Entrelíneas

Adiós a un año difícil

Laura Ortiz C./CAMPUS

Despedimos el 2018, un año que iniciamos con una marcada división ideológica que salió a flote durante el proceso electoral. Aquella fiesta democrática se convirtió rápidamente en el desahogo de frustraciones, ira y resentimientos, enardecido por un reciente fallo de la Corte Internacional de Derechos Humanos donde ponía a propios y extraños en contra. Afloró también una realidad social, tal vez la más preocupante de todas: “una costa y una rica”, como lo mencionó Jaime Ordóñez en la clase inaugural del curso lectivo UNA 2018.

Los habitantes de las costas reclamaron su falta de protagonismo en la escena nacional, y sin levantar la voz, atraparon las miradas incrédulas de un país al que le reclaman la falta de igualdad y oportunidades de empleo, desarrollo y una mejor calidad de vida.

No habíamos terminado de digerir ese escenario cuando ya se vislumbraba en la Asamblea Legislativa la lucha por la aprobación o no del plan fiscal. Que si hay huelga que si no, que si es legal que si no lo fue.

No son de extrañar los datos presentados por el Centro de Investigación de Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica (Ciep), en los que se revela que el 70% de los costarricenses tiene una opinión negativa del rumbo del país, donde la mayor preocupación es el costo de la vida, el desempleo, la situación fiscal y la corrupción.

Como lo mencionó el sociólogo Carlos Carranza, en conferencia de prensa, con o sin reforma fiscal el panorama de Costa Rica para los próximos años será complicado y la solución a las finanzas se dará en el largo plazo.

Indiscutiblemente el panorama social y económico del país para este año se ha visto debilitado, pero este remezón puede ser también la oportunidad para que, como sociedad costarricense, nos reinventemos, para que busquemos consensos, para que volvamos los ojos a los valores, al respeto, a la sana convivencia, a aquello que por décadas ha sido el sello de idiosincrasia. Solamente dentro de este marco de cooperación se pueden plantear los escenarios para un país urgido de soluciones económicas y sociales viables.

Vivimos en una nación privilegiada, en medio de una exuberante belleza natural se asoma la cotidianidad del campesino, del agricultor, del empresario, de esos jóvenes que auguran un futuro esperanzador. No permitamos que el pesimismo paralice el país, vamos en el mismo barco y de todos depende que llegue a buen puerto.