Educación virtual le toca la puerta a la UNAversidad del futuro

Víctor J. Barrantes C. – Gerardo Zamora B.
campus@una.cr

Las tecnologías para la información y comunicación (Tics) aplicadas en la educación virtual son, desde hace varios años, una realidad en la educación superior. Los ejemplos de universidades que brindan, con todo éxito, programas académicos valiéndose de esta herramienta van en aumento.

En el caso costarricense, algunas instituciones, como la Universidad Nacional (UNA), ofrecen tanto la modalidad virtual como la bimodal (presencial-virtual). Y si bien aún perpiven entre docentes y estudiantes la tecnofobia o resistencia a la adopción de la tecnología para la enseñanza-aprendizaje, así como la desconfianza a estas herramientas, la virtualidad es una realidad que ya no debe ser ajena a la academia.

No se trata—reiteran los especialistas—de aplicar la tecnología como un fin en sí mismo, si no de utilizar la herramienta tecnológica en beneficio del aprendizaje y en favor de una población que desea formarse, pero trabajar a la vez; que necesita una carrera, pero sin tener que trasladar su domicilio; que demanda el acceso y la democratización de la educación, pero en sus propios horarios. Este es un ejemplo de cómo la revolución digital también impacta la forma de acceder al conocimiento.

José Pablo Calvo, académico de la Escuela de Informática de la UNA, pone en perspectiva el impacto que la llamada cuarta revolución industrial está causando en la sociedad y por ende en la educación, donde la velocidad de los cambios es exponencial y el alcance global. La automatización, la digitalización de procesos, la inteligencia artificial, la robótica—dice—dejaron de ser ciencia ficción para pasar a ser parte integral de nuestras vidas. “Cada vez que usted solicita información por chat en algún sitio web, es muy probable que interactúe con un bot o software especializado (como Siri o Alex). También la nanotecnología, la física cuántica, la Internet de las Cosas (IoT), la biotecnología, la impresión 3D, entre otras, toman un papel protagónico en esta revolución.”

Todo lo anterior plantea un reto para las universidades: formar personas capaces de construir su propio conocimiento en forma autónoma, y para ello se requiere que el docente de hoy posea una serie de características que lo haga desempeñarse satisfactoriamente en la clase y en su vida cotidiana, como advierte Yohanna Abarca, del Instituto Tecnológico de Costa Rica. El reto también implica un proceso formativo tanto de profesores como estudiantes, ajustes frecuentes, mantenimiento y actualizaciones de los softwares, sin desechar técnicas de aprendizaje tradicionales.

Un cambio de metodología, sin embargo, supone pensar y actuar diferente a la forma como tradicionalmente se ha hecho. “Cuando uno virtualiza una carrera tiene que tener conciencia de que está cambiando todo: la modalidad de servicio de la carrera y la forma en que se aprende (…) tiene que saber que no soy un distribuidor de contenidos sino alguien que crea y facilita situaciones de aprendizaje mediante la provocación para que el estudiantado busque las maneras de aprender, utilizando herramientas de entornos virtuales”, manifiesta José Mario Méndez, subdirector de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Región de la UNA. Esta unidad académica empezó a impartir su oferta académica de grado en la modalidad virtual en 2009 y las maestrías en 2012.

Desde el punto de vista de la enseñanza, las tecnologías—pocos lo ponen en duda—facilitan la labor del docente, pues son diversas las actividades que se pueden realizar para apoyar los contenidos temáticos. Sin embargo, todavía no es posible demostrar que tales tecnologías estén causando un impacto en los aprendizajes, pues falta el estudio científico que así lo ratifique, y esta investigación es clave para luego tomar decisiones, advierte Willy Castro, asesor de la Vicerrectoría de Docencia de la UNA. Aún así, este informático, especialista en el uso del aula virtual, no duda que las tecnologías son una herramienta que facilitan y promueven el aprendizaje, razón por la cual defiende su uso.

