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Formando microempresarios en cantones pobres

° Nueve ideas productivas cristalizaron en forma de micronegocios, que hoy aportan ingresos a familias de cantones pobres de Guanacaste, gracias al proyecto Capacitación para el mejoramiento de la competitividad de micro y pequeñas empresas.


Silvia Monturiol F. /CAMPUS



Lucy Vallejos vende a grandes hoteles como el Four Seasons artesanías con la figura de las ranitas del Tempisque.


Jonatan Parrales es uno de los pocos hombres que ha apostado por poner en marcha un negocio propio.


Para el economista Martín Parada, la capacitación es indispensable para cristalizar ideas productivas.
En coordinación con la Sede Regional Chorotega, la Escuela de Economía de la Universidad Nacional (UNA) puso en marcha, en 2003, el proyecto de extensión Capacitación para el mejoramiento de la competitividad de micro y pequeñas empresas. Una investigación anterior, que evaluó los obstáculos que limitaban a pequeñas y medianas empresas textileras para asegurarse una posición en el mercado local, sirvió como base para montar un programa de formación empresarial para las comunidades guanacastecas de Sardinal, Guardia, Comunidad, Palmira y El Coco, respondiendo de esta forma a sectores productivos más vulnerables, en concordancia con la misión de la UNA.

De los 25 emprendimientos productivos con los que han trabajado los extensionistas encargados del proyecto en estas comunidades, nueve lograron posicionarse en el mercado de la zona. "Son proyectos que ahora producen a pequeña escala; quienes los llevan adelante tienen mayor confianza para desenvolverse", asegura Martín Parada, académico de la Escuela de Economía y coordinador del proyecto.

Historias de éxito

Un grupo de cinco mujeres -liderado por Irene Morales-, el cual apenas se estaba formando como microempresa cuando inició la capacitación por parte de la UNA, hoy ofrece servicio de catering a hoteles pequeños y medianos, así como a algunos eventos que se hacen en las comunidades, como fiestas de cumpleaños y matrimonios, entre otros. Ellas aprovecharon su experiencia en la preparación de comidas tradicionales, postres y carnes.

Otro caso interesante es el de Lucy Vallejos, quien aprendió a hacer repujado en metal y actualmente vende artesanía con la figura de las ranitas que abundan en el río Tempisque, a grandes hoteles como el Four Seasons y en algunas ferias regionales. Incluso la empresa Café Britt mostró interés en adquirir este producto.

Otra vecina de la zona, quien se dedica a escribir poesías y retahílas, e incluso tiene la intención de publicar un libro con su producción, montó un pequeño negocio, que consiste en vender un espectáculo, que incluye marimba, bailes típicos y declamación de retahílas. Four Seasons y Papagayo pagan por ese servicio entre ¢80 mil y ¢100 mil por hora y media de espectáculo.

Jonatan Parrales es uno de los pocos hombres que participa en el proyecto. Este vecino de Comunidad, empezó su negocio de chicharrones, primero, con ¢3 mil para comprar un kilo de pellejo de cerdo y un sartén, hasta llegar hoy a procesar 400 kilos por mes. Actualmente, Parrales cuenta con una motocicleta para distribuir y comercializar su producto, y con sus ingresos sostiene a su familia.

Más de un 85% de quienes le apuestan a los emprendimientos productivos en estas comunidades son mujeres. El académico Parada atribuye este fenómeno a razones culturales. Estima que el típico hombre guanacasteco está acostumbrado a trabajar en labores agrícolas y piensa que el aporte que hace al hogar es suficiente. Por su parte, la mujer tiene ese "ímpetu" por aprender, y entonces, a la par de realizar sus labores domésticas trata de integrarse a actividades productivas que le permitan aportar ingresos adicionales al hogar.

Conocimiento: la clave

Los módulos de capacitación que ofrece el proyecto de la UNA son fundamentales para la cristalización y éxito de las ideas productivas, ya que se forma a los pequeños emprendedores en temas como formulación de ideas productivas, cálculo de precios, servicio al cliente, estructuración de costos, comercialización de productos y liderazgo, entre otros.

Parada sostiene que la formación empresarial debe ser continua porque en la medida en que estas personas se vayan formando en este campo, irán mejorando sus capacidades de negociación, de expresión y de seguridad personal, y podrán vencer, de esta forma, los obstáculos que les limitan la posibilidad de posicionarse y tener sostenibilidad como actividades productivas.

La capacitación la realizan los académicos Parada y Andrei Valenciano, de la Escuela de Economía, y Juan Carlos Picón y Marlen Flores, de la Sede Chorotega, con el soporte de los estudiantes avanzados Karla Meneses y Manuel Cháves.

Hasta el momento, este proyecto se ha realizado fundamentalmente con recursos del Fondo Universitario Regional (FUNDER) de la UNA. Actualmente, se trabaja en cantones deprimidos económicamente de Puntarenas, como es el caso de Costa de Pájaros, Copal y Orocú, y en los próximos meses, gracias a un aporte de ¢10 millones por parte del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), se capacitará a 200 personas con ideas productivas en la zona sur. La idea, según Parada, es replicar el modelo en estas comunidades, con el fin de ver los resultados reflejados en el logro de autoempleo y mejores condiciones de producción, que redundarán en mejores niveles de ingreso, y una opción para solventar el problema de pobreza de algunos pobladores de estas regiones deprimidas económicamente.



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