Venezuela, la prolongación de la crisis

Alejandro Barahona Kruger
alebarahonak@gmail.com

El contexto internacional ciertamente muestra altos niveles de incertidumbre, pero quizás el caso más evidente, lo retrata Venezuela, país que desde el 23 de enero tiene dos presidentes, cada uno representa visiones diametralmente opuestas y por ello se explica, que el reconocimiento internacional esté dividido, pero ¿cómo se llegó a este punto?

Algunos antecedentes

Conviene mencionar que históricamente la inclinación ideológica de los gobiernos de América Latina ha tendido a variar de izquierda a derecha y a la inversa, movimiento que suele asociarse con un péndulo. Sin embargo, se suele obviar que ese péndulo tiende a concentrarse entre ambos extremos (centro). En la década de los 90, ese péndulo o tendencia ideológica apuntaba al neoliberalismo, caracterizado por un proceso de reformas económicas (entre ellas las privatizaciones) que no impactaron positivamente los indicadores sociales. Esto explica—a partir del cambio de siglo—el ascenso de una tendencia más progresista-popular con tintes nacionalistas-socialistas, que desde el 2016 cambió nuevamente, entre otras cosas, por los casos de corrupción así como retrocesos en los indicadores sociales y económicos en Argentina, Perú, Brasil, Ecuador, Chile, aunque existen otros casos que muestran escenarios alternativos que aspiran al balance o equilibrio regional como lo son Uruguay, Costa Rica, México, y más recientemente El Salvador.

La pregunta que se impone es ¿qué pasó en Venezuela? siendo este el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, además de contar con reservas de oro, hierro, carbón, bauxita, níquel, titanio, zinc, cobre y diamante, amplios territorios con potencial agrícola y turístico, sin obviar el más importante de todos, su capital humano, con potencial para convertir a ese país en un país desarrollado, pero de nuevo surge la pregunta; ¿Por qué con ese potencial, hoy los indicadores sociales lo ubican como uno de los tres más pobres y desnutridos del continente, que urge del ingreso de ayuda humanitaria internacional?, sumado a esto, la precarización de sus indicadores económicos (inflación y devaluación) tienden a impactar la inseguridad ciudadana, incrementando la vulnerabilidad social y política de esta sociedad.

Crisis y modelo de desarrollo

Históricamente, Venezuela en la segunda parte del siglo pasado, se alternó entre dos partidos políticos: el COPEI, de extracción socialcristiana, y Acción Democrática, de corte socialdemócrata. Sin embargo, estos partidos fueron incapaces de diversificar la economía venezolana pese a sus muchos recursos naturales; consolidaron, un modelo rentista petrolero que junto a la corrupción y el aumento de la inflación, (99% en 1996) deterioró la calidad de vida de la población y generó una disconformidad ciudadana que erosionó la confianza en los partidos políticos tradicionales, lo que dio paso a que el teniente coronel Hugo Chávez Frías ganara democráticamente su primera elección presidencial en 1998, de la mano del Movimiento Quinta República, tan sólo dos años después de ser indultado por el fallido golpe militar que protagonizó en 1992.

Hoy, 20 años después de asumir Chávez el poder (1999) y plantear, primero un modelo “bolivariano” y luego “socialista”, la problemática en Venezuela tiende a empeorar, entre otras cosas porque el 90% de los ingresos del gobierno dependen de las rentas petroleras, lo que denota no solo una notoria dependencia, sino una gran vulnerabilidad frente al precio internacional del petróleo. Esto muestra que el problema principal de Venezuela no es de carácter político ideológico—como algunos insisten—sino de modelo de desarrollo productivo, ya que este continúa basándose en la decreciente renta que produce la extracción minera y al continuo debilitamiento de las condiciones que aseguren la certidumbre y confianza que a nivel global requieren las empresas para operar y así diversificar la matriz productiva que se potencia con la atracción de inversión extranjera.

Ideología y modelo

Otro aspecto clave para explicar la situación en Venezuela consiste en la polarización ideológica que divide tanto a nivel interno como externo y que limita las posibilidades de diálogo, negociación y acuerdo, que permitan superar la crisis o las crisis (política, social y económica) responsables de la emigración de al menos 3 millones de venezolanos, según datos de ACNUR y OIM (ONU, 2018).

En los últimos años, pese al resurgimiento del proyecto neoliberal, Venezuela muestra una longevidad de su proyecto socialista, pero sin modificar su dependencia sobre la renta petrolera, lo que hoy tiene financieramente al régimen de Nicolás Maduro y al pueblo venezolano contra la pared, debido a: 1. La disminución en el precio internacional del crudo de casi $140 dólares, en 2008, a poco más de $62 en la actualidad. 2. La disminución en 2/3 partes de la producción de crudo, debido al debilitamiento en la infraestructura de extracción, transporte y refinación. 3. Las sanciones económicas que pesan contra las transacciones financieras internacionales producto de la venta del petróleo venezolano y 4. La elevada deuda internacional con sus acreedores y socios internacionales.

Por estas razones, la hegemonía que muestra Maduro en su discurso es, cuando menos, débil e insostenible, porque carece de un modelo económico alternativo que le de sostenibilidad financiera a un proyecto político autoritario.

El ejército y la democracia

Son múltiples las explicaciones sobre la importancia que tienen las Fuerzas Armadas Venezolanas para superar la crisis y que se explican a partir de: 1. La incidencia militar para la continuidad (o no) del régimen por medio del uso de la fuerza. 2. La participación de militares en el gabinete de Maduro, que ronda una tercera parte y que tiende a aumentar, así como la cantidad de militares a cargo de servicios públicos vitales como el petróleo y electricidad, a los que se deben sumar los “emprendimientos militares” como la distribución de alimentos, confección de bienes y hasta extracción de oro. 3. Las consecuencias político-judiciales de haber sostenido el apoyo-control a Maduro, pese a las irregularidades jurídico-políticas, aspecto que deja en entredicho la continuidad de la cúpula militar.

Es necesario repensar el rol militar en el contexto democrático de América Latina, considerando el fortalecimiento del derecho internacional a partir de acuerdos promovidos por los organismos multilaterales, los retos a la seguridad nacional desde la perspectiva ciudadana, la proliferación de países que abolieron sus ejércitos y la participación de las fuerzas armadas en el debilitamiento democrático de sus países, como es el caso venezolano.

Las alternativas ante la crisis:

Cualquier crisis moderna debe partir de la construcción de visiones consensuadas y no de imposiciones, por ello, la premisa no puede ser otra que: la crisis venezolana es insostenible y es necesario hacer algo para resolverla, y para ello, no hay otro camino que el respeto a la autodeterminación del pueblo venezolano por medio del voto libre y transparente de sus ciudadanos. Para lograrlo existen al menos tres escenarios posibles: los pacíficos o negociados en los que países como Costa Rica y Uruguay podrían colaborar a partir del planteamiento de una hoja de ruta para la democratización de Venezuela.

Otros escenarios intermedios en torno a la adopción de medidas de presión internacional que promuevan una salida negociada, como el reconocimiento internacional a favor del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, o bien, las sanciones económicas y congelamiento de cuentas en el extranjero que debilitan al régimen de Maduro.

El último y más temido escenario es el bélico, debido a la cantidad de grupos armados que conviven con fuerzas militares y la policía nacional, tales como los colectivos (paramilitares), exmiembros de las FARC, milicianos y los narcotraficantes, lo que supone que una intervención militar en Venezuela es, cuando menos, impredecible.

(*) Académico Escuela de Relaciones Internacionales-UNA

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    Marzo 2019 - Año XXXI N° 306

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