La esencia del fútbol
Randall Gutiérrez Vargas (*)Randall.gutierrez.vargas@una.cr
Fecha: 26 de mayo del 2015. Hora: 6:30 a. m. Lugar: En camino hacia el Proyecto GOAL de la Fedefútbol, en San Rafael de Alajuela. Estado emocional: ¡En shock!
Ese día despertamos con la ingrata noticia de que altos dirigentes de la FIFA, entre esos un costarricense, habían sido detenidos en Europa acusados de corrupción.
Un mensaje de texto de un colega nos alertó de la situación. No sabíamos qué ambiente íbamos a encontrarnos en la Federación, tampoco si se iba a realizar el entrenamiento; ni siquiera si podríamos entrar.
Atinamos a encender la radio para escuchar informaciones relacionadas con el caso y luego decidir si seguíamos o no. Navegamos por varias emisoras y más impresionado quedé al escuchar las informaciones y comentarios sobre el caso, la gran mayoría especulaciones. De un momento a otro, todos éramos expertos en temas como derecho internacional, “blanqueo” de dinero, fraude electrónico y además éramos jueces emitiendo veredicto y sentencia.
Llegamos al Proyecto GOAL y un ejército de comunicadores tenía sitiado el ingreso. Entramos sin escapar a las miradas curiosas y alguna que otra fotografía. Llegamos a la caseta de seguridad y el oficial nos informó que sí habría entrenamiento y nos autorizó a pasar, ante la mirada envidiosa de los representantes de los medios de comunicación.
Ya dentro, la primera sensación que percibimos fue una calma tensa. Nuestros seleccionados estaban preparándose para su sesión de entrenamiento y, a diferencia de los días anteriores, no había tanta bulla, música, bromas y comunicación entre ellos.
Al ver ese ambiente, mi primer pensamiento fue cómo puede afectar esta situación la parte deportiva. Me alegró la decisión de seguir entrenando, pero tenía una sensación rara, por un lado estar observando que el deporte sigue pese a todo, pero por otro ese sentimiento entre tristeza y cólera al pensar en la posibilidad de que algunos de los detenidos haya usado el deporte para su beneficio, corrompiendo lo que fue concebido para enaltecer al ser humano.
El entrenamiento inició y pareció que toda la situación extradeportiva había desaparecido, fue un entrenamiento normal. Lo único que rompió con lo cotidiano fue un “dron” invasor del espacio privado de entrenamiento de la Selección al final de la sesión, enviado por uno de los medios de prensa apostados fuera del complejo.
Terminó el entrenamiento. Mientras recogíamos nuestros equipos pensaba qué pasaría en los siguientes días y si esto afectaría la parte anímica y deportiva de los seleccionados.
Pero llegó el milagro, la magia… sucedió lo que en ese momento comprendí que permite que el deporte siga adelante pese a los obstáculos: mi reflexión se vio interrumpida por las risas y gritos de un grupo de “chiquillos” formados en círculo haciendo malabares con el balón, se lo pasaban para continuar las piruetas y si alguno perdía el control venía toda una serie de bromas y risas y continuaba el juego. Esos “chiquillos” que se divertían como nunca, que no les importa lo que sucedían alrededor, y que contagian las ganas de meterse a jugar con ellos, juegan en algunos de los mejores equipos del mundo, sus piernas y sus habilidades valen millones. Pero todos los millones de dólares que giran alrededor del fútbol y que desgraciadamente algunos astutos podrían estarse embolsando para su beneficio personal no valen nada en ese instante.
Los seleccionados lo sabían, necesitaban desahogarse, encontrar el motivo para seguir adelante pese a todo lo que extradeportivamente sucedía. Era como un somnífero que duerme esa parte de lo cognitivo y consciente que nos conecta con el mundo, era tocar esa energía que revitaliza y que les recuerda que el juego y el deporte son propios de la fibra humana y que aunque alguien trate de corromperla, esa esencia se mantendrá pura para acordarnos por qué jugamos y por qué hacemos deporte.
Después de recoger nuestro equipo, y con una inspiración renovada, nos dirigimos al portón de salida en donde había más periodistas y fotógrafos de los que encontramos al llegar. Después de salir, nuestra marcha fue bloqueada por ellos y se acercó a mi ventana un camarógrafo y me consultó qué llevábamos dentro de las cajas plásticas, yo inocentemente le contesté que era equipo científico, y el tipo con un tono inquisidor e irónico me preguntó que si más bien no eran papeles del “Chino” Li que estábamos sacando de la Federación para protegerlo… ¡sin palabras! Solo arranqué el carro con el cuidado de no atropellar a ninguno de ellos, no sea que nos hubiéramos convertido en una parte más de la noticia ese día.
De regreso a la universidad, le dije a mi compañero: “Daniel, en verdad que el mal no está en lo que entra al ser humano, sino en lo que sale de él”.
(*) Académico Escuela de Ciencias del Movimiento Humano y Calidad de Vida-UNA