Hilando fino

La culpa es del agresor

Kattia Castro Flores
buscadoradecaminos@gmail.com

Frente a las denuncias por femicidios, violaciones y acoso sexual callejero sufridas por mujeres, una de las primeras reacciones de la sociedad, son preguntas y afirmaciones como las siguientes: ¿Cómo iba vestida? ¿A qué hora ocurrieron los hechos? Estaba la mujer, bajo los efectos del alcohol u otra droga? Andaba sola? Quizá le dio demasiada confianza a un extraño. ¿Era un lugar seguro? ¿Por qué no se defendió? Ella lo provocó, porque salió sin su permiso. Por no corresponder al amor del hombre, lo hizo estallar en celos.

Cuestionar a la víctima es una forma de complicidad con la violencia. Al depositar la culpa sobre la mujer violentada, se minimiza y justifica la responsabilidad de los hombres agresores. Señalar a la víctima como culpable, impide dar el soporte que la víctima requiere y exigir la condena penal y social que el agresor debe recibir. La cultura es heredera de una constante sospecha de la estatura moral de las mujeres. Esta tiene raíces en narrativas consideradas “sagradas” que representan a la mujer como tentadora y por lo tanto, desculpabiliza a los hombres por sus propios deseos y acciones.

Los testimonios de las mujeres que sufren violencia, deben ser creídos y depurados de cuestionamientos sexistas. Frente a cualquier forma de violencia, los agresores deben quedar siempre en primer plano y ser confrontados con toda severidad por sus actos violentos. Es hora de hacer el cambio y poner el foco de atención sobre los hombres que violentan a las esposas, exesposas, novias, exnovias, compañeras de trabajo, pacientes, estudiantes y también a mujeres desconocidas. De continuar percibiendo y repitiendo prejuicios que hacen aparecer a las mujeres como provocadoras sexuales por la forma de vestir, incautas por caminar por sitios peligrosos y sin compañía masculina, faltas de juicio por iniciar conversaciones y relaciones con hombres desconocidos, ligeras en sus comportamientos e ingratas con hombres que dicen amarlas y protegerlas pero que son capaces de arrebatarles la vida, será imposible terminar con la impunidad sobre esta clase de delitos. Podemos ser parte de la transformación de un paradigma injusto y crear mejores condiciones de vida para las mujeres.

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    Setiembre 2019 - Año XXXI N° 312

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