Sin Silencios
Hace un siglo
Isabel Ducca D. |
Muy pronto terminó la luna de miel entre la oligarquía y el régimen de los Tinoco. El héroe que fuera bendecido como salvador de la Patria por La Información y una lista extensa de próceres, expresidentes y hoy beneméritos, pasó al cabo de un año a percibirse como villano, las garras de tirano habían empezado a vislumbrase detrás de los guantes blancos y elegantes.
El Imparcial el único periódico con una voz crítica al gobierno fue clausurado el 25 de julio de 1917. En 1918, empezaron los movimientos contra los Tinoco.
Uno de los opositores fue Rogelio Fernández Güell, amigo que había apoyado a Federico Tinoco Granados. Diputado a la Asamblea Constituyente se opuso a eliminar el voto directo en las elecciones pues consideraba que era darle todo el poder a la oligarquía; como el proyecto fue aprobado, renunció a su curul. Apremiado y vigilado por el régimen, encabezó junto a los hermanos Volio el primer grupo de revolucionarios. Cayó en Buenos Aires el 15 de marzo de 1918 junto con cinco compañeros, quedó un único sobreviviente. El hecho fue sangriento porque Rogelio Fernández y sus compañeros se habían rendido al verse rodeados. Su muerte y los hechos tenebrosos que la rodearon fueron dados a conocer por Marcelino García Flamenco, maestro salvadoreño que laboraba en el lugar. García Flamenco escribió un folleto donde describió el placer con que Patrocinio Araya y los guardias festejaron el asesinato:
(…) me contestó con una mezcla de disgusto, saña y cínica satisfacción:
“Sí, yo lo maté con mi propio puño; estoy satisfecho”. ¿Con el maúser?, replicamos: “No –respondió- con mi revólver; yo no llevo maúser…”. Y segundos después: “A esa gente yo no podía llevarla viva, maestro, tenía órdenes expresas”.[1]
La muerte innecesaria de los rendidos y de una figura tan destacada como la del intelectual Fernández Güell, encendió la luz que iría alumbrando los rincones oscuros del régimen. Junto con el descrédito de los Tinoco, el periódico La Información empezó a cavar su tumba. Alabando a los Tinoco y negando la realidad, trató de conseguir la sumisión del pueblo. Con titulares así: Relato completo del encuentro ocurrido en Buenos Aires… del 21 de marzo; El pueblo costarricense permanece fiel a sus tradiciones de patriotismo del 13 de abril; Con las bolas no botan al Gobierno del 17 de abril; o frases como: uno de los ejemplares más perfectos de literatura enferma de perversidad, refiriéndose a lo escrito por García Flamenco, se comprometía con la mentira y la adulación, mientras en la calle la oralidad popular cumplía la función opuesta.