Las huellas de la UNA en 45 años

Alberto Salon Echeverría
Rector Universidad Nacional

Hay huellas imborrables en la vida de los pueblos y de las instituciones. Esas son las que nos permiten conocer su historia, penetrar en su mundo, descifrar su identidad.

El ser humano ha hurgado en su devenir hasta encontrar los ligámenes que nos atan a nuestros antepasados simios de los que provenimos, a pesar de las evidentes diferencias entre ambas especies de homínidos.

Hoy, sin ir tan lejos, nos proponemos rastrear en la historia reciente de la Universidad Nacional, para encontrar las características más sobresalientes, aquellas que constituyen hitos con los que nos hemos identificado.

La más distintiva, que es asimismo simbiótica con las siglas de la UNA, es la de la Universidad Necesaria. Esta expresión fue inducida en nuestra UNA por el propio fundador, Benjamín Núñez Vargas, sin saber acaso que ella se convertiría en uno de los signos más distintivos, una especie de marca indeleble en la institución. Como concepto provino del sociólogo brasileño Darcy Ribeiro, y a la vez, fue recreado en la realidad nacional por nuestro más señero fundador.

En breve, Universidad Necesaria quiere decir imprescindible, vital para aquellos jóvenes que habiendo obtenido su bachillerato de la enseñanza media, no accedían a la educación superior costarricense, sufriendo una suerte de discriminación.

La UNA se abrió desde un inicio, con prioridad, a toda aquella juventud estudiantil, cuya común característica era su vulnerabilidad social y económica, su proveniencia de hogares pobres o muy pobres de las zonas urbano-marginales y rurales de nuestro país. La Universidad Necesaria proclamaba que debía haber universidad para todos ellos, sin perjuicio para los demás y que fuese de calidad… Y hubo universidad también al alcance de los más necesitados.

Para que los jóvenes no se vieran defraudados en cuanto a recibir una Educación Superior de Calidad, desde un inicio fue menester crear un propedéutico; es decir, una enseñanza preparatoria con el objeto de restaurar los rezagos que los estudiantes traían (y traen todavía), de la educación media.

De este modo, el concepto de Universidad Necesaria quedó ligado de forma inseparable al de Calidad. La Universidad Nacional tiene, por ende, 45 años de estar graduando jóvenes de todas las clases sociales de la población, de todas las zonas geográficas, enriqueciendo los mercados laborales, tanto públicos como privados.

Desde entonces, universidad necesaria, accesible, democrática y universidad de calidad se tornaron inseparables. Desde aquellos años, desde su fundación, la UNA entregó un aporte a la sociedad costarricense, por haber convertido la meta de crear y recrear universidad democrática y sin discriminación social y educación de calidad, en dos cometidos inseparables.

Calidad es entonces otra meta, otra aspiración de la UNA, implica una búsqueda constante, pero ya ha dejado huella, una impronta en la sociedad costarricense.

Otro elemento cardinal en el trajinar de nuestra institución ha sido el humanismo, vértice que ha unificado a las diferentes corrientes de pensamiento que perviven en ella. Ciertamente no existe homogeneidad absoluta, ni es preciso que exista, pero sí ha sido y es un común denominador de la UNA, nuestra similar creencia en la persona humana, como un ser perfectible, capaz de irradiar amor a sus semejantes y dispuesto a asumir un compromiso con las criaturas más vulnerables en procura de su calidad de vida. Más recientemente, nuestro compromiso con el humanismo se ha llenado de otros contenidos, que muy pocos objetan dentro del qué hacer institucional. Hoy la UNA concibe a la persona humana fundida en su suerte y aspiraciones con las demás criaturas de la naturaleza, con los animales y las especies de fauna. El concepto de humanismo de la UNA, hoy más que nunca entraña el resguardo de todo el planeta de cara al calentamiento global. El humanismo de la UNA de hoy posee además el ingrediente insoslayable del enfrentamiento de todos los factores que coadyuvan con el calentamiento global, la más grande amenaza de la vida humana y no humana sobre el planeta.

Ello conlleva la lucha contra aquella parte de la humanidad, como las empresas trasnacionales, que aceleran este flagelo, al mantenerse asidas a sistemas productivos basados en los hidrocarburos. La perspectiva epistémica de la multi e interdisciplinariedad pasa a constituirse en un nuevo componente de nuestro acervo común de valores. Una colaboración y discusión compleja de los problemas contemporáneos, constituye un nuevo desafío para nuestra acción cotidiana.

La participación de la comunidad universitaria en toda la actividad académica ha sido y es un requisito de nuestra concepción común de construcción crítica y creativa de dicha actividad.

A lo interno, la participación de los estudiantes, administrativos y personas académicas, ha sido y es un requisito insoslayable de nuestra cultura y prácticas universitarias. Asimismo, entendemos nuestro compromiso con las comunidades como un diálogo de saberes, que enriquece la vida humana y planta una búsqueda constante de la igualdad y equidad social que, según nuestros valores, debe prevalecer en las colectividades diversas que anidan en la sociedad, una huella imperecedera ha sido y es la presencia de la UNA en las más diversas comunidades del país, promoviendo allí empoderamiento de éstas en la lucha por el desarrollo integral de toda la sociedad; es la voz de la UNA escuchando la pluralidad de sentires y pensares de todas las personas y comunidades. Cultura de paz, de diálogo, de respeto profundo por y ante lo diverso, lo entendemos como el marco en el que la Universidad enriquece su praxis académica, y en el que se fragua y tiene lugar el debate científico, cultural, las diversas miradas del arte, así como el sentir de la música.

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