A desenterrar, a desenterrar

Hace un siglo

Isabel Ducca D.

En un espacio tan breve, es imposible dar una imagen cabal de lo que fue la represión durante el gobierno de los Tinoco. Demos la palabra a Eduardo Oconitrillo (Los Tinoco 1917-1919. San José: Editorial Costa Rica, pp. 128-129) para atisbar el clima de miedo y castigo que se vivió.

La casa de Mauro Fernández se convirtió en una fortaleza, especie de Bastilla, provista de todos los adelantos de la época para el tormento de las personas. Ese fue el nacimiento del Cuartel Bella Vista que originó la frase airada de Tranquilino Chacón: “Don Mauro fue la luz: su yerno, las tinieblas”.

En el Cuartel Bella Vista, otrora solar de la casa de don Mauro, se dispuso a raíz de la rebelión de Fernández Güell:

Que todos los presos debían hacer sus necesidades corporales una vez al día natural y a una hora fija todos. Llegada esta, se toca la campana, la corneta, el tambor, lo que sea, anunciando la salida, en marchas regulares, al excusado que ocupa una faja de terreno con un largo cajón con huecos seguidos y descubiertos, de modo que los presos se vean recíprocamente y puedan ser vigilados al mismo tiempo.

Otros horrores se cometían en los subterráneos de la penitenciaría. Allí, frente a unos veinte excusados para uso de los presos alcohólicos (chicheros), recibiendo como único aire esas emanaciones, estaban los famosos subterráneos. Cada subterráneo medía cuatro metros de ancho por siete de fondo.(…)

La descripción de lo que sucedía con la higiene personal de los detenidos en dichos subterráneos, es más espantosa que la anterior. Continúa el historiador:

Aunque la pena de “golpes de vara” estaba expresamente prohibida por decreto legislativo del 4 de junio de 1908, este denigrante castigo corporal fue aplicado por el régimen como moneda corriente y muy democráticamente: sin distingo de ninguna especie, edad o condición social. Ejemplo histórico son los 200 palos que recibió el padre Valenciano. (…)

Otro suplicio que se tropicalizó por este tiempo fue el cepo.

En realidad, la represión siempre oculta el beneficio económico de una minoría sobre el despojo de las mayorías. Los Tinoco fueron modelo ejemplar de gollerías para sí mismos y para sus serviles seguidores.

El saqueo y el despojo violento estuvieron a la orden del día a raíz de la rebelión de Fernández Güell. El Almacén del alemán Steinvorth fue saqueado en muchos miles de colones. En Orotina los establecimientos de los Vargas.

Y así ocurrió también en otras partes del país. En San Ramón, después de la rebelión de los vecinos. Eso se había “legalizado” por Decreto Presidencial del 29 de junio de 1918.

¡No hay régimen represivo sin corrupción!

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    Octubre 2018 - Año XXXI N° 302

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