Las miserias de los días

Hermann Güendel
hermann.guendel.angulo@una.cr

La Filosofía nació de la incertidumbre de una época para resolver épocas de incertidumbre. Desde su mismo origen el alma inquisitiva depositó en ella la expectativa de superar las miserias de sus días. Existiendo ahí donde no le queda al hombre más remedio que transitar por callejones sin salida y banales fantasías adecuadas solo a conciencias vulgares, no puede deambular por su realidad más que con el simple empuje del destino inevitable.  El alma angustiada convierte así su momento en época. Como si el mundo se redujese a su mundo, la caótica dinámica de su vivencia le resulta abrumador movimiento de la realidad por completo. Vive lo particular como universal. En su conciencia lo inmediato se acrecienta hasta convertirse en una fuerza tiránica. Pasa así su existencia añorante de trances de alegría. Sin perspectiva sensata se percibe en desamparo. El alma puede entonces solo retorcerse entre sus desasosiegos. Las almas ínfimas zozobran entre desolaciones provocadas por la ausencia de posiciones bien meditadas.

Las más simplonas conciencias opinan sobre su momento con base en lugares usuales y ocurrencias. Su conversación profunda termina en cuanto se dan cuenta de que no comprenden nada. Recurren entonces a alguna usual muletilla, al ceño fruncido y al cabizbajo gesto de pesadumbre. Vivir requiere de perspectiva. Todo lugar y momento exige al hombre estar alerta. Por ello el espíritu maduro demanda una filosofía. Nos erguimos por sobre las caóticas vicisitudes através de nuestra actitud hacia la existencia. Estructuramos el sentido de nuestras experiencias. Crearnos el significado de lo que es parte de nuestra realidad con el fin de hacerlo manejable.  En cada época las incertidumbres de los hombres provocan soluciones. Vivir es una posición, la del hombre erguido ante su presente. Sentido de cotidianidad elevado a significado de existencia y experiencia de vida, introduce ella sensatez en aquellos que destacan por un hablar ausente de mesura. No comprende el mundo quien no enfrenta el complejo entramado de sus vivencias.

El hombre cavila sobre sus apremios. Por ello la fuerza, la elegancia y el particular embeleso de lo que es parte integral de la orgiástica embriaguez por la vida. No piensa el filósofo tan solo para sí mismo. Criatura de la noche provoca en los otros las actitudes con las que se solucionan las miserias del momento.  Cada época se define por las vivencias que promueve, y estas solo pueden cambiar cuando lo hacen los hombres, sus experiencias y acontecimientos. En unos pocos años las relaciones de filiación e intimación se enrarecieron. La imagen de lo humano se tornó borrosa. Entre la neblina de los tiempos el roce humano se volvió difuso. Los seres humanos pasamos entonces de ser próximos a ser competidores. Como lo que complace alma bella perturba al espíritu inconforme, aquello precipitó la aparición de formas diversas de resistencia conductual y vivencial en la experiencia diaria. La época favoreció la constitución de grupos etarios, mujeres, indígenas, migrantes y homosexuales en nuevos actores significativos. Estos actores se convierten en seres ético-políticos. De simples personas ciudadanos pasan a ser cogestores de nuevos regímenes de ser, actuar y pensar, se inicia así una época de reingeniería en nuestra cultura.

Filósofo. Escuela de Filosofía-UNA

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    Abril 2018 - Año XXVIII N° 296

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