Por la eficacia de corredores biológicos

Investigadores de la Universidad Nacional monitorean dos corredores biológicos con el fin de evaluar su función de conectividad, así como para dar aportes a una política pública sobre el tema.

Laura Ortiz C./CAMPUS
lortiz@una.cr


Un corredor biológico incluye terrenos con distintas actividades productiva y desarrollo de infraestructura vial e inmobiliario combinado con bosques y cuerpos de agua e incluso algunas áreas protegidas.

Cerca del 43% de territorio nacional se encuentra localizado dentro de un corredor biológico, una iniciativa para establecer espacios de conectividad entre los principales ecosistemas naturales del país.

Después de un crecimiento vertiginoso, Costa Rica cuenta con 44 corredores biológicos, los cuales no son considerados oficialmente dentro de la categoría de conservación como sí sucede con las reservas biológicas, parques nacionales y otros. En el país, los corredores biológicos presentan una gran heterogeneidad en cuanto a áreas y funcionabilidad. Por lo anterior, abundan las propuestas para establecer corredores biológicos, pero es poco lo que se ha logrado evaluar acerca de su eficacia como espacios de conectividad.

La Escuela de Ciencias Geográficas lidera un proyecto de investigación junto con el Instituto Internacional de Manejo y Conservación de Vida Silvestre (Icomvis-UNA), y la División de Educación Rural del Centro de Investigación y Docencia en Educación (Cide-UNA), con el fin de evaluar los corredores biológicos como espacios de conectividad.

“El corredor biológico es un espacio de conectividad, en el país solo tres presentan diferentes altitudes que podrían ayudar a las movilidad de especies ante las amenazas del cambio climático; otros son paisajes productivos que tienen que tener una gestión acorde con la conservación y eso no es tan fácil. Si tenemos un productor de piña dentro de un corredor biológico tenemos que ofrecerle una opción productiva acorde con la conservación, y además subsidiarla, lo cual no se está haciendo”, explicó Carlos Morera, investigador de la Escuela de Ciencias Geográficas y coordinador del proyecto.

Joaquín Gamboa, colaborador del Icomvis-UNA, quien fue uno de los primeros guardaparques del país, habló sobre la creación de corredores biológicos. “Por muchos años consideramos que las áreas protegidas no debían de quedar como islas biológicas, la creación de los corredores nos permite la interacción de ciertas especies y para rellenar algunas lagunas sobre aspectos de la historia natural de las mismas, la información que se genera es de suma importancia para el desarrollo de acciones de manejo para las áreas silvestres y de conservación. Sin embargo, uno quisiera ver siempre más, pero lamentablemente las oportunidades de presupuesto para investigación sobre biodiversidad son relativamente bajos, pero me tranquiliza lo que estamos haciendo, porque no es solo saber si hay una determinada especie, sino entender la complejidad en la que estamos viviendo y avanzar en materia de conservación de los recursos del país”.



Luis Diego Alfaro y Joaquín Gamboa, del Icomvis-UNA, descargan los datos obtenidos de una de las cámaras trampa.

Un corredor biológico, de acuerdo con Luis Diego Alfaro, investigador del Icomvis-UNA, incluye terrenos privados, así como otros que pueden ser manejados por el Estado; también existen distintos usos de la tierra entre ellos el cultivo, desarrollo de infraestructura vial e inmobiliario, mezclado con bosques y cuerpos de agua e incluso algunas áreas protegidas.

Este proyecto se desarrolla en tres dimensiones: la conectividad ecológica de mamíferos, donde se colocan cámaras trampa a nivel de suelo y también en el dosel o las copas de los árboles, lo cual es una metodología innovadora; otra que trabaja con las comunidades y su identificación con los corredores, y una tercera que evalúa si los corredores mejoran la conectividad a través de la estructura del paisaje.

Para su realización se monitorea Monte del aguacate y Lago Arenal-Tenorio. “En el Monte del Aguacate tenemos siete puntos de muestreo con cuatros distintos tipos de trampas: hojarasca, medidores de temperatura, medidores de radiación y cámaras ubicadas en el dosel. Hemos encontrado especies de mamíferos que por lo general se ubican en áreas protegidas, hemos podido monitorear el cambio de fenología de especies de árboles en cuanto a producción de flores, semillas y frutos. Además, a partir de la medición de la temperatura del sotobosque podemos ver que los corredores biológicos podrían funcionar como refugios climáticos para la vida silvestre”, explicó Alfaro.

Sin criterios

“Tenemos un corredor que se extienden desde la Selva, en Sarapiquí, hasta la frontera con Nicaragua, que es el San Juan–La Selva, mientras otros muy pequeños, se ubican en la zona urbana y otros en áreas rurales; tenemos unos que conectan altitudes otros no y pienso que se deben homogenizar los criterios para su delimitación y la funcionalidad de conectividad”, dijo Morera.

Para el investigador, el concepto “escala” tiene que ser revisado y se debe priorizar y determinar la funcionalidad de estas iniciativas. “Para la creación de un corredor biológico tenemos que valorar el grado de compromiso e identidad de las personas que habitan en él. Otro elemento claves es determinar la especie para la cual estamos conectando esos ecosistemas, porque no es lo mismo hacer un corredor para un mamífero mayor que para un ave como una lapa. Debe dársele contenido metodológico y económico, no pueden ser ocurrencias”.

El proyecto, de acuerdo con Morera, brindará aportes para una política pública. “Estamos haciendo un diálogo, pero nos falta mucho conocimiento o es muy limitado tanto aquí como en otros países”.

Encuentro

El 29 de octubre a partir de las 9 a.m., en la Biblioteca Joaquín García Monge de la Universidad Nacional, se desarrollará el Simposio sobre Corredores biológicos: experiencias y retos, cuyo objetivo es compartir experiencias de creación, gestión e investigación en torno a los corredores biológicos como estrategia de conservación de la biodiversidad.

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    Setiembre 2019 - Año XXXI N° 312

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