La dolarización no es un almuerzo gratis

Leiner Vargas Alfaro (*)
leiner.vargas.alfaro@una.cr

La moneda es un acuerdo social tácito entre el Estado y los ciudadanos. Cuando un país es grande y su economía es fuerte y con amplias relaciones de comercio y de inversión, su moneda puede transarse dentro y fuera de las fronteras nacionales, lo que hace de esa particular moneda un medio de pago y cúmulo de valor de orden internacional. Dicho de otra forma, los países que logran hacer de sus monedas un medio de pago internacional tienen una doble ganancia, dado que pueden a través de su propia e interna política monetaria, afectar la dinámica económica global.

Para países pequeños y de economías poco competitivas la opción de convertirse en monedas fuertes o de transacción global es prácticamente nula. Es así como pueden optar por dos modalidades posibles: tener su propia moneda de índole y ámbito local, lo que necesariamente los lleva a tener un Banco Central y diseñar una política monetaria propia, o descartar lo anterior, dejando a manos de las monedas fuertes el papel que antes jugaba su propio Banco Central. En cualesquiera de los casos existen pros y contras que debemos tomar en cuenta.

Generalmente, los países en desarrollo han tenido dificultades para administrar adecuadamente su política monetaria; es frecuente tener ciclos de aumento violento de los precios, motivados en un desorden de la política fiscal y el uso indebido del instrumento de bonos de tesoro, principal mecanismo para recaudar el señoreaje o el impuesto inflacionario, ambos con emisión del Banco Central de recursos que son prestados al gobierno para el cumplimiento de sus obligaciones.

La dolarización desde un punto de vista económico significaría dejar de lado nuestra moneda, el colón, y trasferir ese papel al dólar, generando tanto en ingresos como en gastos una única referencia cambiaria. Sería que desaparezca la política monetaria activa, generando que el balance monetario lo determinaría los ingresos y egresos de la divisa extranjera, el dólar, provocando así que nuestro Banco Central se dedique a ser más una unidad de cuentas nacionales y quizás un museo, que nos recuerde la vieja historia del colón.

Sin embargo, la dolarización no es la pomada canaria y no significa que el país resuelve todos sus problemas con ello. La situación real es que se requiere cambiar la nominación de colones a dólares y para eso hay que endeudarse en el tamaño de la riqueza financiera existente, muestra del señoreaje acumulado a lo largo de los años y que es una fuente de financiamiento sano del Estado que sustenta la existencia del banco Central.

Se trata de muchos miles de millones de dólares que deberíamos adquirir para convertir la moneda actual y las cuentas de los bancos, que son en colones a su referente en dólares, ese préstamo no es gratuito ni barato, pues sumaría a la ya gran deuda de cerca de 50 puntos porcentuales del PIB, que el país carga producto de sus déficits históricos en materia fiscal. Dicho en palabras sencillas, la dolarización no es un almuerzo gratis.

(*) Académico Cinpe-UNA

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    Diciembre 2018 - Año XXXI N° 304

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