20 años de protección

Se estima que por año se atienden a más de 1000 animales, entre mascotas y de producción, en poblaciones indígenas de Talamanca y Turrialba.

Johnny Núñez /CAMPUS
jnunez@una.cr

La limitación de recursos no ha sido un obstáculo para que por más de 20 años veterinarios de la Escuela de Medicina Veterinarias de la Universidad Nacional (EMV-UNA), se desplacen hacia distintas comunidades indígenas para brindar atención médica a los animales de compañía y de producción de los pobladores de esos territorios.

Si bien desde 1994 la EMV brindaba atención veterinaria en los territorios indígenas, fue hasta el 2009 que se oficializó como un proyecto de extensión bajo el nombre de Asistencia veterinaria en pueblos indígenas, a cargo de la veterinaria Julia Rodríguez, acompañada de los médicos, Luis Araya, Julio Murillo, Leonel Navarro, Víctor Montenegro, Mauricio Jiménez y la bióloga Giovanna Hernández.

Dicho proyecto tiene como fin brindar asistencia veterinaria para proporcionar bienestar y salud animal que influya de forma directa en la salud pública. Asimismo, proporciona al estudiante  un espacio que le permite realizar prácticas en el campo que mejoren sus destrezas como futuros médicos veterinarios, así como sensibilizarlos en cuanto a las necesidades de los pueblos indígenas y el rol que puede jugar el médico veterinario en estas comunidades.

 En la actualidad se visitan una vez al mes las zonas indígenas de Talamanca (Keköldi, Amubri y Kachabri) y el sector de Grano de Oro de Turrialba (Veréh, Paso Marcos, Alto y Bajo Pacuare y Quebrada Psipirí), entre otras de las reservas Bribris y Cabecar.

Salud pública

Rodríguez comentó que para asegurar que los animales estén lo más libres posible de enfermedades se realizan giras a varias comunidades en las cuales los estudiantes pueden desarrollar diferentes prácticas con las cuales fortalecen el proceso de enseñanza- aprendizaje, en un contexto fuera de aula y en confrontación con otra realidad. “Como primer paso se realiza un chequeo para conocer el estado de salud de los animales y se realiza un protocolo básico de prevención de enfermedades que incluye una desparacitación (interna y externa) y la aplicación de vitaminas”.

La especialista resaltó que aparte de la función de los desparacitantes en el organismo del animal, también se garantiza la salud pública, ya que disminuye la cantidad de parásitos en el ambiente, que en algunos casos podrían ser zoonóticos, es decir aquellos que pueden ser transmitidos a las pesonas.

Rodríguez explicó que la salud pública es una de las principales preocupaciones del médico veterinario, por lo que precisamente este profesional del campo de la salud debe velar por el cumplimiento de los protocolos necesarios para evitar que enfermedades re-emergentes y/o zoonóticas se difundan y para que se cumplan los requisitos de bienestar animal en nuestro país. “Si mejoramos las condiciones de los animales de producción estaremos brindando fuentes de proteína que pueden ser utilizadas por humanos y animales a la vez. Si disminuimos la carga parasitaria de los animales de compañía disminuiremos el riesgo de enfermedades zoonóticas”.

Rodríguez expresó que a través del trabajo realizado, en años anteriores, se ha determinado la presencia de diferentes parásitos internos, como son Ancylostomatoideos, Toxocara spp y Trichuris en perros, Strongyloides spp en equinos y en cerdos huevos de Strongylida, Strongyloides spp, Metastrongylus spp, Capillaria spp,Trichuris suis y ooquistes de coccidios, así como hemoparásitos en caballos.

Escasos recursos

Diez veces al año se ofrece atención veterinaria en las poblaciones indígenas cabécar y bribri.

A pesar del esfuerzo realizado por los especialistas y los más de 60 estudiantes de la EMV que participan en las giras de campo anualmente, Rodríguez lamenta que a menudo no se pueden realizar vacunaciones contra agentes virales, ya que tampoco se cuenta con los recursos económicos para adquirir los medicamentos necesarios. “Una de las limitantes del proyecto a lo largo de este periodo es que no cuenta un presupuesto propio, por lo que se vive de contribuciones, como por ejemplo del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y la donación de diferentes casas farmacéuticas, las cuales en la actualidad también han disminuido por diversas presiones sociales, lo que pone en riesgo el proyecto”.

Subrayó que hasta el momento no se han girado las reglamentaciones necesarias para que el proyecto pueda abrir una cuenta y contar con fondos económicos. “Hay personas que desean donar dinero, pero no existe la cuenta oficial para la captación de esas donaciones monetarias”.

No obstante, destacó que se realizan acciones conjuntas con el Hospital Veterinario de Especies Menores y Silvestres (HEMS), sobre todo en la cobertura de los costos de las castraciones de mascotas, aunque este no es el fuerte del proyecto, ya que la propuesta se engloba dentro del concepto de medicina preventiva y no control poblacional de especies.

 Rodríguez resaltó que el presupuesto solicitado a la UNA se utiliza para cubrir horas laborales, preparación y realización de las giras que incluye la búsqueda y captación de medicamentos y materiales para la atención de los animales. Además de contar con transporte institucional.

Asimismo, los estudiantes cubren, cuando corresponde, la alimentación de los días de viaje, mientras que el hospedaje (lugar techado para instalar tiendas de campaña) y la alimentación de los días de trabajo, corre por cuenta de la comunidad.