Entrelíneas

Democratizar la democracia

Víctor J. Barrantes C.
Víctor J. Barrantes C.

Un grupo de ciudadanos costarricenses, amparados por el derecho que les confiere la propia Constitución Política, propuso darle seguimiento a la labor que hacen nuestros diputados, a través de la iniciativa popular Adopte un diputado. La propuesta no cayó bien entre algunos de ellos, quienes, acostumbrados a un secretismo que cada vez más pareciera de la prehistoria, no solo se manifestaron en contra sino que incluso intentaron—como quien trata de devolver al río—detener o al menos contrarrestar esta iniciativa.

Adopte un diputado o cualquier iniciativa que, como esta, involucre a la ciudadanía, lejos de repelerse debe promoverse. No solo rima a la perfección con las nuevas tendencia de gobierno abierto, que promueven la transparencia (rendición de cuentas), la participación y la colaboración ciudadana como sus fundamentos, sino que contribuye a fortalecer la democracia, tal y como está sucediendo en España, el Reino Unido, Chile y otros países, en donde las demandas y los aportes de la ciudadanía han servido no solo para mejorar la transparencia, sino también para dar solución a problemas que la sociedad ha arrastrado por años.

El gobierno abierto (no confundir con gobierno electrónico) es clave para la democracia contemporánea porque replantea la forma como debe relacionarse la administración pública con la ciudadanía. Está claro que la tecnología forma parte importante de este proceso, por eso en la concepción de Álvaro Ramírez Alujas, en el gobierno abierto se escucha y se conversa con la ciudadanía, se comparte información y conocimiento, se facilitan las condiciones para la creación, se experimenta, se asumen riesgos, pero además se refuerzan los mecanismos relacionados con la lucha contra la corrupción, entre otros rasgos distintivos de esta forma de gobernanza.

Si asumimos que el gobierno abierto se sustenta en el acceso real a información “amigable”, abierta y a la efectiva apertura de canales para que la gente participe e incida en la resolución de problemas, le estaremos permitiendo al ciudadano pasar de ser un receptor pasivo de la política a un emisor activo que pide la palabra y también propone soluciones.

Por eso quienes asumen puestos públicos hoy (incluyo a las universidades) deben saber que tienen que generar las condiciones que posibiliten la participación de las personas, y que aquellas viejas fórmulas como “Se hace así porque el presidente soy yo”, “esta información es confidencial y no se puede entregar” o “este proyecto es mío”, tienen sus días contados, pues irremediablemente avanzamos hacia una mayor apertura, donde el secretismo quedará proscrito y la democracia tendrá que ser—querámoslo o no—más democrática.

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    Agosto 2018 - Año XXXI N° 300

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