Con o sin premios Óscar las películas siguen abriendo surcos

Gabriel González-Vega*
gabrielgv@ice.co.cr

Algunas las disfrutamos en las grandes pantallas de plata, como la del Cine Magaly, el último que se construyó aquí, hace 41 años, y aún sigue vigente, por dicha. Recordamos las excursiones al monumental Cine Rex, donde nos maravilló una galaxia muy lejana, al amplio Capitolio donde los Gritos y susurros de Ingmar Bergman nos partieron el alma, al hermoso California donde el generoso filósofo Roberto Murillo nos puso a pensar, Si…; al Coliseo en el corazón de la zona roja al que nos atraían las curvas de Isela Vega, al Moderno también teatro antiguo, a los coquetos vecinos de mi hogar en calle 11, Lux, Ideal, Castro y el luminoso Hilton antes Reforma, al Metropólitan de golosinas tan sorprendentes como las colecciones de su dueño Antonio Múrolo, al pequeño Capri donde bailamos con Zorba el griego y luego nos envolvió el Rojo profundo de Darío Argento, al Palace donde nos sedujo Sylvia Kristel como Emmanuelle en mi primera cita como miembro de la Junta de Censura y como Alicia en su …la última fuga, al Center City donde logramos huir de un pedófilo en los baños; al Variedades de Los valientes andan solos, que marcó al niño de 10 años y donde hace dos décadas produjimos rutilantes muestras de cine y vídeo costarricense, y a todos aquellos cines de barrio y de pueblo, Cid, Moravia, Río, Yadira, Reina… que recorrimos con el cineclub Diálogo; por todo el país, durante más tres de décadas. La mayoría atesoramos recuerdos y anécdotas de estas salidas al cine y las ventanas al mundo que nos abrieron; ¿verdad que sí? A los jóvenes les queda hurgar como Sherlock Holmes en ese pasado reciente de Cinemas(s) paradiso. Esos grandes y vetustos cines—como los que habitamos en los festivales de La Habana—se tambalearon con la televisión, el vídeo los arrinconó, y cedieron su encanto a los cuadrados multicines de los malls; otro ambiente, otro estilo, otro gusto. El cambio no acaba de convencerme. Mas siempre las imágenes en movimiento, también en los vídeos caseros que despliegan las aceras, bajamos de Internet, vemos en streaming y en celulares, siguen alimentando la imaginación y removiendo las ideas. Y pensar que hace siglo y medio aún nadie había visto un filme; ¡no existían! Como tampoco teléfonos, autos, ni aviones… Para entender la realidad hay que ubicarse en el tiempo y en el espacio; count your blessings.

Aciertos de Hollywood

En mis artículos de marzo, noviembre y diciembre para este periódico analicé méritos y valores de la entrañable Rapsodia BohemiaQueen forever—(cuatro Óscar, incluido mejor actor para un Rami Malek brillante, aunque Christian Bale como Dick Cheney, en la incisiva Vice, fue insuperable), la devastadora El infiltrado del Ku, Kux, Klan (guión adaptado) y la entrañable Green Book (mejor filme, guión original y actor de reparto). También hice el foro de preestreno de Roma (mejor en lengua extranjera, director y fotografía) en el Magaly, adelantándome a sus cosechas de Óscares. Galardones que en buena hora siguen acercándose al cine independiente y a las minorías; por sus creadores tanto como por sus temas.

En esta 91 edición destacaron aún más los artistas afroamericanos. Al fin se hizo (Haz) lo correcto con el demoledor Spike Lee (El infiltrado…), cuyo necesario final documenta el terrorismo supremacista blanco que recién se repitió en Nueva Zelanda. El actor musulmán Mahershala Ali repitió el premio de la lúcida Moonlight con Green…). La espectacular retrohistoria La pantera negra (Marvel) deslumbró con los premios de producción, vestuario y sonido. Así, los superhéroes que llegaron a la cima de la Academia—fue candidata a mejor filme—son negros. En cambio, la popular Aquaman que a mi ni el fabuloso Teatro Chino Grauman de Hollywood donde la vi me hizo disfrutarla más allá de los fastuosos decorados y efectos, no llegó al vecino Teatro Dolby de la ceremonia (aunque sí lo hizo el protagonista Jason Momoa como invitado). Por cierto, en un reciente recorrido por países de Indochina, Aquaman era amo y señor de las carteleras (es la globalización en su lado oscuro…). También Regina King como actriz de reparto por If Beale Street Could Talk; la crítica al racismo tuvo muchas vertientes, incluido el protagónico de Yalitzia Aparicio, la servidora doméstica indígena de la exquisita Roma. La perspectiva feminista de ésta es evidente asimismo en dos relatos sobre intrigas de poder, la audaz e inquietante La favorita -donde la reina (oportuno Óscar para Olivia Colman) y sus dos más cercanas colaboradoras concentran el poder, y en la convencional e irregular pero interesante María Estuardo, Reina de Escocia, donde dos monarcas lidian fraternalmente con el tradicional poder masculino que el filme repudia. Ambas recreaciones aparentemente retuercen los hechos históricos, mas esto no resta su valor como obras de arte, insertas en las discusiones contemporáneas con su novedosa mirada al pasado. La 7ª nominación para la portentosa Glenn Close, pese a perder la estatuilla, también nos habla de una mujer talentosa víctima de un marido machista que se roba el show en la sorprendente La buena esposa. En cambio, la tópica Nace una estrella, pese al empeño de Lady Gaga (que sí triunfó en su apartado de mejor canción), le restó protagonismo al personaje femenino para potenciar al alcoholizado roquero que dirige e interpreta Bradley Cooper. Pienso que ésta es la más floja de las cuatro versiones y la menos buena de las nominadas a mejor filme.

El esmerado y sagaz drama agridulce japonés Asuntos de familia (candidato a mejor filme extranjero), el sobrio y último western del interminable Clint Eastwood, La mula, y el didáctico y certero itinerario de una adicción Beautiful Boy y la crucial denuncia del fundamentalismo religioso homofóbico Boy Erased (éstas tres no fueron nominadas) revelan, con ingenio y empatía, las virtudes de familias marginales, de personajes conflictivos o disfuncionales, y al igual que todas las mencionadas, se recomiendan con entusiasmo.

(*) Académico jubilado de Estudios Generales-UNA.

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    Abril 2019 - Año XXXI N° 307

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