Mi viaje aeroespacial, o el uso del aula virtual
Marcela Porras Peralta (*)Supe de la existencia del aula virtual de la UNA por un compañero de trabajo del Campus de Liberia. Inicié preguntando algunas cosas con un poco de curiosidad y luego sobrevino lo inevitable: ¡Yo también quería mi aula virtual! Quería mis cursos virtuales, tener mis foros con los estudiantes, enviar los trabajos por el aula virtual, recibir las tareas y sobre todo: dejar de tener atiborrado mi correo electrónico personal.
Mi aproximación a la tecnología de la información en el ámbito de la docencia es algo caótica, pensaba que era algo así como iniciarse en las prácticas de una especie de secta fundamentalista. Además, se me había dicho que se requería una instrucción exhaustiva, llevar un curso de varios niveles de dificultad, varios talleres y esperar que “la gente de Heredia” viniera a Liberia, para tener mi aula virtual.
No fue tan sencillo al principio, de un poco más de 100 alumnos, 50 perdieron sus claves, 25 la olvidaron, a otros 10 “no les servía la clave”, me quedé con poco menos de 20 estudiantes conectados a mis cursos virtuales, porcentaje nada alentador.
Pasó una semana, un mes y muy pronto los estudiantes, todos usuarios nativos del Internet, acogieron el aula virtual con verdadero placer; no solo por la facilidad de su uso, sino también por la cantidad de recursos que en ella encontraron.
A pesar de que en un principio esta tecnología me era tan ajena como un viaje aeroespacial, me di cuenta de que apoyar mi práctica docente con el aula virtual fue lo mejor de los cursos impartidos en 2011. Entendí que no hay excusas. Porque sí, me gustó y me emociono cuando anticipo las posibilidades que tengo enfrente, porque me llega a la médula la aceptación de los estudiantes, (uno de ellos me envió este mensaje: “Hola, profe! Esta manera de trabajar es más práctica, gracias y felicitaciones”) porque aportar nuevos recursos de aprendizaje más ágiles y modernos me motiva y me reta. En mi práctica como docente, ha sido un maravilloso tanque de oxígeno.
Tengo en línea todos mis cursos, en la página puedo incorporar desde el programa del curso hasta las tareas semanales y las notas obtenidas por los alumnos. Puedo en cada fecha colgar archivos, enlaces, bases de datos, cuestionarios, incorporar novedades que serán de inmediato de conocimiento de todos. Toda esta información siempre disponible a ser utilizada por mi o por los alumnos, se facilita la interacción entre los profesores, los alumnos y el contenido del aprendizaje. Nunca ha sido tan fácil que mis alumnos lean un artículo de El Financiero como colgar el enlace de un “blog” en el aula virtual, todos lo leen.
¿Mis deseos de cara a esta nueva experiencia? Poder apropiarme cada día más de los recursos tecnológicos e incorporarlos con mayor eficiencia a mi práctica docente.
Si no lo ha probado, y aún tiene a mano su listado de buenos propósitos para el año que recién inicia, ¿por qué este semestre no se arriesga con al menos un cursito apoyado en el aula virtual? No se arrepentirá.
(*) Académica de Administración, Sede Chorotega - Campus Liberia.