Entrelíneas
Ciencia y espiritualidad: una delgada línea
Silvia Monturiol F. CAMPUS |
Si por siglos se proclamó un divorcio entre la ciencia y la espiritualidad, hoy es evidente la convergencia entre ambas, según lo han venido demostrado avances en el campo de la física moderna.
En su libro El tao de la física, el científico Fritjof Capra muestra cómo la teoría de la relatividad y la teoría cuántica están en armonía con el misticismo oriental, al poner en evidencia la unidad e interrelación de todos los fenómenos, así como la naturaleza dinámica del universo.
Y es que –según el autor– estos descubrimientos de la física moderna contradicen la visión mecanicista y fragmentaria sobre la realidad que a través de la historia ha imperado en Occidente, sustentada en la separación cartesiana entre mente y cuerpo o materia.
La separación entre mente y cuerpo –según el físico– puede verse como la razón esencial de la crisis social, económica y cultural, ya que ha alienado al ser humano de la naturaleza y de sus congéneres. Es así como se ha provocado la explotación y la contaminación del ambiente natural, y la explotación “del otro”, con consecuencias negativas para todos los habitantes del planeta.
En la “nueva física”, el universo ya no se ve como una máquina compuesta de “blocks” separados, sino que el mundo material es, al final, una red de patrones inseparables de relaciones; el planeta es un sistema vivo y autorregulado.
“Entre más penetramos en el mundo submicroscópico, más nos damos cuenta cómo el físico moderno, al igual que el místico oriental, ha llegado a ver el mundo como un sistema de componentes inseparables, que interactúan y están siempre en movimiento, con el observador como parte integral de este sistema”, dice Capra.
La unidad del universo es central en las enseñanzas de las filosofías orientales. Estas instan a trascender la noción de la persona como un individuo aislado para identificarse con la realidad última, caracterizada por la interrelación entre todas las cosas. El cosmos es visto como una realidad inseparable, siempre en movimiento, viva y orgánica, espiritual y material al mismo tiempo.
En ese sentido, la convergencia entre ciencia y espiritualidad y la convicción de que los seres humanos formamos parte de un todo interconectado, abre una esperanza de que se pueda caminar hacia un mundo más equilibrado, donde prevalezca el respeto por los demás y por el ambiente del que todos somos parte.