Disfrutar la educación
Silvia Monturiol F. CAMPUS |
Se esperaría que estos cambios se orientaran a hacer más aplicables los conocimientos que adquieren los estudiantes; es decir, que éstos se relacionen con las situaciones cotidianas que ellos viven. De esta forma se avanzaría en el camino hacia una educación más significativa, con mayor sentido para los jóvenes, lo que conduciría hacia el disfrute y contribuiría a reducir la deserción.
Y es que los propios colegiales, cuando han sido consultados como parte de investigaciones realizadas fundamentalmente en universidades públicas, han mencionado entre las causas de deserción que la forma de enseñanza es poco atractiva y que se les atiborra de contenidos.
Los estudiantes encuentran formas más creativas y entretenidas de obtener y transmitir información en la televisión o en Internet.
Por supuesto que ante tal cantidad de información disponible, la clave es saber “discriminar” y guiar al alumno en ese proceso es una tarea que la escuela podría asumir en beneficio del desarrollo integral del alumno. A la escuela le corresponde acercarse a la vida de las nuevas generaciones, a sus situaciones y problemas reales y actuales.
Ojalá que del discurso se pase a los hechos y realmente se asuma el reto de hacer la educación formal más atractiva mediante el cambio en los programas, pero sobre todo a través de la capacitación de docentes con miras a mejorar los métodos de enseñanza.
Porque el objetivo último es que los jóvenes se queden en las aulas. Hoy, las cifras nacionales no son halagüeñas: de cada 10 niños que ingresan a primaria, solo cuatro terminan la secundaria, lo que implica un futuro limitado en términos de oportunidades de empleo y de salario.
Para procurar a las nuevas generaciones “bienestar y existencia digna” -como garantiza la Constitución Política a los ciudadanos- estas cifras deben revertirse, pues –como está comprobado- la educación sigue siendo el principal motor de movilidad social.