LA CASA POR LA VENTANA
El fantasma
Carlos Francisco Monge |
Empezó a recorrer la ciudad amable, corronga: sus casas, sus parques, sus iglesias y sus árboles abundantes. Así lo fue anotando en su cuadernillo, porque además escribía y muy bien. En una ocasión se detuvo ante un torreón que le pareció desgajado de un castillo medieval; lo observó en silencio: su base hecha de dura piedra, sus puertas, sus troneras, su cuerpo enladrillado, su corona octogonal. «Ve que nunca quiten esto», le dijo a su compañero de paseo. Y así fue: salvado por sus palabras, el fortín todavía allí está, como vigía de la historia herediana.
Era mayo de 1892. Sembró amistades, guardó entre sus recuerdos aquellos paseos. En unos momentos de sosiego, su pluma trazó unos versos que luego el tiempo se encargó de grabar entre los mejores de las letras hispanoamericanas. Era un fantasma que recorría la ciudad. Amó su ambiente, su moderada arquitectura, el primor de sus estatuas y de la imaginería religiosa, y escribió y escribió crónicas, artículos y poemas.
Eso fue en Heredia. Un día, como vino se fue para siempre. Medio siglo después una de las calles que transitó aquel personaje excepcional adoptó su nombre: Rubén Darío.