UNA esperanza
Gerardo Zamora B. / CAMPUSgzamorab@una.cr
El pincel de la zona azul
Es la cuna de los costarricenses más longevos y una de las cinco regiones del mundo donde la vida se prolonga más de lo normal, las llamadas zonas azules. La península de Nicoya es la más grande del planeta y la que contabiliza más centenarios. Estudios de Instituto de Envejecimiento de los Estados Unidos han encontrado causas físicas y psicosociales: una alimentación basada en el maíz, la actividad física moderada, la inclusión familiar y la activación comunal explican parte del fenómeno.
La UNA intenta replicar estas claves, a través del PDICRC. Son 15 años de hacerlo. Ocurre en Lepanto, geográfica y culturalmente insertado en la península de Nicoya, políticamente, parte del cantón central de Puntarenas. “Profesionales, estudiantes y académicos trabajamos interdisciplinariamente procurando la calidad de los adultos mayores. Charlas, juegos, bailes, la metodología es muy variada”, aseguró Susan Cerdas, del PDICRC.
Hablando de métodos atrevidos y eficaces, la experiencia con niños es otro terreno fértil para el PDICRC. Aprender jugando: las actividades lúdicas como forma de comunicación y vía para construir valores. Es la base de la conocida estimulación temprana: inculcar hábitos, desarrollar destrezas, potenciar habilidades mediante juegos. Sucede en Jicaral, península de Nicoya. “Es una experiencia grandiosa poderle llevar a estos niños lo que conocemos como desarrollo humano integral, donde el sujeto es partícipe de su crecimiento”, explicó Ramón Espinoza, psicólogo del PDICRC.
Mercedes Guido, líder de la fuerzas vivas de Macondo, Lepanto. |
Se mueve de un lado a otro, de sol a sol, es incansable, algunos dicen que irrepetible. Su labor comunitaria es inagotable, si no es el acueducto es la escuela, si no es la escuela son las calles, si no son las calles, es la pesca, y si no los niños. Es Mercedes Guido, sobre quien reposa el funcionamiento de varias fuerzas vivas de Macondo, Lepanto.
“La UNA nos ha venido a dar asesoramiento, nos enseña a formular proyectos, tocar puertas, gestionar iniciativas”, enfatizó Mercedes Guido, líder comunal. Actores como doña Mercedes son claves en la gestión de proyectos que impulsa el PDICRC. La identificación de estos líderes naturales, su formación y capacitación será determinante para la articulación de proyectos. “Encontrar personas como doña Mercedes es para nosotros una esperanza de que se pueden terminar las cosas, porque no se trata de que la Universidad sea la que haga, sino más bien que acompañemos el proceso”, dice Gonzalo Mora, sociólogo del PDICRC.
Doña Mercedes no es la única. El desempleo es un fantasma que se asoma en cada esquina, entre los manglares. El PDICRC ha entendido esta realidad y por ello, desde hace 15 años, estimula iniciativas productivas en las que muchas mujeres escriben su propia historia. La hidroponía y la artesanía, por ejemplo, les permite llevar el sustento a sus hogares; mujeres de armas tomar.
Islas de contrastes
En el golfo de Nicoya hay una ruta difícil de navegar, es la de la pesca. Estamos en la isla Venado. Rodeada de manglares, se ubica en una región privilegiada por la naturaleza. Pero esa misma área representa el sustento para cientos de familias, donde papá e hijos se entregan día y noche a la pesca. Es el dilema de proteger o vivir, un dilema que comenzó a desvanecerse hace pocos años, gracias al trabajo conjunto de comunidades y UNA.
Académicos, estudiantes y habitantes de isla Venado, en coordinación con varias entidades de gobierno, idearon la legislación necesaria para reglamentar la pesca y proteger el manglar. Es la llamada área de pesca responsable: no se permite el trasmallo, la línea, ni otro arte de pesca que no sea la cuerda de mano. La legislación es clara pero su aplicación deficiente. No existen controles marítimos y falta concientización entre los pobladores de la isla, dicen algunos líderes comunales.
Ese no es el único contraste, ni la única urgencia de las islas del golfo de Nicoya. Don Ángel Rojas es el responsable de bombear el agua del pozo que abastece a los 100 habitantes de isla Caballo. Luego, con baldes y botellas, cada quien se las ingeniará. Pero en verano las reglas del juego cambian: “se seca el pozo, y no hay agua potable, se nos hace difícil el abastecimiento”, dice Rojas. Entonces, los bidones van y vienen desde Puntarenas; una isla que sobrevivirá 6 meses sin agua potable, sin luz, en pleno siglo XXI.
Es sin duda uno de los retos más importantes, una de las brazas que más quema. Pero hay evidencias, algunas muy recientes, para pensar que vendrán mejores días para isla Caballo. A solo unos kilómetros, en tierra firme, un moderno puente peatonal se levanta como una luz de esperanza en Viento Fresco de Lepanto. Los brazos y el liderazgo de estudiantes, vecinos y académicos hicieron posible la obra. “Bendito sea Dios que llegaron los de la UNA. El viejo y peligroso puente de hamaca es solo un recuerdo, hasta gente murió ahí”, no olvida Albertina Molina, vecina de Jicaral.
Y así se cuentan por decenas los resultados de un exitoso programa universitario que cumple sus 15 años. Una iniciativa que deja ganadores de ambos lados: pueblos que se desarrollan integralmente, construyendo sus propias soluciones, y académicos, investigadores y estudiantes, que complementan su preparación en la mejor de las aulas, la del campo.