Inocencia expuesta al riesgo
Trabajo infantil y adolescente aumenta los riesgos en salud ocupacional y ambiental para esta población vulnerable.Laura Ortiz C./ CAMPUS
lortiz@una.cr
Este dato, obtenido de la última Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO 2011), pone en evidencia que si bien la cifra disminuyó con respecto a los datos anteriores (2002), todavía existe un buen sector de la población que está expuesto a riesgos laborales y ambientales que podrían afectar su salud.
La Escuela de Ingeniería en Seguridad Laboral e Higiene Ambiental del Instituto Tecnológico de Costa Rica, adscrita al Centro Nacional del Programa Salud, Trabajo y Ambiente (SALTRA-Costa Rica) del Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional (IRET-UNA), en coordinación con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y la Oficina de Atención al Trabajo Infantil, realizaron el pasado 19 de febrero en las instalaciones del TEC en Zapote, el foro: “Trabajo infantil y adolescente”, donde se discutió sobre el contexto social, la legislación y los riesgos ocupacionales que corre esta población vulnerable.
De acuerdo con la legislación nacional, todo trabajo realizado por personas menores de 15 años está prohibido, y solo pueden realizar trabajos aquellos entre 15 y 18 años que estén bajo un Régimen Especial de Protección, que les garantiza plena igualdad de oportunidades, de remuneración y de trato en materia de empleo y ocupación; sin embargo, queda prohibido aquel que por su naturaleza o condición, sea considerado peligroso. Aún así, de acuerdo con la ENAHO, 16 mil niños y niñas y 25 mil adolescentes trabajan en labores peligrosas.
“Cerca del 70 por ciento del trabajo infantil y adolescente es desarrollado por hombres, principalmente en las zonas rurales, donde se desempeñan en actividades agrícolas y ganaderas como chapear, fumigar o el cuido de animales. Aquí están expuestos a sustancias tóxicas, herramientas peligrosas y aislamiento que les pueden provocar efectos psicológicos, emocionales y secuelas permanentes por algún accidente”, explicó Esmirna Sánchez, directora de la Dirección Nacional de Seguridad.
Para Víctor Aguilar, jefe Regional de Inspección de Trabajo de la Región Pacífico Central, los casos más representativos están en la zona de Quepos y Jacó. “Muchos adolescentes trabajan con sus familias en actividades pesqueras, es una cuestión cultural, pero se exponen a condiciones riesgosas. En estos casos hablamos con los padres y de inmediato desisten de esta práctica, pero hay situaciones de jóvenes que trabajan en centros nocturnos donde se notifica al patrono, pero en dos o tres días incurren de nuevo en el delito”, comenta Aguilar.
Cuestión cultural
“La familia es pobre, así que el niño o niña debe trabajar. Debido a ello no puede estudiar o tiene bajo rendimiento; sin educación completa en la edad adulta sus ingresos son bajos y por ello deben enviar a sus hijos a estudiar”, este círculo vicioso, citado por Jorge Chaves académico del TEC especialista en riesgos laborales, se repite a lo largo de la historia y el desarrollo tecnológico y social, que lejos de detenerse se perpetua.
“En muchas ocasiones se presenta que los padres trabajan en una finca y como no tienen con quién dejar a los hijos se los llevan. Eso imposibilita que el menor realice sus tareas, o disfrute de la recreación necesaria para su desarrollo educativo, y poco a poco se incorpora de lleno a las actividades productivas”, detalla Chaves.
Para William Buckley, académico especialista en Legislación Laboral del TEC, existe una realidad nacional, e incluso mundial, que obliga a las familias a enviar a sus hijos para colaborar con la economía del hogar. “Es un contexto que no podemos ignorar. Una propuesta realista sería permitir el empleo de personas de 13 a 15 años en trabajos ligeros siempre y cuando estos no sean susceptibles a perjudicar su salud o desarrollo y que no sean de naturaleza tal que puedan perjudicar su asistencia a la escuela”, propuso Buckley.
Para Chaves, la idea no es válida, ya que existen factores de riesgo para el desarrollo del menor que no son tomados en cuenta. “Podemos decir que un trabajo liviano es levantar una caja de cinco toneladas, pero el muchacho levanta ese peso 50 veces al día, lo que deja de ser un trabajo liviano, es decir, sin considerar los ritmos o jornadas propios de la organización”.
Riesgo latente
Chaves también destaca algunas consideraciones que no han sido estudiadas en detalle para valorar su impacto. “Los distintos estándares de exposición a factores ambientales se diseñan para personas adultas, que tienen mayor resistencia; las máquinas, equipo, herramientas y mobiliario también se diseña para ellos, y algo determinante es que los estudios epidemiológicos que determinan la fuerza tóxica de diferentes compuestos se realizan en personas de más de 40 años, y en niños, niñas y adolescentes los efectos pueden ser sustantivamente distintos”.
Exposición peligrosa Para Jorge Chaves, académico del Instituto Tecnológico de Costa Rica especialista en riesgos laborales, existen varias razones por las que niños, niñas y adolescentes no deberían ocupar puestos laborales considerados peligrosos, entre ellas las siguientes: Están en proceso de desarrollo de sus músculos, huesos y sistemas en general, por lo tanto, son más vulnerables a los efectos ambientales del trabajo. El sistema nervioso no está completamente desarrollado, bajo presión pueden perder su capacidad de concentración y memoria. Al tener un mayor ritmo cardíaco y respiratorio, hacen un mayor intercambio de aire con el ambiente que favorece el ingreso de contaminantes. Su piel es más delicada y los hace vulnerables a cortes, salpullidos y quemaduras ocasionadas por sustancias químicas y el sol. También, se facilita el ingreso de tóxicos a través de la piel. Su visión periférica no está totalmente desarrollada y por lo tanto su percepción es más delicada. Asimismo, el oído no ha alcanzado su máximo desarrollo y pueden incluso perderlo. |