Estructura jerárquica de la iglesia favorece abuso

Silvia Monturiol F. /CAMPUS
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A propósito de las denuncias sobre supuestos casos de abuso sexual perpetrados por sacerdotes de la Iglesia Católica en distintos países, incluido Costa Rica, académicos de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional (UNA) han externado su criterio por diversos medios masivos.

“Algo en la estructura de la iglesia, en la manera en que gestiona su ser iglesia, está provocando que en diferentes partes del mundo haya unas personas que puedan ejercer este tipo de actos en contra de personas débiles”, dijo el teólogo y sociólogo Alberto Rojas, durante entrevista en Repretel. Aclaró—no obstante—que conoce gran cantidad de sacerdotes fieles a su vocación y al cuidado de las comunidades de su parroquia.

El teólogo y subdirector de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión, José Mario Méndez, considera que una de las raíces de este tipo de relación de poder que crea víctimas, está en la concepción teológica de la jerarquía, tal como lo afirmó en el programa Hablando Claro. Las iglesias en general—dijo—alimentan una relación jerárquica entre sus integrantes.

En el caso particular de la Iglesia Católica, Méndez detalló que a través de la catequesis y de las prácticas pastorales, se promueve una mentalidad de sumisión, obediencia y respeto malentendido hacia la autoridad, la cual es incuestionable, dada su supuesta naturaleza divina. Como ejemplo, citó la forma en que se representa la figura de María: sumisa, obediente y además sexualmente pasiva, frente a la voluntad de un Dios padre todopoderoso, omnisciente y onmipresente.

“Esas imágenes van permeando la subjetividad católica, de tal manera que hay una figura paterna dominante que sostiene el poder en la iglesia y hay figuras vulnerables, pequeñas, dóciles, sumisas... Esa diferenciación es caldo de cultivo para la violencia; más bien la alimenta”, subrayó el experto.

Añadió que el uso del poder para el dominio, el control y el abuso está presente en la cultura, en los hogares, donde también se lo silencia. Sin embargo—insistió—lo particular de la forma del ejercicio del poder en instituciones religiosas es la fundamentación en lo divino, lo que lo hace más difícil de contrarrestar; es decir, las personas víctimas tienen más dificultad de denunciar o de oponerse porque creen que se están enfrentando a una voluntad divina.

Hacia la deconstrucción del dogma

En el sentido anterior, el subdirector de la Escuela Ecuménica considera importante la deconstrucción del dogma, a través del cual se ha ido transmitiendo un patriarcado que justifica el sometimiento y el control de niños, niñas y mujeres.

Las estructuras eclesiales no son de origen divino, son construcciones culturales, económicas, políticas, que han dado como resultado lo que tenemos hoy. Para deconstruirlo hay que conocerlo, eso nos ayudará a relativizar la Iglesia”. Aseguró que no hay nada en la biblia ni en los textos del cristianismo que justifique una estructura eclesial peligrosa, porque Jesús no fue fundador de iglesias, sino más bien proponente de relaciones basadas en la misericordia, la solidaridad y la compasión; o sea, totalmente contrarias al sometimiento, el dominio y la violencia.

Por su parte, la teóloga Kattia Isabel Castro, en su participación en distintos foros y medios de comunicación, ha aclarado que denunciar el abuso sexual de algunos sacerdotes, no es un ataque a la iglesia, como se pretende hacer pensar. Considera que se debe separar tajantemente la vivencia de la fe que muchas personas hacen de forma honesta y transparente, de los delitos que cometen algunos clérigos.

“Al denunciar atropellos a la dignidad de las personas, en especial de las más vulnerables, las comunidades cristianas están siguiendo con fidelidad las enseñanzas de Jesús y representan la verdadera iglesia, entendida como comunidad de personas que se inspiran en la vida de Jesús para orientar la propia; aquí no caben términos medios que justifiquen lo injustificable”, subrayó.

La especialista es enfática en que quienes cada día luchan por hacer presente el amor, la fraternidad y la justicia son verdaderos seguidores de Jesús de Nazareth; por el contrario, quienes aprovechando sus posiciones privilegiadas, comente delitos sexuales, deben ser entregados a los tribunales para ser juzgados como corresponde.

En el mensaje final de la CXVII Asamblea Ordinaria de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, celebrada el 15 de marzo pasado, los obispos—luego de reconocer que el crimen del abuso sexual se ha presentado en la Iglesia, “perpetrado por ministros sagrados, quienes por su misión y vocación están llamados a ser los pastores y protectores de las ovejas y especialmente de las más vulnerables”—se comprometen a “no admitir este tipo de conductas delictivas por parte de los ministros de la Iglesia, ni de ningún agente de pastoral”.

En el documento, los obispos también piden perdón “por estos crímenes que han dañado gravemente a los más pequeños del rebaño del Señor y admiten que “no siempre se ha dado la atención debida a estos delitos, ni su lugar a las víctimas de los mismos y sus familias”.

Cabe resaltar que—como ha recordado la teóloga Auxiliadora Montoya, directora de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión—el perdón solicitado por la Conferencia Episcopal no debe ser sinónimo de impunidad.

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    Abril 2019 - Año XXXI N° 307

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