Innovación en retroceso
Jeffrey Orozco, CINPE-UNA (*)La forma de organización tiene un impacto directo en el grado de innovación de las empresas, en el tanto facilita o entorpece los procesos de aprendizaje y las capacidades para vincularse con otros agentes dentro del sistema de innovación. Sobre eso hay una amplia literatura. Pero en el ámbito del sector público existe un rezago enorme.
En Costa Rica hay estudios y se cuenta con indicadores de innovación para el sector empresarial. También hay indicadores de ciencia, tecnología e innovación en las instituciones estatales y en las del sector académico. Pero no tenemos indicadores sobre las innovaciones mismas del sector institucional. No hay un panorama real de qué tan innovadores somos para mejorar la función del aparato estatal o la del sector académico. Parece que sí existe una amplia creatividad, pero más bien negativa o en retroceso, que se utiliza para complicar las interacciones entre las entidades estatales y las universidades. Lo que funcionaba en una primera ronda de proyectos, no funciona en una segunda ronda, porque alguien, en la Contraloría, en las instituciones estatales o en las universidades públicas, se ha inventado un nuevo trámite que todo lo complica.
Hay un problema de fondo, porque de tanto sumirse en la cotidianidad de la normativa, parece como si la parte administrativa de nuestro aparato institucional se estuviera concibiendo como un fin en sí mismo, y no como la plataforma para garantizar la eficiencia y eficacia en la prestación de los servicios que son la razón de ser de estas entidades públicas.
Deberíamos medir el costo de ese enfoque normativo de prevención de la corrupción, porque al final de cuentas es esa la excusa que impulsa tanta creatividad para entrabar las cosas. ¿Cuánto sacrifican las entidades públicas y nuestras universidades de sus funciones fundamentales, para dedicar recursos a puestos administrativos y a mecanismos de control?, ¿Cuántas becas se sacrifican?, ¿cuántos estudiantes extra o proyectos de investigación y de extensión podríamos tener? ¿Cuánto más aportarían muchas personas que ahora tienen que pasar su vida haciendo miles de trámites si se enfocaran en las funciones para las que fueron creadas estas entidades? Es algo difícil de saber.
Lo cierto es que si hacemos una analogía con las formas de organización de las empresas y su productividad para generar innovaciones, llegamos a la conclusión de que estamos adoptando las peores formas y desperdiciando millones y millones en un aparato que al final carcome la posibilidad de cumplir las funciones fundamentales de las instituciones.
Viéndolo hacia dentro en la UNA, me atrevo a afirmar que la universidad necesaria no es la que infla su aparato administrativo para cumplir esa maraña de normativas creativamente inventadas en el país, sino la de dar oportunidades a una mayor cantidad de jóvenes de cursar carreras universitarias, o la de producir investigaciones o proyectos de extensión para la vinculación con el resto de la sociedad. El asunto es cómo arrancar de nuevo. Sería un proyecto país para salirnos de este círculo vicioso de la innovación en retroceso.
(*) Académico e investigador CINPE-UNA