¿Una victoria prematura en Libia?
Antonio Barrios Oviedo / para CAMPUS (*)¿Habrá gobierno legítimo?
Si bien, el 5 por ciento de Libia está aún bajo el control de Gadafi, esto parece una cantidad insignificante, pese a que los rebeldes están “limpiando” Trípoli. Mientras tanto, las bombas de la OTAN siguen golpeando Sirte, Bali Walid, posibles escondites de Gadafi, según el gobierno francés. Quieren a Gadafi, ojalá muerto, para que no hable a la prensa internacional de los muchos secretos de los países europeos que, por décadas, lo apoyaron en el poder. Era lo mismo con Osama, es mejor muerto que molestarse en enjuiciarlo.
Por otra parte, las fuerzas de Gadafi todavía mantienen el control militar de algunas áreas importantes, en las que aún hay focos de oposición defensiva fuertemente armada, y que requerirían de más fuerza militar para resistir a los rebeldes y a la OTAN. Aunque la ubicación real de Gadafi es desconocida, su captura es objeto de considerables preparativos militares, incluyendo ataques aéreos de la OTAN, alrededor de sus ciudades bastión. Cuando Saddam Hussein fue capturado estaba escondido en un agujero en el suelo, solo y sin un ejército. Gadafi sigue luchando; esto les plantea nuevos problemas y nuevos retos a los rebeldes libios.
Se podría argumentar que si bien mientras Gadafi mantiene una fuerza militar coherente y significativa, ya no gobierna Libia. Tampoco es un indicador que los rebeldes lo puedan hacer, mientras los combates continúen. Esto plantea una pregunta fundamental de si los rebeldes tienen la coherencia suficiente para formar un gobierno efectivo, o si una nueva etapa de combates entre los libios se puede esperar hasta después que de las fuerzas de Gadafi dejen de funcionar. Más simple, Gadafi parece estar en su camino a la derrota, pero la guerra en ese país pasará a la de guerra de guerrillas.
¿Intervención inmaculada?
Dado que la guerra en realidad no ha terminado, es interesante considerar por qué Barack Obama, Nicolás Sarkozy y David Cameron, los actores principales, declararon al unísono que Gadafi había caído. El juego de palabras es engañoso: Cuando el grueso de la gente escucha que cayó Gadafi, creen que la guerra terminó, como si el líder libio fuera el problema central. Todo lo contrario, el problema real es cómo se pondrán de acuerdo todos los grupos tribales que conforman la fuerza rebelde para gobernar el país. La guerra podría pasar una etapa que nadie quiere; es decir, a la guerra entre facciones tribales. Desde el principio se esperaba que la intervención de la OTAN lograra estabilizar el país, pero, mientras los combates continúen, no será posible y la coalición se verá desgastada todavía luchando contra bastiones de Gadafi.
Los argumentos morales requieren un alto grado de coherencia. En el caso de Libia, la doctrina del poder blando de Europa era difícil para detener a Gadafi. Ni las sanciones ni las conferencias lo harían, pero la acción militar iba en contra de poder blando. Entonces lo que surgió fue una doctrina del poder militar suave; es decir, instituir una zona de exclusión aérea para luego convertirla en ataques contra Gadafi, sin herir a nadie, lo cual no fue así.
La idea de Europa y EE.UU. fue no hacer en Libia lo que se hizo en Irak: no invadir, lo cual es un concepto engañoso. La opinión pública internacional sigue pensando que la invasión es el envío de cientos de tropas terrestres contra un país, apoyados por el poder aéreo y naval. En esta guerra han habido muchos muertos civiles, pero todos los bandos han estado involucrados: fuerzas de Gadafi, rebeldes libios y OTAN. Así que no fue una intervención inmaculada, y menos cuando todo se justifica en nombre de la intervención humanitaria. No hay duda de la importancia del poder aéreo en la guerra moderna, pero no es un argumento claro de si la aplicación de éste por sí solo puede alcanzar los fines políticos deseados sin el compromiso de las fuerzas de tierra.
Lecciones aprendidas
Parte de esto se debió a una mala interpretación de la naturaleza de la política libia. Gadafi era un tirano, pero no estaba completamente aislado. Tenía enemigos verdaderos y de esos otros que se decían enemigos pero eran amigos, como Francia, Reino Unido e Italia, que al final resultaron ser traidores, y también tenía muchos seguidores verdaderos que se beneficiaron de él, o al menos creían en sus doctrinas. También había una creencia general entre los soldados del gobierno, algunos de ellos ahora de las fuerzas rebeldes, que la capitulación de Gadafi llevaría a su masacre, y la creencia entre los líderes del gobierno que la entrega significarían juicios en La Haya, todos trataron de escapar de esa situación. No hubo manera de negociar la capitulación de Gadafi. La guerra empezó con la misión pública de proteger al pueblo de Benghazi. Eso rápidamente la transformó en una guerra de conveniencia. El problema era que, entre la ideología y los objetivos militares, las fuerzas dedicadas a la guerra no eran suficientes para ejecutar la misión.
Una serie de lecciones surge de todo esto. Primero, es importante recordar que Libia en sí misma podría no ser relevante para el mundo, pero si es una gran reto para los libios. Segundo, no se debe asumir que los tiranos carecen de apoyo. Gadafi se sostuvo en el poder por 42 años con apoyo estadounidense y europeo, y más recientemente ruso y chino, éstos últimos oponentes a la guerra actual. Tercero, no se debe asumir que la cantidad de fuerza militar dispuesta no es la misma a la fuerza necesaria. Cuarto, la eliminación de la opción a una salida negociada de la guerra, a través de los tribunales internacionales, puede ser moralmente satisfactorio, pero provoca guerras en el camino. Quinto, con qué fin se decide la guerra: ¿para aliviar el sufrimiento de las personas o para castigar a los culpables? A veces es una o la otra o ninguna, sobre todo si los combates continúan. Sexto, y más importante, la irresponsabilidad de decir que la guerra ha terminado, lo que hace es prolongarla. Si no recordemos la declaratoria de “misión cumplida” de Bush de la guerra de Irak, luego se hizo más cruenta y violenta, y a la fecha no ha terminado. Yo creo que Libia se encamina a una “iraquización” de la guerra, quizá esta esa sea la estrategia de Gadafi, siempre y cuando tenga gente dispuesta a luchar y continuar la guerra desde otras trincheras, para así agotar a las rebeldes y afectar a los gobiernos europeos. Pero qué queda de todo esto: ¿se habría podido lidiar con el problema de Libia de otra manera que no fuera con los ataques de la OTAN, y los tribunales internacionales? Sin duda fue una guerra conveniente y adaptable en el tiempo, donde ya Sarkozy, Cameron y Berlusconi se reunieron para repartirse Libia, y a la vez medir sus beneficios electorales, quedando por fuera Rusia y China.
(*) Académico-investigador, Escuela de Relaciones Internacionales-UNA