(Buñuel dixit); qué y cómo es relevante.
Gabriel González-Vega (*) / para CAMPUS
gabriel.gonzalez.vega@una.cr
Favorito de la crítica en los EE. UU., no solo es valiente y pulido, también es crucial. Así como The Big Short (La gran apuesta) explica genialmente el mundo financiero que nos expolia, con audaz ironía, Spotlight, drama intenso y meticuloso de Tom McCarthy expone con lapidaria sencillez y eficacia la sustancia ideológica que nos sujeta.
El título alude al antiguo equipo de periodismo investigativo del Boston Globe, que con pasión rigurosa y fervor independiente exploró los abusos sexuales en la Iglesia católica. Un periodismo que ya casi no existe, sepultado por la mediocridad, la banalidad y la (auto)censura en casi todas partes. Hoy en día el buen cine, mediante sus múltiples ventanas, es la forma más accesible de informarse y reflexionar válidamente en este planeta convulso.
El filme cuenta, con suma destreza, el proceso mediante el cual la llegada de un director foráneo (outsider), judío y soltero además, lo orienta hacia los casos de pederastia de sacerdotes. En una ciudad profundamente católica, los hechos y las heridas se acumulan y el encubrimiento se hace evidente. Son muchos por todas partes y llegan hasta la cúpula. Luego sabríamos que han sido una plaga alrededor del mundo. Al ver el filme muchos ya conocen del crimen cuyo hedor ha sido ventilado por doquier. Sin embargo, es tan ingeniosa y sugestiva la forma en que los reporteros van descubriendo esa cultura de corrupción e impunidad que nos conmueve como si fuera novedoso. Y lo principal, sagazmente nos lleva a entender que el verdadero problema es el sistema ideológico, no un cura u otro, no el prelado, ni siquiera el Vaticano (ni, ergo, otras iglesias). Lo que deriva en un gobierno divorciado del Evangelio, autoritario, necrófilo. Al cardenal implicado lo ascendió Juan Pablo II a la imponente Santa María La Mayor en Roma: la impudicia del poder niega el amor predicado que, sin embargo, mantiene vigencia (Francisco retoma la misericordia de Jesús).
Cifras y creencias que asustan
Se nos informa que un 50% de los sacerdotes violan su castidad, de estos un 6% víctimas de su inmadurez sexual son depredadores de niños. Se nos aclara que tanto de varones como de mujeres (sin implicación homofóbica). Se asocia a estos verdugos con la imposición del celibato que trastorna la naturaleza. Régimen surgido para preservar las riquezas eclesiales, junto a la represión sexual tan útil a estos imperios que asfixian la libertad. Se subraya que la espiritualidad, Dios, es materia diferente a las estructuras de poder que son las iglesias y sus intereses mundanos. Estas ideas surgen en el transcurso de la investigación de manera natural y coherente.
Evita el amarillismo y obvia las imágenes de los abusos; sin efectos especiales, sin erotismo ni violencia gráfica, es genial cómo mantiene el interés centrado en las pesquisas, develando poco a poco el infierno sabido; iluminando sus pliegues y ejes. El guion es sólido, la edición precisa, la fotografía y el sonido adecuados. El texto inteligentísimo es encarnado por un magnífico conjunto de actores, un coro de personajes matizados, sin héroes ni villanos acartonados; personas creíbles que ante los hechos eligen ser decentes frente la complicidad generalizada.
Complementan esta denuncia rigurosa el estudio de la patología institucionalizada El Club, drama sicológico demoledor, y el documentado El bosque de Karadima, (otra infamia vigente), filmes chilenos que destacó el Festival de La Habana. Esta vez no lograron Matar al mensajero, como sí hicieron con el periodista Gary Webb (el magnífico y ocultado filme sobre la CIA narcotraficante en la guerra sucia de Nicaragua).
Luego de la rotunda visión de El ciudadano Kane, con Todos los hombres del presidente (Watergate) como ejemplo, este dechado de honradez y talento es un filme indispensable. Trabajemos para que sea “foco de atención”. La verdad nos hace libres, el lema de la UNA nos compromete a hacerlo.
*Académico de Estudios Generales