La construcción de aprendizajes requiere creatividad

Willy Castro Guzmán (*)
willy.castro.guzman@una.cr

La labor de la persona docente como responsable de orientar y promover aprendizajes, tanto para otros como para sí misma, debe ser considerada un proceso artístico. El diseño de un programa de curso es quizá comparable con ese lienzo en blanco en el que un pintor visualiza y plasma sus trazos, conjunta colores, formas y conceptos hasta construir algo con sentido que pretende comunicar con el fin de incidir en aquel que es motivo de su arte y del cual a la vez aprende para ser plasmado en su próxima obra.

El docente como artista de la enseñanza y del aprendizaje que comprende y asume su responsabilidad en el proceso formativo, debe ensayar y explorar permanentemente nuevas técnicas para mejorar su arte. Así, la creatividad se convierte en una parte esencial del quehacer docente. Si a la vez consideramos el potencial de las Tecnologías para la Información y Comunicación (TIC) como instrumentos de apoyo para mejorar el logro en los aprendizajes, propiciar otras formas de comunicación e interacción y colaboración, mejorar la retención memorística e incrementar la motivación; el reto para su uso efectivo y creativo será sin duda superior. Quizá no sea uno, sino varios, pues la labor docente para el aprendizaje no se circunscribe al espacio de aprendizaje en el que interactúan docentes y estudiantes.

En la experiencia de diseñar y mediar acciones de desarrollo profesional para la integración de TIC en la docencia universitaria, percibo como esencial el promover la creatividad. Esta idea encuentra sustento en Shynar Ismuratova quien considera que el desarrollo de fundamentos para la creatividad es una tarea urgente en psicología y pedagogía. El enfoque no es, entonces, el cómo las tecnologías promueven la creatividad y el aprendizaje, lo cual es también válido; sino más bien en primera instancia el cómo la creatividad incide en las formas pedagógicas para promover aprendizajes con TIC. Quizá, un paso inicial para lograrlo sea el promover la creatividad para el diseño de cursos, actividades y recursos diferentes de lo tradicional, diferente de lo que otros hacen, de lo común, y que atienda a lo que es significativo para el docente y sus estudiantes.

La neurociencia sugiere que la visión tiene un papel preponderante en el aprendizaje. Esto podría incidir claramente en la necesidad de que los docentes diseñemos ambientes de aprendizaje más visuales. Sin embargo, se une el reto de que no existen estilos “puros” de aprendizaje, sino que en cada persona y en el colectivo ocurre una mezcla de estos que se traduce en un campo fértil para expandir el aprendizaje y la construcción de sentidos. Una vez más las tecnologías aparecen ante este reto como una oportunidad para fortalecer los aprendizajes incorporando un reto más: el aprendizaje es fuertemente afectado por la cultura o las culturas en las que nos desarrollamos. Estos retos, entre muchos otros que enfrenta el docente para ofrecer aprendizajes significativos suponen una fuerte demanda de creatividad pedagógica.

La compleja realidad contemporánea requiere que la capacidad de adaptación de los seres humanos fluya desde nuevas formas de convivir y de aprender en la convivencia, y en ello, conseguir la construcción de nuevas herramientas para mediar su relación con el ambiente que le rodea. En esta realidad, la creatividad es clave para construir ambientes de aprendizaje adecuados, particulares, flexibles y por qué no imprevistos. Cómo desarrollar la creatividad no tendrá, de seguro, una respuesta única ni sencilla. Quizá uno de los primeros pasos sea la reflexión propositiva, sistemática, individual y colectiva de nuestro quehacer docente y quizá el triángulo virtuoso compuesto por el aprendizaje, las TIC y la creatividad sean un marco sobre el cual se puedan establecer bases para asumir el desafío.

(*) Asesor Vicerrectoría de Docencia UNA.

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    Octubre 2018 - Año XXXI N° 302

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