El sétimo arte despierta, educa y libera
“Frameline 39 coincidió con un momento histórico en la celebración de los derechos LGBT de los Estados Unidos y será recordado como un evento legendario”.Frances Wallace, CEO de Frameline
Gabriel González-Vega (*) para CAMPUS
Gabriel.Gonzalez-Vega@outlook.com
Asiduo a festivales desde los años 80 y universitario sea como estudiante o como profesor desde mis 17 (cómo quisiera Volver a los 17, Violeta Parra), ambos mundos se me parecen –y estimulan– porque en ellos campea la diversidad; el intercambio crítico siembra una explosión de ideas que renueva la vida y la potencia, el paso del tiempo se vence con nuevas visiones o miradas novedosas a lo antiguo; como se las ingenia Charlot en Tiempos Modernos. Así hacemos en las giras de mis cursos, cámara en mano, admirados ante el esplendor de la sublime naturaleza; envueltos en belleza y verdad, cuando transitamos entre Jean Jacques Rousseau y Henri Rousseau.
Junto a documentales formidables, subrayo algunas ficciones. Ya en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, en marzo, me había conmovido A escondidas, ágil relato del vasco Maikol Rueda que explora con sutileza y gracia los afectos e identidades de dos jóvenes amigos, uno de ellos migrante marroquí, guapos y joviales atletas cercados por el bullying de los pares y las redadas policiales que persiguen los clandestinos que canta Manu Chau. Su candor intrépido choca con las desigualdades impuestas. Como sostuvo el legendario Wilhelm Reich, lo sexual es político. Pese a los abusos que revela, en el filme la bondad asoma su rostro sereno y nos levanta el ánimo.
Mayores y desenvueltas son las atractivas mujeres que se inventan su isla Lesbos en una luminosa playa venezolana. La acción dramática de Liz en setiembre la establece la imprevista llegada de una beldad que teje una picante red de afectos y deseos entre estas amazonas, trazada con habilidad por Fina Torres (Cámara de Oro en Cannes por Oriana), con un aire novelero que no desmerece la calidad de la descripción. Venezuela, en cine y fútbol, alza la voz; este, su primer filme de contenido lésbico, es sólido y agradable; recordemos que el año pasado Venezuela ganó el premio iberoamericano Goya con la equilibrada Azul no tan rosa, que admiré en el mismo festival.
Un mar proceloso, iniciático y culminatorio a la vez, que recuerda el final de los 400 golpes de Truffaut, es el destino de otros dos jóvenes, estos brasileños, donde las intrigas y abusos de sus mayores marcan sus carencias y anhelos y los obligan a la rebelión moral en esta poética Beira-Mar, que compitió en Berlin. Su amistad cómplice, entre titubeos y excesos juveniles, los lleva al reencuentro consigo mismos mediante un erotismo cauteloso, aunque más abierto que en la nominada al Óscar Hoy quiero volver solito, que premió el público de Frameline en el 2014. Seashore tiene el enfoque del entrañable filme español Krampack. De nuevo, como en las creaciones anteriores, con esta obra pausada y misteriosa se va sepultando en el imaginario colectivo el estigma de lo monstruoso con que el patriarcado misógino y homofóbico desdibujó sistemáticamente toda expresión de diversidad sexual (de sexualidad, a secas).
El premio a la Ópera prima fue para la chilena La gama de grises, acertada referencia fotográfica al continuo de innumerables diversidades sexuales que caracterizan no solo a los humanos sino a los seres vivos, en especial a los vertebrados. Si bien, Claudio Marcone hace concesión al voyerismo, aplaudido por el público pero que hace fruncir el ceño al crítico, con fotografía preciosista que asocio al cine provocativo del mexicano Julián Hernández, la sencilla historia plantea el frecuente pero a la vez reservado territorio de la bisexualidad y sus múltiples implicaciones. De factura correcta, lo más valioso es cómo se aleja de los estereotipos de género para reflexionar con la duda del protagonista, un joven arquitecto, separado y con un hijo, que encuentra en la capital y en un profesor de historia una nueva dimensión vital y, por supuesto, repudio. Oportuna alusión a una sexualidad y unos afectos humanos complejos y variables que la civilización procura domeñar con escaso éxito y pavorosa destrucción de vidas.
No por casualidad, los asiduos al arte así como los universitarios, tienden a convivir con mayor respeto y amplitud de miras, y con mayor regocijo, lo sé. El miedo y la violencia que engendra necesitan de la ignorancia para ser el cáncer que devora el alma, parafraseando al oscuro y portentoso Rainer W. Fassbinder, homenajeado en su 75 aniversario (murió a los 37 años y más de 40 filmes, cuando el exceso lo fundió), con un interesante documental (Fassbinder: amar sin demandas) y su póstuma teatral versión fílmica de Querelle de Jean Genet, con los indomables Brad Davis y Jean Moreau a bordo, la que volví a valorar (la exhibimos con el cine club Diálogo en uno de tantos hallazgos liberadores), y esta vez me pareció cercana a la estética de un visionario que descubrí en el Festival Internacional de Cine de Berlín del 92, Derek Jarman (por cierto, autor de los audaces videoclips de It´s a Sin de Pet Shop Boys y Loosing My Religion de R.E.M.).
Todos somos diferentes, pero todos debemos tener los mismos derechos; comparto plenamente el lema del 39 Festival (Equality for all). Y el que se consagró durante su vibrante desarrollo: Love Wins (el amor vence).
*Académico de Estudios Generales
Todos estamos presos El tercer largometraje del reconocido director nacional Esteban Ramírez, Presos, del que soy asesor y jefe de prensa, compite este mes en los festivales de Santander, Colombia y Gramado, Brasil, luego de haber participado en Ventana Sur de Argentina y en Málaga, España. Pronto lo veremos en Costa Rica y habrá ocasión de comentarlo. Entretanto, recomiendo Caribe y Gestación, sus significativos precedentes. |