Vuelo hacia la sobrevivencia
Cientos de aves playeras se congregan en las camaroneras de Punta Morales y Chomes en Puntarenas, para descansar de su largo viaje durante la migración. |
Laura Ortiz C. /CAMPUS
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Cuando el frío invierno inicia su arribo a tierras del norte, las aves playeras migratorias inician un recorrido de cientos de kilómetros en procura de alimento y un clima cálido para su sobrevivencia.
Antes de iniciar su travesía, su cuerpo se prepara biológicamente para que el alimento se convierta en depósitos de grasa, combustible suficiente para soportar el viaje hasta el sur del continente.
“Hay especies que inician su recorrido en Canadá y vuelan de 400 a 15 mil kilómetros hasta llegar a Argentina; cuando el invierno en el norte finaliza, retornan nuevamente para iniciar su época reproductiva”, explicó Oscar Ramírez, académico de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional.
Durante los meses de agosto a noviembre, es común observar a estas especies de aves visitando las costas del país. “Estas aves descansan donde encuentran condiciones óptimas para sobrevivir: buenos hábitats costeros, manglares, suampos, tierras inundadas o pastizales, donde pueden alimentarse de semillas, insectos, lombrices o crustáceos”, detalló Ramírez.
Actitis macularius, conocido como “andaríos maculado”, prefiere durante su migración aguas poco profundas, ríos y quebradas. Cuando está activo en busca de comida mueve su cabeza de arriba abajo así como su cola. |
Obstáculos
Si bien son miles las aves que inician el recorrido del norte hacia el sur, no todas llegan a su destino. Durante la migración se exponen a ser depredadas por serpientes o aves rapaces o a morir frente a las adversas condiciones del tiempo.
“Generalmente realizan sus vuelos durante la noche, así evitan a sus depredadores, el exceso de temperatura y la deshidratación; pero la conservación de los hábitats es fundamental para las aves, año con año ellas elijen las mismas rutas migratorias, si no encuentran alimento o condiciones óptimas, perderán su lucha por la sobrevivencia”, dijo Ramírez.
Las costas del Pacífico Central, como las playas de Chomes o Punta Morales, son ideales para la observación de este tipo de aves. Un recorrido en bote o una caminata por la playa se convierten en el escenario ideal para conocer de cerca a estas visitantes del norte que viajan en bulliciosas bandadas de entre cinco y hasta 300 individuos.
Cerca de 40 especies de cinco distintas familias se pueden observar comúnmente en nuestras costas: Burhinidae Es una especie poco común de las bajuras del Pacífico. Sus hábitos son nocturnos y es de las pocas que se caracteriza por tener ojos grandes, descansar en el suelo y ser aves corredoras. Conocidas como Alcaravarenes. Charadriidae Es una familia que se distribuye en ambas costas de nuestro país. Se alimenta de semillas e invertebrados. Usa gran variedad de hábitats y se caracteriza por tener mucha sensibilidad al movimiento, por lo que le es sencillo buscar alimento entre sus patas. Entre ellos encontramos los Chorlitos y Avefrías. Haematopodidae Son poco comunes y mantienen algunos individuos residentes en las costas del Pacífico. Conocidos vulgarmente como Ostreros. Recurvirostridae Sus patas y pico son largos. Le gustan los suampos y lagunas costeras, se alimenta de invertebrados y pequeños vertebrados. Se distribuyen tanto en zonas templadas como costeras. Aquí encontramos a las Avocetas y Cigüeñuelas. Un ejemplo es el Himantopus mexicanus que presenta las patas más largas con relación al cuerpo que se encuentran en cualquier ave. Scolopacidae Son un grupo de amplia distribución, presentan distintos tamaños y formas aerodinámicas para recorrer grandes distancias. Frecuenta potreros, cultivos, bosques. Su alimentación se basa en invertebrados, frutas y semillas. Localizan su alimento mediante su agudo sentido de la vista, la remoción de la tierra y la sensibilidad de su pico. Ninguna especie de esta familia anida en Costa Rica, entre ellos encontramos los Correlimos. Fuente: Oscar Ramírez, académico UNA. |