Entre anécdotas y datos se recuerda al Irazú
Desde un año antes el volcán Irazú daba indicios de reactivación que sería más que evidente a partir de marzo de 1963.Johnny Núñez/CAMPUS
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Es así como los científicos y pioneros del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica de la Universidad Nacional (OVSICORI-UNA), Eduardo Malavassi, Jorge Barquero y Rodrigo Sáenz remembraron el inicio de lo que fue la erupción del volcán Irazú en marzo de 1963, en una actividad realizada para conmemorar este episodio de la historia nacional.
Junto a ellos los comunicadores de aquel entonces el periodista Yehudi Monestel y el fotógrafo Wálter Schaer, así como los expertos Gustavo Barrantes, de la Escuela de Ciencias Geográficas de la UNA, Rodolfo Van der Laat y Geoffroy Avard, vulcanólogos del OVSICORI, quienes compartieron anécdotas y datos de interés en torno al potencial del Irazú.
Niño de ceniza
Volcán Irazú en plena erupción, observado por un grupo de curiosos y quizá algunos expertos de la época. |
Recordó que durante el periodo eruptivo del Irazú acompañó a su padre en varias ocasiones a recolectar materiales, entre ellos ceniza y rocas. “Una de mis aficiones fue recoger ceniza, la cual coleccionaba en unos tarros. En una oportunidad el científico norteamericano de origen japonés, Jack Murata, almorzó en casa y al ver mi colección pidió que le regalara esa muestra. Al tiempo me llevé la sorpresa de que esa ceniza, regalada a Murata, apareció en su reporte de científico del Irazú”, recordó Malavassi.
Externó que a los políticos de aquellos años les tocó aprender muy rápido, pues no existían planes de contingencia ni experiencia en el país sobre cómo lidiar con este tipo de fenómenos, ni mucho menos con la administración y abordaje de emergencias, lo cual generó que el país estallara en una incertidumbre económica, social y de seguridad de la población.
Tras la primicia
Yehudi Monestel, periodista en esa época del periódico La Prensa Libre aseveró que el primer periodo del Irazú arrancó el 9 de agosto de 1962, cuando el piloto de LACSA, Armando Quesada al mando de un vuelo Panamá-San José, advirtió de la presencia de emanaciones del volcán Irazú, lo cual hizo que en pocas horas ascendiera al coloso para certificar lo dicho por el piloto y así informar que el Irazú se había reactivado.
“Desde esa fecha el volcán emanó gases y vapores, hasta que en la madrugada del 13 de marzo de 1963, al ser las 02:50.a.m, se produjo el cambio violento en la erupción del volcán y en lugar de gases emergió una masa de materiales piroclásticos, acompañados de fuertes explosiones y sismicidad”.
Puntualizó que a partir de esa fecha se inició una época de terror; San José fue inundada diariamente por la ceniza, las aguas se contaminaron y los motores de los carros y de la maquinaria industrial se dañaban. “En los dos primeros días de la emergencia se reportaron 700 evacuados en los alrededores de la finca de los Echandi y los Robert; se destruyeron cerca de 20 viviendas, ubicadas en Chicuá, San Gerardo, Prusia y Retes”.
Uno de los primeros fotógrafos en captar la furia del Irazú fue Wálter Schaer, quien logró documentar algunas de las explosiones más significativas del coloso. “Tuve el honor de mostrar mis fotografías a don chico Orlich. Si volviera a pasar algo similar estaría mejor preparado”, añadió Schaer entre entusiasmo y nostalgia a sus casi 90 años de edad.
Pionero a la vanguardia
En un documento de la oficina de Planificación, sobre las consecuencias económicas y sociales de la actividad del Irazú, con fecha de agosto de 1964, se menciona que la población afectada por la precipitación de ceniza se estimó en 650.924 habitantes, que representaban un 49% de 1.325.155 de pobladores costarricenses, según el censo de 1963. Se agrega que las pérdidas llegaron a los ¢153.306.759.10 millones.
La más reciente actividad de importancia del Irazú se registró en diciembre de 1994, cuando un sector del flanco noroeste del cráter (fuera del mismo) colapsó producto de una explosión hidrotermal dirigida que originó el movimiento en masa de grandes avalanchas que alcanzaron hasta 20 km, hacia el norte y siguieron el cauce del Río Sucio.