Adicionalmente, uno de los mayores beneficios que se atribuye a la virtualización es el acercamiento y la democratización de la enseñanza, con solo una buena conexión de red. Este acercamiento, a su vez, redefine el perfil de estudiante universitario, pues ya no son personas que viven cerca de una sede, sino que pueden estudiar en otros países; es decir, le permite a instituciones como la UNA, reforzar la regionalización e internacionalización de su oferta académica. En 10 años la Escuela Ecuménica, por ejemplo, pasó de tener 30 estudiantes de nuevo ingreso a 130, de los cuales 20 son extranjeros, según ilustró Méndez.

Barreras de un proceso irreversible



Willy Castro, asesor de la Vicerrectoría de Docencia de la UNA

¿Es irreversible el uso de las tics en el proceso enseñanza-aprendizaje? Castro opina que sí, pero también reconoce que no es la única ruta. Es irreversible—en su criterio—en tanto ya no es posible afirmar que exista una solo carrera en la que estas tecnologías no se necesiten. “Para formar al profesional se requieren competencias en el manejo de la tecnología. Esto quiere decir que sí necesitamos incorporar la tecnología como mediadoras del aprendizaje y como parte del objetivo de estudio; el tema es cómo lo vamos a hacer”, pues enfatizó que se deben incorporar desde una perspectiva humanista: “no podemos decirle al estudiante: ahí está todo y no vuelvo a hablar con él hasta final de curso, cuando hago un examen”.

Otro tipo de barreras que limita el crecimiento en el uso de las Tics—menciona Castro—es el de conectividad a la red que reportan profesores en algunos lugares dentro de la Universidad y el consecuente desencanto porque la infraestructura no es lo suficientemente robusta, algo en lo que también coincide Calvo: “No contamos ni siquiera con un ancho de banda adecuado para las aplicaciones diarias ni contamos con una red flexible, bien sea por un asunto político, de reglamentos o por falta de capacitación en tecnologías emergentes”. (ver reacción al respecto en recuadro adjunto).

Pero además de tecnofobia e infraestructura, el otro gran obstáculo por atender es la falta de una normativa que regule la educación virtual, que después de más de una década no se termina de construir. Si bien la UNA aprobó, en diciembre de 2016, la Política para la incorporación de las tecnologías de información y la comunicación en los procesos académicos (Acuerdo UNA-SCU-ACUE-2119-2016), no existe la norma que indique cómo debe desarrollarse, curricularmente, un curso o una carrera, y eso frena el impulso de la oferta virtual.

Mientras tanto, algunos de los problemas actuales que afrontan las unidades son: cómo caracterizar a un estudiante regular que no asiste a la universidad, cómo se beca a un estudiante virtual que no requiere transporte, alimentación y hospedaje, pero sí una conectividad adecuada a Internet o un computador. Y más aún: “un estudiante no puede hacer horas asistente, aunque debería poder hacerlas allá (donde es oriundo); cómo soluciona el problema de becas si uno de los criterios es cuántos buses toma, pero estos estudiantes no lo necesitan”, agrega Méndez.



José Mario Méndez, subdirector de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la UNA

También quedan por resolver asuntos como agilizar el empadronamiento, los trámites de equiparación de títulos, crear un sistema de pagos que responda de manera efectiva y el compromiso por hacer las cosas, como ya le correspondió a la Escuela Ecuménica en sus inicios. Calvo va más allá y plantea que la infraestructura tecnológica debe estar interconectada (sedes regionales, sede Omar Dengo, estaciones de investigación), así como acabar con esa extremada dependencia de otras instancias para resolver que hace que “muchas veces es normal ver que haya trámites que duren dos, tres, cinco, siete o 12 meses esperando simplemente por un visto bueno o una firma”.

