En el Día Internacional de la Mujer
La dignidad debe construirse desde las mujeres mismas, de su historia y sus contextos.María Luisa Preinfalk F.
Directora Instituto de Estudios de la Mujer UNA
En la conmemoración del Día Internacional de la Mujer 2014, compartimos nuestro abrazo fraterno con todas las mujeres y hombres que desde distintos espacios promueven la construcción de sociedades más justas e inclusivas, y muy especialmente con todas aquellas personas que desde la academia buscan cargar de nuevos significados el contexto en que tiene lugar el desenvolvimiento del pensamiento feminista, que sin duda alguna, ha sido protagonista del cambio cultural más significativo de nuestros tiempos.
La vocación de la academia es la generación y búsqueda de conocimiento a partir del pensamiento crítico y, por ello, no podríamos soslayar nuestra rotunda obligación de cuestionar los enfoques que –desde posiciones de poder– reducen esta celebración a un hecho fortuito o un asunto formal de derechos.
La visión que nos propone los derechos humanos en un encuadre de generaciones, supone una historia única y uniforme de tales derechos, lo cual puede conducir a resultados peligrosos. Antes bien, no existe jerarquía entre los derechos; todos son iguales y están entrelazados, de tal suerte que la negación de uno implica la negación de los demás, y por tanto, la adopción de uno conlleva la adopción de todos los demás.
Esta perspectiva nos conduce entonces a plantear la importancia de la dignidad de las mujeres, mucho más allá de la mera formalización de los derechos; una dignidad en la que no solamente pueda hablarse de la igualdad de ellas como precondición del progreso, sino también una dignidad construida desde las mujeres mismas, de su historia y sus contextos.
Y es que resulta que la propuesta de homogeneización que conlleva la aceptación de un “único” modelo económico, político y cultural pone en cuestión las identidades, surgiendo nuevamente el tema del “otro” con fuerza renovada, en las exigencias de autonomía y de autodeterminación. La inconformidad, la resistencia a lo intolerable y la experiencia de la opresión del poder, son vivencias cotidianas de millones de mujeres que no suelen expresarse en el discurso y el lenguaje de igualdad promovido desde las institucionalidades hegemónicas.
Desde la academia, abogamos por lo tanto a los enfoques de la intersubjetividad, cuyo punto de partida son las condiciones de opresión, que no tienen fecha de inicio ni de desarrollo. La dinámica de los derechos humanos es estimulada por las voces de las víctimas y por tanto, nuestro deber consiste en comprender el significado de “ese otro” que padece discriminación y exclusión más allá de lo que un código normativo de derechos establezca. Abogamos por una dimensión de interseccionalidades donde las mujeres oprimidas por multiplicidad de factores (sexo, étnia, edad, ingresos, condición de discapacidad) constituyen un símbolo que desenmascara el incumplimiento de los derechos humanos.
A esas mujeres que por encima de sus externalidades son carne, hueso, sonrisa y gemido a la vez, van dirigidos nuestros esfuerzos y nuestro abrazo solidario en este día.