Monitoreando la ceniza
Gustavo Barrantes, investigador de la Escuela de Geografía de la UNA diseña una herramienta informática por medio de una simulación computacional para elaborar mapas de amenaza por caída de ceniza, en donde resalta la participación de Eduardo Malavassi, como colaborador en el proyecto.
Destacó que en el caso del volcán Irazú, un grupo multidisciplinario labora en el desarrollo de una plataforma que permita generar mapas de amenaza, a partir de una implementación particular del modelo numérico advección-difusión de Suzuki, conocido como NG-TEPHRA y el SIG ArcMap. Esta experiencia permitirá desarrollar una metodología aplicable a cualquier otro volcán de la región.
Volcán Irazú
Datos recopilados por el vulcanólogo Rodolfo Van der Laat, OVSICORI-UNALa zona intracratérica se encuentra formada por 3 estructuras principales; el cráter activo hacia el NW con unos 1000 m de diámetro, una profundidad de 180 m y que alberga un lago de color y características cambiantes. Para finales de 2012 el lago se encuentra casi totalmente seco. El cráter Diego de la Haya se encuentra al NE de la caldera con unos 80 m de profundidad y de forma alargada hacia el E. Finalmente se observa en el lado S una larga estructura semiplana que corresponde a los restos de una terraza antigua la cual se conoce con el nombre de Playa Hermosa. Al este de la gran caldera también se nota un cono piroclástico, bien preservado de unos 80 m de altura. Desde 1723 existen los primeros registros escritos de actividad violenta del Irazú. A lo largo de estos siglos su actividad, se registran 17 reportes de erupciones o períodos eruptivos de duración e intensidad variables que se ha alternado desde actividad estromboliana altamente explosiva hasta largos períodos sostenidos de exhalaciones fumarólicas. Esta información convierte al Irazú en el volcán de mayor frecuencia eruptiva en la historia de los volcanes de Costa Rica. Entre 1963 y 1965 el Irazú provocó un caos enorme en todas las dimensiones de la vida cotidiana en la mayor parte del Valle Central. La emisión de cenizas y otros materiales mayores sepultaron vastas extensiones de tierras ricas para la ganadería y el cultivo. Las pérdidas millonarias imprimieron un efecto negativo en la economía nacional y la tortura diaria de convivir con el espectro de la ceniza es recordado aún por nuestros mayores. Producto de grandes acumulaciones de estos materiales en las partes altas del edificio volcánico y de las intensas lluvias se produjeron avalanchas de lodo y escombro que sepultaron pequeñas comunidades en la periferia de Cartago incluyendo muertos y heridos así como pérdidas cuantiosas. La actividad más reciente de importancia se registró en diciembre de 1994 cuando un sector externo de la pared NW colapsó producto de una explosión hidrotermal dirigida que origino el movimiento en masa de grandes avalanchas que alcanzaron hasta 20 km hacia el norte siguiendo el cauce del río Sucio. Se registró caída de materiales finos, que fueron arrastrados por los vientos hasta la periferia de la Capital. Actualmente se observan manifestaciones fumarólicas menores dentro del lago cratérico y se mantiene activo un campo fumarólico al NW en la pared externa del cráter principal. Un elemento de preocupación lo constituye la mega inestabilidad de todo el edificio volcánico. Su pasado geológico ha dejado huellas en sus flancos que muestran que grandes segmentos de esas paredes son susceptibles a movimientos lentos pero regionales los cuales provocan dramáticos movimientos en masa. Las partes bajas del edificio volcánico, donde se asienta la ciudad de Cartago, se encuentran colmatadas con restos de estos eventos. En menor rango, pero con mayor frecuencia, ocurren deslizamientos de los sectores más empinados que se disparan con sismicidad, gravedad o lluvias intensas. Por su historial eruptivo, altura, posición geográfica y condiciones climáticas el Volcán Irazú se sugiere como uno de las fuentes de mayor riesgo volcánico para el Valle Central. Sus cenizas son capaces de paralizar las principales operaciones socio-económicas de la región más poblada y desarrollada del país. Dramático como puede sonar, es capaz incluso de paralizar el aeropuerto internacional por donde fluye el sustento primario de nuestra economía nacional: el turismo y la exportación de bienes. |