Son retos en tres dimensiones, sintetiza Castro: tecnológica (infraestructura, conectividad, tecnología disciplinar), pedagógica (ajustes curriculares, mediación, evaluación de los aprendizajes, capacitación) y administrativa (normativa), aunque el gran desafío es: “poner los actores de todos los anteriores a hablar en conjunto, para saber hacia dónde vamos y cómo se reorganizan los recursos”.

Comprender para resolver



José Pablo Calvo, académico de la Escuela de Informática de la UNA

Para Willy Castro poner a hablar a los diferentes actores en una misma sintonía es un asunto complejo porque cada actor debe atender sus propias demandas y en algunos casos están concentrados en otros esfuerzos igualmente grandes. “Uno puede pedir una cosa, pero no entiende toda la dimensión de lo que está sucediendo al otro lado. Y pasa lo mismo en el nivel de la gestión universitaria: hay muchos canales de muchas iniciativas, de muchas solicitudes, aunque yo creo que es posible articularlas”.

Sin embargo, considera que en los últimos años no se le ha dado la importancia que requiere al tema y esto lo atribuye a que, por lo general, la autoridad universitaria no está pensando en la misma dimensión a la de un profesor que basa su clase en Internet: “hay una desvinculación en todo ese camino desde la gestión superior, mandos medios y gestión académica para decir que todos vamos en la misma línea y (solo) podrá dimensionarse hasta que logremos entender qué siente un profesor cuando no puede dar su clase porque no tiene las condiciones”.

Alberto Salom, rector de la UNA, explica, de una forma global, cómo se ha afrontado el asunto. “Cuando empezamos nos encontramos un adelanto muy importante en el tema de las Tics, solo que estaba centrado, principalmente, en la parte administrativa. Desde luego la academia se ha beneficiado, pero ahora quisimos meter un énfasis fundamental en la parte académica (…) es ahí donde buscamos desarrollar mejor los sistemas de información que tiene la universidad, hemos impulsado también todo un conjunto de políticas, encaminadas a potenciar la internacionalización; es decir, tenemos que dar a conocer necesariamente a la Universidad en el campo internacional, para establecer las alianzas que nos permitan potenciar la academia aprovechando el desarrollo tecnológico”.

Pero ¿cómo dar el golpe de timón para enrumbarnos en la dirección correcta? Calvo es parte de quienes piensan que antes de transformar los procedimientos, políticas e infraestructura, los cambios en la cultura organizacional deben ir primero: “Entramos en un área de confort, amparados por convenciones colectivas, puestos en propiedad, derechos adquiridos y demás; entonces, mucha gente se siente segura que dando el mínimo esfuerzo no va a tener ningún tipo de implicaciones. El problema de este modelo es que efectivamente no promueve la competitividad, ni reconoce el esfuerzo basado en resultados, lo cual termina en falta de proactividad, falta de asumir responsabilidades y falta de sentido de urgencia. Esta cultura es la que tenemos que erradicar”.

Mientras tanto, Castro considera que en el futuro no sería posible tener graduados sin las competencias que requieren para el manejo de tecnologías en el ejercicio profesional. “No me imagino hoy en día un graduado de la carrera de Topografía utilizando recursos tecnológicos, que no son TICs, de hace 20 años. En ese sentido, y sin poner a la tecnología antes que los principios, es que nuestros graduados no deberían prescindir de esos conocimientos”.

Maykol Phillips

“En Internet estamos bastante bien”

Maykol Phillips, director del Centro de Gestión Tecnológica de la UNA, sale al paso de las críticas y asegura que el ancho de banda de la institución hoy es de 1500 mega bits por segundo, lo cual—en su criterio—es suficiente y está lejos del límite (de demanda). “Estamos bastante bien, lo que hay que analizar es cómo llevar esa Internet a los más de 140 lugares o redes que tenemos”.

