Un día sin Internet
Gerardo Zamora B. / CAMPUSgzamorab@una.cr
Pronto, un ejército de estudiantes y funcionarios subió por paredes y techos a “cablear”, arribando a escuelas y oficinas. Había llegado el boom de la navegación en páginas web. Luego, el desarrollo de la red universitaria se vería potenciado gracias a un convenio de cooperación con el gobierno holandés, que durante 10 años permitió capacitar personal y financiar proyectos. La red se convertía en una suerte de “telaraña” que alcanzó hasta el último rincón universitario y a todas las sedes. Desde entonces, la inversión ha sido constante: “esos recursos nos permiten renovar las plataformas obsoletas, e implementar nuevas soluciones, con una red que no deja de expandirse”, agrega Phillips.
La innovación no se detuvo: red inalámbrica, servicios de virtualización y web, desde páginas hasta portales, la telefonía IP, el almacenamiento de datos masivos, la fibra óptica, seguridad informática, soporte técnico, data center, software libre, son parte de la amplia lista de servicios y productos que tienen como base Internet.
La vida del estudiante y el funcionario universitario había cambiado. La matrícula, los servicios de salud y administrativos, hasta el pago salarial están hoy a un clic. El impacto académico es también una realidad: “comenzamos a publicar investigaciones en la Web, y esto abrió la puerta para el examen público; el conocimiento se democratizó, los estudiantes enriquecieron su proceso de aprendizaje”, subraya Miguel Sobrado, sociólogo de la Escuela de Planificación Social de la UNA.
20 años después, la dinámica universitaria se había modificado, y lo sigue haciendo. “Hoy, en menos tiempo podemos producir más y con mayor calidad: generación, transmisión y actualización del conocimiento en las aulas, consolidación de alianzas internacionales, mejor movilidad académica”, concluyó Sandra León, rectora de la UNA.