Tecnologías digitales:entre la destrucción y la salvación del ser humano
Johan Espinoza R./para Campusjohanespinozarojas@gmail.com
Hoy, con el desarrollo de las tecnologías digitales, hay otros que se unen a las voces de los apocalípticos, nombre dado por Umberto Eco a aquellos que veían en los medios una fuente de ruina e infortunio para el ser humano.
Pero también la prensa y las pantallas se han llenado de quienes ven a la tecnología como el ‘mesías’ en medio del desastre y las crisis que nos golpea. Para Eco, estos son los llamados integrados, voceros de una nueva vida y un nuevo hogar facilitado por las fantasías de la facilidad, la comodidad y el disfrute de dispositivos interconectados al orbe por hilos invisibles.
Ignacio Siles, especialista en estudios sociales de la tecnología y académico de la Universidad de Costa Rica, considera que esto ha sido una constante histórica.
“Es muy común que tendamos a proyectarle nuestras expectativas y miedos a la tecnología. En el fondo, el surgimiento de una tecnología dice más acerca de nosotros mismos que de ella”, comentó Siles.
Hay pensadores como el español Francisco Bernete, profesor de sociología de la comunicación en la Universidad Complutense de Madrid, quienes creen más bien que existen nuevos espacios para las relaciones sociales, lo cual no significa “que se derrumben o se sustituyan las relaciones anteriores, sino que se están implementando nuevas formas de informarse, producir, divertirse, comprar, etc.”. Para este investigador, eso sí, uno de los problemas más evidentes de las tecnologías digitales es la pérdida de privacidad.
Otros estudiosos, como Enrique Echeburúa y Paz de Corral, han alertado a través de sus investigaciones la posibilidad de que, sobre todo niños y jóvenes, se conviertan en ciberadictos, es decir aquel momento “cuando el niño deja de verse con sus amigos y se instala frente a la pantalla con sus videojuegos, el adolescente presta más atención a su iPhone que a su novia o el joven no rinde en los estudios porque revisa obsesivamente su correo electrónico”. Otro de los problemas que comentan es el riesgo de crear identidades ficticias “potenciadas por un factor de engaño, autoengaño o fantasía”.
Por su parte, la psicóloga estadounidense Sherry Turkle, con pesimismo ve en las tecnologías digitales y los llamados robots sociales (aparatos que simulan ser humanos) una nueva forma de abstracción que nos está alejando de las relaciones con los demás: “nos ofrecen la ilusión de compañía, pero sin las demandas de la amistad”, comenta en su libro Alone Together.
El uso de tecnologías digitales en Costa Rica
En Costa Rica, según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) 2014 en su apartado sobre tenencia y uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, el 94% de los hogares costarricenses poseen servicio celular (20,9% cuentan con un servicio celular, 31,8% con dos y 41,3% con más de dos). En cuanto a la tenencia de una computadora, un 52,3% de las viviendas disfrutan de este aparato. Y, por último, el 55% de las viviendas tienen acceso a Internet, esto en comparación con el 48,2% que tenía este servicio en 2013.
El servicio de Internet, puerta a las tecnologías digitales, ha venido desarrollándose ampliamente en el país en los últimos años. De hecho, a principios de este año, el ranquin de acceso a Internet elaborado por la Alliance For Affordable Internet (A4A1), dio a conocer que Costa Rica es una de las naciones con mejor acceso, por encima de Colombia, Argentina, Brasil, etc.
Si se habla de redes sociales, el estudio de la consultora Findasense (con una muestra de jóvenes de Costa Rica, Ecuador, Colombia, Argentina, Chile, Perú y España), demostró que los costarricenses entre los 14 a los 19 años prefieren a Facebook como red social (datos de ILifebelt determinan que 2.700.000 la usan en el país), seguido de YouTube, Instagram y Snapchat, entre otros.
Si bien no hay estudios a profundidad que hablen estrictamente sobre los usos, el realizado por la consultora Findasense se acerca un poco al tema al constatar que los jóvenes costarricenses prefieren el reconocimiento social en la vida real por encima del afecto en redes sociales. Muy por debajo en importancia está un view en Snapchat, un retuiteo, un comentario en Facebook o un “me gusta” en Instagram.
Esto a diferencia de otros países latinoamericanos en donde la vida virtual tiene un peso importante en el joven. Así por ejemplo, en Ecuador un “me gusta” en Facebook es casi tan importante como el apoyo de los amigos o en Chile y Perú un “me gusta” en esta misma red social es similar en grado de interés que salir un fin de semana con amigos.
Este mismo estudio indagó si los jóvenes utilizan Snapchat para establecer relaciones amorosas. Sorprendentemente, Costa Rica es el país donde más personas dijeron sí usarlo para este objetivo (31%), pero un 69% dijo que no. En general, las personas en esta edad, de acuerdo con las conclusiones de la investigación, prefieren coquetear presencialmente, ya que no consideran seguro hacerlo por medios virtuales.
La respuesta está en el uso
Entonces, ¿las tecnologías nos están acercando (salvando) o alejando (destruyendo)? Para el especialista Ignacio Siles no hay manera de saberlo con precisión.
“Las personas suelen apropiarse de las tecnologías de modo distinto. Desde luego, hay personas que tienden a evitar los aspectos “negativos” de las relaciones sociales (una conversación desesperante, una clase aburrida, un rato de soledad, etc.) mediante el teléfono celular. Sin embargo, esos momentos son indispensables para aprender a vivir con los demás (y con nosotros mismos) y construir mayor capital social. Habiendo dicho esto, las tecnologías también le sirven a muchas personas para construir nexos con otros que serían difíciles de establecer de otros modos o para intensificar lazos con un mayor número de personas”, explicó Siles.
Josué Méndez, estudiante avanzado de Psicología de la Universidad Nacional, cree, igualmente que Siles, que la clave está en el uso que le demos a las tecnologías.
“Cabe aclarar que el uso excesivo de cualquier cosa puede ser dañino para toda persona. Luego, respecto a lo que entendemos por uso excesivo, yo lo considero como el momento en que la persona ya deja de lado actividades que necesita hacer para sobrevivir o convivir, como dejar de comer, dormir y relacionarse”, argumentó Méndez.
Finalmente, Siles recomienda “no abandonar por completo las tecnologías sino aprender a utilizarlas de manera crítica (aprender cómo funcional, por qué funciona así y cómo podrían ser distintas)”.