Los poetas bien pueden aprovechar para su pluma y papeles las recientes imágenes de las auroras de Saturno. La sonda Cassini, de la Nasa, ha enviado a nuestro pequeño planeta unos panoramas espectaculares, llenos de luz brillante y matices, que aparecen y desaparecen en una danza magnífica. El fenómeno tarda varias horas en el lejano planeta anillado, pero solo vale si hay quien lo contemple, le dé sentido y lo tome como representación maravillosa. Como si dijéramos: la ciencia al servicio de los poemas.Somos nosotros, los modestos terrícolas, los únicos capaces de otorgarles realidad (artística incluso) a las lejanas auroras saturninas. Como lo han hecho con las auroras boreales y australes de nuestro planeta, los científicos han explicado con detalle los complejos procesos físicos estelares que provocan estas impresionantes representaciones de luz: partículas de viento solar atraídas por el campo magnético del planeta, gases eléctricamente cargados, moléculas de oxígeno y nitrógeno y cien razones más. Para un semiólogo, para un traductor o para un poeta (humanos, por lo pronto), estas auroras podrían ser ejemplos de una experiencia de lectura. Lo esencial: comprender el idioma que se lee (esto es, el mensaje); lo siguiente, interpretar el texto y situarlo en la realidad. Una aurora que tarda hasta cuatro horas, como las de Saturno, puede llevarnos a muchas alegorías: el lento amanecer, el desatino de la prisa, la interpretación de los elementos naturales (es decir, la interacción combinada) y otras tantas ideas.¿Por qué separar, entonces, las ciencias y las letras; la historia y la astrofísica, la fitología y las ciencias económicas. Si no hubiese sido por los descubrimientos científicos, ¿de qué hubiesen escrito los poetas de hoy? Ya las auroras de Saturno nos acaban de dar una posible respuesta.