede decir a mí cómo es este mundo”, agrega Suárez.

Ni solos, ni sentados



Dominga Álvarez forma parte, junto con son 42 personas más, del grupo de personas de la llamada zona azul, que tiene más de los 100 años. Se estima que a partir de diciembre serán 52.

Las indagaciones y visitas de campo de académicos e investigadores del Idespo dejan al descubierto otras variables que podrían ser determinantes en la longevidad de estos “robles”: la actividad física con moderación, evidenciada en viejos hábitos como caminar distancias razonables, utilizar la bicicleta, ejecutar labores agrícolas. “Yo desde joven lidiaba con animales, el ganado, le ayudaba a mi marido con las labores del campo y también le hacía frente a lo de la casa. Si había que caminar, atravesar ríos, volar machete pues lo hacía, y míreme aquí todavía dándole de comer a las gallinas”, recuerda doña Trinidad Espinoza, de 101 años y vecina de Quebrada Honda de Nicoya.

Su actividad física, encuentra un buen complemento en un corazón también ocupado, y “chineado” diríamos. “A mí me encanta porque vivo rodeado de mis hijos, nietos, bisnietos, todos viven aquí en la misma finca, entonces siempre estoy acompañado, ellos escuchan mis historias, les doy consejos y por supuesto me chinean”, cuenta don Dámaso Mendoza, de 102 años, y vecino de Santa Ana de Belén, en Carillo, Guanacaste. Los expertos atribuyen parte de la longevidad a la existencia de estas redes emocionales, que mantienen vivo ese vínculo afectivo entre el centenario y su familia. Dicha inclusión les proporciona un sentido de la vida, una misión y una razón por la cual vivir: “yo vivo motivado, no paro de reírme a mis 102 años, y siento que lo que digo puede ayudar a otros, tal vez porque fui educador”, relata don Rafael Ángel Pizarro, vecino de Sardinal de Carrillo.









“Había que caminar, atravesar ríos, volar machete pues lo hacía, y míreme aquí todavía dándole de comer a las gallinas”, doña Trinidad Espinoza, de 101 años y vecina de Quebrada Honda de Nicoya.

¿Qué nos espera?

El análisis de los distintos factores que explican la larga vida en la Península de Nicoya, están contenidos en un proyecto todavía liderado por el Idespo. “Hemos querido buscar los determinantes de la longevidad en nuestra zona azul, describir las condiciones sociodemográficas, culturales, económicas y ambientales de esta población centenaria, a través de historias de vida que recabamos. Hoy son 43 personas por arriba de los 100 años, a partir de diciembre serán 52, eso nos llena de mucha motivación”, explica Nelly López, directora del Idespo.

Los resultados de dicho proyecto, el cual cuenta con el apoyo de Casa Presidencial, el Ministerio de Salud, el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se presentarán en el Encuentro Mundial de Zonas Azules. El evento se realizará del 16 al 18 de noviembre en Nicoya.

El objetivo del encuentro será “conocer a profundidad las diferentes investigaciones acerca de las zonas azules y cómo funcionan éstas en relación a las políticas nacionales de envejecimiento”, concluyó López. En un país como el nuestro, que para el 2025 tendrá 1 millón de adultos mayores, estas discusiones serán fundamentales.

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    Setiembre 2017 - Año XXVII # 290

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