Entre dos mundos
Es el título de un sagaz filme alemán que también describe a otros que recomendamos aquí.Gabriel González-Vega (*) para CAMPUS
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Mas los tres principales filmes que aprecié desdeñan lo espectacular. Sus intensos trazos dramáticos, con magníficas puestas en escena, no asaltan los sentidos con abalorios como en el usual derroche hollywoodense. Hay sobriedad, agudeza y un tiempo reflexivo que los destaca sobre el barullo comercial. En Alemania “ninis” neonazis coreaban somos Jóvenes y fuertes para inflamar su virulenta xenofobia ante la inutilidad de políticos oportunistas; mientras en la parte occidental el éxito económico impone nuevas responsabilidades al país unido. Filmada en el propio Afganistán con destreza admirable Entre dos mundos no solo exhibe los horrores de los talibanes, en especial su patriarcado primitivo, mas el choque cultural entre los expedicionarios alemanes (en este caso un comandante bienintencionado) y sus abusados huéspedes, víctimas de ingleses, rusos, “americanos”… Esta mirada humanista de la brillante creadora vienesa Feo Aladag, injustamente abucheada en el Festival de Berlín, evita maniqueísmos y explica el drama de la población local –revelada en la gris cotidianeidad y en el peligro latente–, presa de la teocracia dominante y en frágil alianza con los invasores. Timbuctú, a la que le arrebataron el Óscar, pienso, hace del paisaje yermo y su moroso recorrido por los nimios conflictos una metáfora de un mundo donde la barbarie del califato de ISIS nos precipita al vacío de la estulticia, con sutileza e ironía demoledoras.
Varios de los notables filmes latinoamericanos que apreciamos en el brillante Festival de Cine de Gramado, Brasil, adonde viajé con Presos, también trazan paralelismos entre mundos disímiles que se encuentran casi accidentalmente. Como en la polémica vencedora La Salada, que se asoma a un rutinario gueto de asiáticos en Buenos Aires. Y En la estancia, del mexicano Carlos Armella, sobre el encuentro de un documentalista con los dos únicos habitantes de un mísero pueblo fantasma. En la nacional Presos, una joven sumergida en sus remolinos emocionales descubre el mundo de supervivencia al que se somete un recluso inesperado con quien se enreda. E incluso la cubana Venecia, que revela, en clave de humor, una Habana que camina embriagada entre escarceos socialistas y la cultura pop globalizada que la invade.
Evolucionamos dirimiendo las diferencias con violencia, mas también cooperando. Nos hemos domesticado para construir la civilización –si fuésemos chimpancés no podríamos llenar un cine sin agredirnos–. Tenemos que aprender a escuchar a los otros, a respetarlos; o la amenaza de extinción seguirá aumentando.
(*) Académico del Centro de Estudios Generales