Repensar la integración de las tecnologías en el quehacer docente
Willy Castro (*)
La senda que la Universidad Nacional ha recorrido en relación al uso de tecnologías para la información y comunicación en la docencia ha encontrado su mayor expresión en lo que se ha denominado como educación virtual o bimodal. Esta senda no es muy diferente de lo que ha sucedido en otras universidades alrededor del mundo (Murphy y Rodríguez-Manzanares, 2014). La virtualidad y la bimodalidad se refieren a la modalidad de aprendizaje en la que los participantes en el proceso desarrollan las actividades curriculares planificadas independientemente del espacio geográfico y del tiempo, usualmente mediante un sistema o plataforma de gestión del aprendizaje.
Las experiencias UNA de educación virtual y bimodal son diversas y valiosas, dignas de ser recuperadas y documentadas con el propósito de mejorar un proceso que no ha sido fácil y que de ninguna manera puede darse por concluido. Sin embargo, es importante mirar hacia el horizonte. La virtualidad y la bimodalidad quizás no sean ya la mirada por excelencia en el campo de la educación y las tecnologías. La experiencia de casi 17 años constituye hoy la base para trascender hacia nuevos horizontes dentro del contexto nacional y regional que permitan una apropiación de la tecnología como un recurso que facilite e impulse, desde su campo de estudio y articulada con otros campos una pluralidad de alternativas que orienten la senda de una transformación educativa. Kirkup y Kirkwood (2005) afirman que, cuando un profesor adopta las tecnologías de información y comunicación, lo hace principalmente para mejorar las prácticas existentes más que para impulsar transformaciones educativas. Si bien es cierto, esto en sí mismo conlleva una mejora no implica necesariamente obtener de la tecnología el máximo de su potencial para el aprendizaje.
Diecisiete años después de la primera promoción virtual de la Maestría en Desarrollo Rural es imperativo reflexionar sobre lo que se ha construido y hacia dónde seguir construyendo en la integración de las tecnologías en la docencia universitaria. Es decir, una reflexión que construya el aporte de las TIC desde y para una transformación significativa del quehacer docente. Una reflexión que considere el uso de las tecnologías para un aprendizaje significativo del estudiantado, significativo para el docente y para los diversos actores del quehacer universitario.
La integración, más que adopción, de tecnologías debe hacerse desde dentro, enfocada a una re-construcción desde la realidad de las unidades académicas, facultades, centros, sedes y recinto del porqué, el para qué, el qué y el cómo de la integración de las tecnologías en los procesos de aprendizaje. Trascender del uso de tecnologías genéricas que durante años han sido, y seguirán siendo, un recurso fundamental; hacia una mayor mirada del uso de tecnologías que medien el aprendizaje de contenidos disciplinares. Esta mirada requiere de las herramientas teóricas y metodológicas adecuadas para facilitar no solamente un diálogo, sino un diálogo con sentido y objetivo. Requiere además de una orientación de colectividad y no individualidad. Es decir, que los actores responsables de la integración y de una correcta integración de las tecnologías no pueden continuar siendo exclusivamente los docentes, sino trascender las estructuras mentales individuales y a la organización en sus dimensiones vertical y horizontal incluyendo como un todo a docentes, estudiantes, administración y gestión universitaria.
(*) Asesor de la Vicerrectoría de Docencia-UNA