Aclaró que la red se construye por partes y es posible que en casos aislados (como en la Estación Ecmar, en Punta Morales) no se den las condiciones óptimas para la navegación pero que en otros, como en la Escuela de Medicina Veterinaria, cada persona pueda disponer de hasta 7 u 8 megas. Sobre la forma como opera la red inalámbrica explicó que está dividida equitativamente: si hay 1500 megas de Internet, se utilizan dos salidas de 750 megas cada una, donde el tráfico de red estudiantil, académico y de laboratorios de cómputo va por un lado, y el tráfico administrativo, incluida la red Eduroam, va por otra línea, para que el acceso sea alto e idéntico para todos.

Actualmente se ha logrado una gran homogeneidad en las diferentes sedes de la UNA y la meta es que en el corto plazo se mejore la infraestructura con más equipos de mayor capacidad y cobertura para mejorar la velocidad de redes donde la obsolescencia es mayor. Este año se espera terminar de actualizar y aumentar los equipos en la Facultad de Tierra y Mar, así como en los cuatro campus de las sedes regionales Chorotega y Brunca. También recordó que vienen nuevos edificios, del proyecto del Banco Mundial, para los cuales está prevista la instalación de tecnología tanto en red cableada como inalámbrica, en los próximos días se renovará el Cidea y se espera que para diciembre esté listo el cartel de licitación del Cide.

Ciertamente, explica, el hecho de que dispongamos de mayor acceso a la red provoca también que más usuarios intenten conectarse a la vez con sus diferentes dispositivos. Hoy es muy natural colocar un equipo inalámbrico por aula, mientras hace cinco años era suficiente con instalar uno en un pasillo. “Nos hemos topado con quejas de que la cobertura no llega a ciertos puntos, pero tenemos que atender múltiples sitios y no nos podemos concentrar en esas esquinas donde no hay gente permanentemente o la afluencia es muy baja o nula”. La UNA no tiene una cobertura inalámbrica total, aunque Phillips asegura que la penetración sigue siendo fuerte y el crecimiento exponencial. Mientras tanto se ha apostado a la segura: fortalecer la densidad en la red de cableado y sustituir la tecnología obsoleta para la red inalámbrica, aún con las limitaciones de personal que se tiene: el 80% está asignado a las grandes construcciones que la Universidad lleva a cabo, mientras el restante 20% atiende el “día a día” para dar soporte técnico.

Con relación a la capacidad que tiene la UNA para expandir e internacionalizar su oferta, Phillips recordó que la DTIC se ha esmerado por hacer su trabajo: mantener la plataforma tecnológica lo más amplia y actualizada posible. “El que establezca cómo las tecnologías impactan la academia debe ser un ente académico superior, como era UNA virtual; es decir, si el tema de tecnologías en la academia debe despegar, tienen que haber un equipo para atender al docente 24/7, dar continuidad digital permanente y capacitación continua al docente y al estudiante… y estamos muy lejos de eso, no lo tenemos”.

  • CAMPUS Digital

    Octubre 2018 - Año XXXI N° 302

    Oficina de Comunicación, Universidad Nacional. Apartado 86-3000, Heredia - Costa Rica. Teléfonos (506) 2237-5929 y 2277-3224, FAX: (506) 2237-5929. Correo electrónico: campus@una.ac.cr Edición digital: www.campus.una.ac.cr

  • Directora: Maribelle Quirós Jara.
    Editor: Víctor J. Barrantes C.
    Periodistas: Víctor J. Barrantes C., Gerardo Zamora Bolaños, Silvia Monturiol Fernández, Johnny Núnez Zúñiga, Laura Ortiz Cubero, Maribelle Quirós Jara,
    Asistente editorial:
    Andrea Hernández Bolaños y Ana Lucía Vargas.
    Diseño de página: José Luis Sánchez Pino josesanchez@engineer.com

  • © Prohibido reproducir, transmitir o distribuir parcial o totalmente los artículos, fotografías, diseño o cualquier otro elemento del contenido que aparece en CAMPUS Digital. Si desea hacerlo enviénos su solicitud a campus@una.cr