Rutas para la nostalgia

There are places I'll remember
All my life, though some have changed
Some forever, not for better
Some have gone, and some remain
All these places had their moments

In My Life, McCartney/Lennon, The Beatles

Gabriel González-Vega (*) para CAMPUS
gabrielgv@una.cr

Los seres humanos debemos aprender, con gran dificultad, a vivir en el presente, ese instante fugaz que es puente entre dos realidades que, de hecho, no existen. Quien vive en el presente, vive eternamente, razonaba el genial filósofo Wittgenstein. Paréntesis: en Internet está completo el filme homónimo que el iconoclasta Derek Jarman estrenó en Berlín en el ´92, durante mi única visita a ese estupendo festival; es cine memorable. El ser humano, con la tenacidad de Sísifo, trata de atrapar ese elusivo momento, que como una partícula caprichosa (Heisenberg) siempre se le escapa. En un reciente recorrido por Indochina, experimentamos en templos, calles y parques la renuncia al deseo con que el budismo procura hallar la paz, un enfoque que deja muchas interrogantes. Y, sin embargo, eso es todo, al menos en el reino de la naturaleza. Más allá de lo teológico, que pondera dimensiones arcanas, pienso que es tan importante, crucial, acertar el aquí y ahora, siempre cambiante, como incorporar en ese fugaz mundo la memoria de lo anterior y el anhelo del porvenir. Es decir, siempre se puede vivir en tres dimensiones simultáneas: alerta, concentrado, en el presente; anclado al pasado que se recuerda y dispuesto al futuro que se imagina. Eso sí, sin que ambos extremos se conviertan en la cárcel que anula al sujeto, como en el bello Narciso de Norman Mc Laren.

Por casualidad, en estos días observé cuatro notables filmes, muy distintos entre sí, mas provenientes todos de pasados intensos y admirables -tanto en lo personal como en lo social- que las obras procuran recuperar y hacer protagonistas de un aquí y ahora que quizá se ha empobrecido, desdibujado e incluso convertido en su opuesto.

Érase una vez en Hollywood

Respeto mucho a Quentin Tarantino, mas no es de mis favoritos. Digo, no como Bergman, Kubrick, Kurozawa, Scorsese, Meiralles y otros. Sin embargo, su -dice él penúltimo filme fue un viaje delicioso a la California de 1969 (yo la conocí en el ´71), a mi adolescencia colegial, a mi pasión por el cine, a la influencia hippie… y hablo en primera persona, mas somos legión. Este hombre audaz, que estudió cine yendo al cine y no en la universidad, con amplios recursos merecidos por su brillante trayectoria, hace una magnífica reconstrucción de época (debo citar también, como no, la Roma, de Cuarón, otra maravillosa visión retro). Para quienes lo vivimos es inefable cómo nos entusiasma. Luego vino el Reaganomics, después Cheney invadió Irak (no se pierdan tampoco Vice de Adam McKay) y ahora los desalmados de Trump, Bolsonaro y secuaces procuran nuestra extinción. De verdad, its over; cambió, se acabó… almost. Tarantino, también recobra aquella encomiable amistad en la pantalla de plata de Paul Newman y Robert Redford, los buddies de las road movies, así como el Easy Rider de Peter Fonda (y, cómo no, Jack Nicholson), y nos ofrece un tándem estupendo, eso sí, con un final afectivamente frío, muy de allá. Leonardo di Caprio y Brad Pitt derrochan magia, talento y atractivos. Y se da el lujo Tarantino, además, de cambiar la historia para guiarnos a una catarsis. El racista Manson y su harén no se salen con la suya. Explota Tarantino vía un Brad Pitt tan ecuánime y eficaz como el legendario Clint Eastwood, que lo mismo despacha a Bruce Lee de aperitivo-no me gustó esa parte, soy fan de éste-, que hace carne asada de los malos. Es Tarantino, don´t forget. Mas, lo que le agradezco, además de vengar a la bella Sharon Tate et al, es sumergirme de nuevo en ese mundo que tan bien conocí, quise y ahora valoro más que nunca.

Yesterday

El británico Danny Boyle tiene al menos dos películas indispensables. La durísima Trainspotting, donde los jóvenes se pierden entre azorados y brutales. Y la maravillosa Slumdog Millionaire (me niego a usar el falso título en español), donde el azar hace que los jóvenes -el y ella- se encuentren en el amor más puro, leal y maravilloso que haya visto, o casi. Ahora, luego de las espectaculares biografías de Freddie Mercury y Queen (Queen), y de Elton John (Rocket Man) -muy recomendadas ambas-, de manera ingeniosa nos traen a los Beatles sin los Beatles. Con un guión bastante inverosímil, no solo en su premisa -un chico cualquiera es el único que recuerda sus canciones y finge inventarlas- y una producción valiosa y esmerada, nos recuerda, nos enfatiza, la maravilla de la música de los cuatro de Liverpool. Su cabello rebelde fue el prólogo de un acervo crítico que el filme muestra pero no conecta con el desabrido protagonista. Mas bastan las piezas extraordinarias en letra y música, que una tras otra nos devuelven admirados y en éxtasis, a aquellos años en que las descubríamos en los armatostes de radio de nuestras casas y nos hacían temblar de emoción. Soy de los muchos que nunca los vio tocar en vivo, y hasta hace un par de años viví la gloria con el fantástico Paul Mc Cartney en Chicago. Apenas una probadita; pero fue más que suficiente. El filme dice, literalmente, que los Beatles podrían no existir, pero que sin su música, el mundo sería un lugar mucho menos hermoso. Sin duda. Hay que volver a ellos, constantemente.

El próximo mes comentaré otros dos filmes que provocaron mi nostalgia. La última comedia dramática de Nancy Meyers, Intern (El aprendiz), con un Robert de Niro entrañable como un viudo setentón, sabio y bondadoso, con quien me identifiqué a placer. Y el formidable documental Las sandinistas, de Jenny Murray, potente mirada feminista a las heroínas de la revolución que derrocó a Somoza, resistió a la Contra de Reagan y ahora sufre la dictadura Ortega/Murillo en Nicaragua, el neosomocismo que falsifica la historia y se roba el país, lo que el valiente filme denuncia.

(*) Académico jubilado de Estudios Generales

  • CAMPUS Digital

    Octubre 2019 - Año XXXI N° 313

    Oficina de Comunicación, Universidad Nacional. Apartado 86-3000, Heredia - Costa Rica. Teléfonos (506) 2237-5929 y 2277-3224, FAX: (506) 2237-5929. Correo electrónico: campus@una.ac.cr Edición digital: www.campus.una.ac.cr

  • Directora: Maribelle Quirós Jara.
    Editor: Víctor J. Barrantes C.
    Periodistas: Víctor J. Barrantes C., Gerardo Zamora Bolaños, Silvia Monturiol Fernández, Johnny Núnez Zúñiga, Laura Ortiz Cubero, Maribelle Quirós Jara,
    Asistente editorial:
    Andrea Hernández Bolaños y Ana Lucía Vargas.
    Diseño de página: José Luis Sánchez Pino josesanchez@engineer.com

  • © Prohibido reproducir, transmitir o distribuir parcial o totalmente los artículos, fotografías, diseño o cualquier otro elemento del contenido que aparece en CAMPUS Digital. Si desea hacerlo enviénos su solicitud a campus@una.cr